La conciencia del clima, por fin
Este año será recordado como el punto de inflexión histórico en la lucha contra dos grandes males de nuestra era
Nicholas Stern, El País
Este año se recordará por los importantes avances que se han conseguido mediante la cooperación internacional a la hora de afrontar los dos retos definitorios de nuestra generación: la erradicación de la pobreza y la lucha contra el cambio climático.
En julio, países ricos y pobres se reunieron en Addis Abeba (Etiopía) para la Tercera Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo. Los representantes gubernamentales han admitido que se ha progresado mucho desde la primera conferencia celebrada en Monterrey (México) en 2002, pero siguen existiendo enormes desafíos en muchos lugares del mundo, especialmente en el África subsahariana.
Ha sido muy decepcionante el que muchos países ricos no respetaran el compromiso adquirido en Monterrey de aportar el 0,7 % de su producto interior bruto a la ayuda internacional para los países pobres. Muy pocos países han alcanzado este objetivo, y ello debería causar una gran vergüenza a aquellos Gobiernos que no han cumplido la promesa hecha a los pueblos más pobres del mundo.
Pero en la cumbre de Addis Abeba se ha tomado conciencia de la escala de los esfuerzos necesarios para alcanzar el objetivo de erradicar la pobreza y el hambre, y lograr un desarrollo sostenible mediante el fomento del crecimiento económico inclusivo, la protección medioambiental y el aumento de la inclusión social.
La concienciación colectiva sobre este reto y el compromiso de los países ricos de incrementar la ayuda internacional han sentado las bases del acuerdo alcanzado en septiembre en la Asamblea General de Naciones Unidas. Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, y un conjunto de 169 propósitos relacionados con ellos, pretenden luchar contra la desigualdad, el consumo y las formas de producción insostenibles, las infraestructuras deficientes y la falta de trabajo digno en todos los países del mundo.
Mientras los distintos países trabajaban duro en la elaboración del nuevo plan de desarrollo sostenible, también seguían adelante con las iniciativas para afrontar los enormes peligros del cambio climático completando un proceso iniciado hace cuatro años en Durban (Sudáfrica).
En diciembre de 2011, los Gobiernos acordaron, en la cumbre anual de Naciones Unidas sobre cambio climático, trabajar para alcanzar un nuevo pacto en 2015. Hasta finales de 2014 se habían producido avances lentos, pero este año era necesario acelerar el proceso. Por suerte, algunos acontecimientos han contribuido a que las negociaciones internacionales lleguen a buen puerto.
En noviembre de 2014, el presidente Xi Jinping y el presidente Barack Obama, los dirigentes de China y Estados Unidos, que son los mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo, pactaron una declaración conjunta que planteaba nuevos compromisos para reducir y limitar las emisiones anuales a partir de 2020. Ello persuadió a más de 180 países más a comprometerse también, con vistas a la cumbre de Naciones Unidas sobre cambio climático, prevista para diciembre de este año en París.
Las negociaciones entre los distintos países se aceleraron en mayo de este año, cuando el papa Francisco publicó Laudato Si, su encíclica sobre el medioambiente y la ecología humana. El papa combinaba su valoración de los aspectos científicos y económicos con un poderoso argumento moral a favor de la lucha contra el cambio climático, lo que contribuyó a convencer a muchos católicos, y sin duda a la gente en general, sobre la necesidad de tomar medidas urgentes.
Cuando llegó el momento de que se reunieran en París más de 190 Gobiernos, se había generado un impulso que propició un acuerdo verdaderamente histórico, adoptado el 12 de diciembre, para limitar el calentamiento del planeta muy por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a la temperatura preindustrial.
Una de las razones cruciales por las que el Acuerdo de París ha sido posible es que cada vez más países han caído en la cuenta de que, para luchar contra el cambio climático, no hay que sacrificar el crecimiento económico y el desarrollo. La transición hacia un nivel bajo de emisiones de carbono nos conduce a un camino para incrementar la calidad de vida y erradicar la pobreza que es más atractivo y emocionante que su muy dañino predecesor, el de las elevadas emisiones de carbono.
Creo y espero que este año se recuerde en el futuro como un punto de inflexión importante en la historia humana, cuando se logró una victoria crucial en la batalla contra la pobreza y el cambio climático, la cual trajo más prosperidad y bienestar no solo a nosotros , sino también a nuestros hijos, nietos y generaciones futuras.
Nicholas Stern es presidente del Instituto Grantham de Investigación sobre Cambio Climático y Medio Ambiente, de la Escuela de Ciencias Económicas y Políticas de Londres, y presidente de la Academia Británica.
