La clave para controlar las fronteras es el intercambio de información
El objetivo es distinguir entre refugiados y extremistas sin vulnerar los derechos humanos, según un congreso internacional de seguridad fronteriza
Isabel Ferrer
La Haya, El País
Los grandes flujos de refugiados registrados en Europa en los últimos meses han transformado la percepción de las fronteras, y el derecho mismo de paso. Su vigilancia y protección es uno de los mayores retos afrontados por la comunidad internacional, y un nutrido grupo de agentes de inmigración, militares, policías y expertos en seguridad han participado en Holanda en un congreso internacional en busca de modelos fiables -y viables- de cooperación. Aunque la cita no estaba dedicada a Siria, el éxodo de la guerra ha planeado sobre el principal problema de las autoridades fronterizas: gestionar las llegadas sin vulnerar los derechos humanos e identificar a posibles terroristas.
El futuro de los refugiados es el otro dilema urgente, porque sin perspectivas, corren el peligro de convertirse en “las tribus modernas de nuestra época”, en palabras de Sanjay Dharwadker, directivo de la consultora WCC Smart Search & Match, especializada en cotejar identidades. Las vallas, que proliferan al paso de las columnas de personas en el seno mismo de la UE, tampoco parecen una solución. Es más, en lugar de frenarles, pueden enriquecer a los traficantes, que aumentan los precios exigidos para poder pasar. ¿Cómo controlar, entonces, unas fronteras, porosas en continentes como Asia y África, o que están empezando a cerrarse, como en Europa?
Citados por Borderpol, la organización global que reúne a policías y agencias de inmigración y asesora a Gobiernos y agrupaciones internacionales en asuntos de seguridad, los asistentes coincidieron en proponer una sola fórmula: el intercambio de información a escala internacional para prevenir las idas y venidas de sujetos peligrosos ocultos entre los que huyen del horror. El ejemplo más reciente de esta cooperación se produjo el pasado noviembre en París. “Inmediatamente después de los atentados, el FBI, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos-Investigaciones de Seguridad Nacional, y sus otros socios de orden público, prestaron asistencia a las autoridades francesas y belgas para que continuaran su investigación sobre los autores”, según Doug Gilmer, subdirector de la Fuerza Operativa Nacional Antiterrorista de la oficina, adscrita al Departamento de Justicia estadounidense. El posterior tiroteo de San Bernardino (California), saldado con 14 muertos, es otro caso extremo que demuestra “la necesidad de cooperar y no solo en momentos de crisis”.
4.000 europeos en el ISIS
En apariencia simple, la receta de la cooperación supone un reto mayúsculo en el caso sirio. Según datos del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (organismo independiente que colabora, entre otros, con el Kings College, de Londres, la Universidad estadounidense de Georgetown, y el Instituto Jordano de Diplomacia) unos 4.000 ciudadanos europeos forman parte del grupo de combatientes extranjeros -más de 20.000- que pelean del lado yihadista en Siria e Irak. La cifra va en aumento y supera el conflicto afgano de los años ochenta, que atrajo a 20.000 extranjeros. Con pasaportes legales, hasta un 30% de los europeos que viajaron a territorio sirio e iraquí regresa a su país sin demasiados problemas. Según otras cifras manejadas en el congreso, hay alrededor de 7.000 grupos terroristas de diversa índole en el mundo, legitimados en ocasiones por comunidades sumidas en la pobreza. A cambio de apoyo económico, les permiten moverse y ello dificulta su rastreo.
Dado que la amenaza entra ahora por las fronteras y muchos pasaportes son falsos, incluso uno legítimo de un país en guerra, pero abandonado en la escena de un atentado, “acentúa el miedo a los refugiados, porque no se le distingue bien del criminal”, señaló Mark Singleton, director del Centro Internacional para el Antiterrorismo, con sede en Holanda. “En este campo, el imperio de la ley y los derechos humanos son irrenunciables. Hay unas 60 resoluciones de la ONU sobre la necesidad de respetarlos al supervisar fronteras y refugiados. De otro modo, se volverá contra nosotros”, añadió.
La reunión de Borderpol ha coincidido con la presentación de un libro del vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, que recoge sus pensamientos sobre la crisis migratoria. Según él, “los que no tengan derecho a quedarse deben ser devueltos enseguida a su tierra, porque si bien una sociedad diversa es dinámica, la diversidad no puede ser infinita (…) una sociedad necesita cohesión interna”, asevera.
Isabel Ferrer
La Haya, El País
Los grandes flujos de refugiados registrados en Europa en los últimos meses han transformado la percepción de las fronteras, y el derecho mismo de paso. Su vigilancia y protección es uno de los mayores retos afrontados por la comunidad internacional, y un nutrido grupo de agentes de inmigración, militares, policías y expertos en seguridad han participado en Holanda en un congreso internacional en busca de modelos fiables -y viables- de cooperación. Aunque la cita no estaba dedicada a Siria, el éxodo de la guerra ha planeado sobre el principal problema de las autoridades fronterizas: gestionar las llegadas sin vulnerar los derechos humanos e identificar a posibles terroristas.
El futuro de los refugiados es el otro dilema urgente, porque sin perspectivas, corren el peligro de convertirse en “las tribus modernas de nuestra época”, en palabras de Sanjay Dharwadker, directivo de la consultora WCC Smart Search & Match, especializada en cotejar identidades. Las vallas, que proliferan al paso de las columnas de personas en el seno mismo de la UE, tampoco parecen una solución. Es más, en lugar de frenarles, pueden enriquecer a los traficantes, que aumentan los precios exigidos para poder pasar. ¿Cómo controlar, entonces, unas fronteras, porosas en continentes como Asia y África, o que están empezando a cerrarse, como en Europa?
Citados por Borderpol, la organización global que reúne a policías y agencias de inmigración y asesora a Gobiernos y agrupaciones internacionales en asuntos de seguridad, los asistentes coincidieron en proponer una sola fórmula: el intercambio de información a escala internacional para prevenir las idas y venidas de sujetos peligrosos ocultos entre los que huyen del horror. El ejemplo más reciente de esta cooperación se produjo el pasado noviembre en París. “Inmediatamente después de los atentados, el FBI, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos-Investigaciones de Seguridad Nacional, y sus otros socios de orden público, prestaron asistencia a las autoridades francesas y belgas para que continuaran su investigación sobre los autores”, según Doug Gilmer, subdirector de la Fuerza Operativa Nacional Antiterrorista de la oficina, adscrita al Departamento de Justicia estadounidense. El posterior tiroteo de San Bernardino (California), saldado con 14 muertos, es otro caso extremo que demuestra “la necesidad de cooperar y no solo en momentos de crisis”.
4.000 europeos en el ISIS
En apariencia simple, la receta de la cooperación supone un reto mayúsculo en el caso sirio. Según datos del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (organismo independiente que colabora, entre otros, con el Kings College, de Londres, la Universidad estadounidense de Georgetown, y el Instituto Jordano de Diplomacia) unos 4.000 ciudadanos europeos forman parte del grupo de combatientes extranjeros -más de 20.000- que pelean del lado yihadista en Siria e Irak. La cifra va en aumento y supera el conflicto afgano de los años ochenta, que atrajo a 20.000 extranjeros. Con pasaportes legales, hasta un 30% de los europeos que viajaron a territorio sirio e iraquí regresa a su país sin demasiados problemas. Según otras cifras manejadas en el congreso, hay alrededor de 7.000 grupos terroristas de diversa índole en el mundo, legitimados en ocasiones por comunidades sumidas en la pobreza. A cambio de apoyo económico, les permiten moverse y ello dificulta su rastreo.
Dado que la amenaza entra ahora por las fronteras y muchos pasaportes son falsos, incluso uno legítimo de un país en guerra, pero abandonado en la escena de un atentado, “acentúa el miedo a los refugiados, porque no se le distingue bien del criminal”, señaló Mark Singleton, director del Centro Internacional para el Antiterrorismo, con sede en Holanda. “En este campo, el imperio de la ley y los derechos humanos son irrenunciables. Hay unas 60 resoluciones de la ONU sobre la necesidad de respetarlos al supervisar fronteras y refugiados. De otro modo, se volverá contra nosotros”, añadió.
La reunión de Borderpol ha coincidido con la presentación de un libro del vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, que recoge sus pensamientos sobre la crisis migratoria. Según él, “los que no tengan derecho a quedarse deben ser devueltos enseguida a su tierra, porque si bien una sociedad diversa es dinámica, la diversidad no puede ser infinita (…) una sociedad necesita cohesión interna”, asevera.