Nicholas Stern, El País
Este año se recordará por los importantes avances que se han conseguido mediante la cooperación internacional a la hora de afrontar los dos retos definitorios de nuestra generación: la erradicación de la pobreza y la lucha contra el cambio climático.
En julio, países ricos y pobres se reunieron en Addis Abeba (Etiopía) para la Tercera Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo. Los representantes gubernamentales han admitido que se ha progresado mucho desde la primera conferencia celebrada en Monterrey (México) en 2002, pero siguen existiendo enormes desafíos en muchos lugares del mundo, especialmente en el África subsahariana.
Ha sido muy decepcionante el que muchos países ricos no respetaran el compromiso adquirido en Monterrey de aportar el 0,7 % de su producto interior bruto a la ayuda internacional para los países pobres. Muy pocos países han alcanzado este objetivo, y ello debería causar una gran vergüenza a aquellos Gobiernos que no han cumplido la promesa hecha a los pueblos más pobres del mundo.
Pero en la cumbre de Addis Abeba se ha tomado conciencia de la escala de los esfuerzos necesarios para alcanzar el objetivo de erradicar la pobreza y el hambre, y lograr un desarrollo sostenible mediante el fomento del crecimiento económico inclusivo, la protección medioambiental y el aumento de la inclusión social.
La concienciación colectiva sobre este reto y el compromiso de los países ricos de incrementar la ayuda internacional han sentado las bases del acuerdo alcanzado en septiembre en la Asamblea General de Naciones Unidas. Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, y un conjunto de 169 propósitos relacionados con ellos, pretenden luchar contra la desigualdad, el consumo y las formas de producción insostenibles, las infraestructuras deficientes y la falta de trabajo digno en todos los países del mundo.
Mientras los distintos países trabajaban duro en la elaboración del nuevo plan de desarrollo sostenible, también seguían adelante con las iniciativas para afrontar los enormes peligros del cambio climático completando un proceso iniciado hace cuatro años en Durban (Sudáfrica).
En diciembre de 2011, los Gobiernos acordaron, en la cumbre anual de Naciones Unidas sobre cambio climático, trabajar para alcanzar un nuevo pacto en 2015. Hasta finales de 2014 se habían producido avances lentos, pero este año era necesario acelerar el proceso. Por suerte, algunos acontecimientos han contribuido a que las negociaciones internacionales lleguen a buen puerto.
En noviembre de 2014, el presidente Xi Jinping y el presidente Barack Obama, los dirigentes de China y Estados Unidos, que son los mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo, pactaron una declaración conjunta que planteaba nuevos compromisos para reducir y limitar las emisiones anuales a partir de 2020. Ello persuadió a más de 180 países más a comprometerse también, con vistas a la cumbre de Naciones Unidas sobre cambio climático, prevista para diciembre de este año en París.
Las negociaciones entre los distintos países se aceleraron en mayo de este año, cuando el papa Francisco publicó Laudato Si, su encíclica sobre el medioambiente y la ecología humana. El papa combinaba su valoración de los aspectos científicos y económicos con un poderoso argumento moral a favor de la lucha contra el cambio climático, lo que contribuyó a convencer a muchos católicos, y sin duda a la gente en general, sobre la necesidad de tomar medidas urgentes.
Cuando llegó el momento de que se reunieran en París más de 190 Gobiernos, se había generado un impulso que propició un acuerdo verdaderamente histórico, adoptado el 12 de diciembre, para limitar el calentamiento del planeta muy por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a la temperatura preindustrial.
Una de las razones cruciales por las que el Acuerdo de París ha sido posible es que cada vez más países han caído en la cuenta de que, para luchar contra el cambio climático, no hay que sacrificar el crecimiento económico y el desarrollo. La transición hacia un nivel bajo de emisiones de carbono nos conduce a un camino para incrementar la calidad de vida y erradicar la pobreza que es más atractivo y emocionante que su muy dañino predecesor, el de las elevadas emisiones de carbono.
Creo y espero que este año se recuerde en el futuro como un punto de inflexión importante en la historia humana, cuando se logró una victoria crucial en la batalla contra la pobreza y el cambio climático, la cual trajo más prosperidad y bienestar no solo a nosotros , sino también a nuestros hijos, nietos y generaciones futuras.
Nicholas Stern es presidente del Instituto Grantham de Investigación sobre Cambio Climático y Medio Ambiente, de la Escuela de Ciencias Económicas y Políticas de Londres, y presidente de la Academia Británica.