Japón pide perdón a Corea del Sur por las esclavas sexuales
Miles de coreanas fueron obligadas a prostituirse antes y durante la II Guerra Mundial
Xavier Fontdeglòria
Pekín, El País
Japón y Corea del Sur llegaron este lunes a un principio de acuerdo para resolver el conflicto de las esclavas sexuales, mujeres que durante la etapa de colonialismo japonés de la primera mitad del siglo XX fueron obligadas a prostituirse en burdeles del Ejército imperial. Japón asumió su responsabilidad por estos crímenes, que desde el fin de la II Guerra Mundial han sido un escollo en su política de relaciones en Asia, y pagará una compensación a las víctimas —quedan 46 supervivientes en el país— de unos 7,6 millones de euros dentro de un fondo gestionado por el Gobierno surcoreano.
Si hay un asunto que ha bloqueado los intentos de Japón y Corea del Sur de mejorar sus relaciones bilaterales es el de las esclavas sexuales. Fueron unas 200.000 mujeres, la mayoría coreanas pero también chinas y filipinas, obligadas a prostituirse en burdeles militares de Japón en las guerras de expansión por el continente desde inicios del siglo XX hasta el fin de la II Guerra Mundial.
Tras 12 rondas de negociaciones, la reunión entre los titulares de Exteriores de ambos países en Seúl se saldó con una “resolución final e irrevocable” de este espinoso capítulo de su historia común. “Este asunto ha herido profundamente el honor y la dignidad de muchas mujeres (...), el Gobierno japonés se siente sumamente responsable de ello”, aseguró el ministro nipón, Fumio Kishida. También expresó “disculpas y arrepentimiento” por parte del primer ministro japonés, Shinzo Abe, informa la agencia Yonhap.
“A mi cuarto venían hasta 20 hombres al día”
Kimiko Kaneda, de padre coreano y madre japonesa, fue una de las muchas mujeres que se convirtió en esclava sexual y una de las pocas que se atrevió a contar su historia, reproducida en el museo digital del Fondo de Mujeres Asiáticas. A los 16 años dejó su pueblo y se fue a Seúl como empleada doméstica de una familia japonesa. Pero allí la subieron en un tren a la ciudad china de Zaoqiang, donde acabó en un burdel militar.
“Hasta 20 hombres venían a mi habitaciónal día”, explicó Kaneda. La primera noche quiso resistirse a los abusos, pero un soldado amenazó con matarla si no hacía lo que él quería y acabó apuñalándola. Tras 20 días en la enfermería la llevaron de vuelta a su habitación. Otras veces que quiso enfrentarse a los soldados terminó con las muñecas rotas o golpeada. Pocos años después tuvo que someterse a una histerectomía (extracción del útero).
También vio soldados abusando de chicas menores. Kaneda fue una de las mujeres que aceptó el programa de reparación de daños de los noventa. Murió en 2005 a los 83 años.
Corea del Sur llevaba años pidiendo una disculpa formal y una compensación para las víctimas antes de que murieran (quedan solamente 46 supervivientes en el país, y todas superan los ochenta años), mientras que Japón defendía que los asuntos derivados de su colonización del país entre 1910 y 1945 ya se habían cerrado con el acuerdo que normalizó las relaciones bilaterales en 1965. De hecho, Abe llegó a rechazar durante su primer mandato como primer ministro japonés que el Ejército hubiera utilizado mujeres de confort surcoreanas —como se les llamaba de forma eufemística—, unas palabras de las que se tuvo que retractar tras las fuertes protestas de Seúl, que amenazó con graves consecuencias en las relaciones bilaterales.
El acuerdo pone en marcha un fondo de compensación a las víctimas que será gestionado por el Gobierno surcoreano, y al cual Japón aportará 1.000 millones de yenes (unos 7,6 millones de euros). En los años noventa ya se estableció el Fondo de Mujeres Asiáticas, una iniciativa nipona el mismo fin, pero muchas víctimas no aceptaron las indemnizaciones porque el proyecto era gestionado por ciudadanos japoneses y no por el Gobierno, lo que interpretaron como un perdón a medias.
Un nacionalismo suavizado
Kishida aseguró que el pacto “marca el inicio de una nueva era en los lazos entre Corea y Japón”. Los dos países, a pesar de ser aliados de EE UU en la región y de depender económicamente el uno del otro, habían reducido enormemente su diálogo político e incluso sus intercambios comerciales desde que Abe y la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, tomaron posesión de su cargo a finales de 2012 e inicios de 2013, respectivamente. Desde entonces ambos mandatarios han avivado, con fines políticos, el nacionalismo en sus países, aunque esta tendencia se ha suavizado.
La primera reunión bilateral entre Park y Abe fue en noviembre y en ella quedó patente que la voluntad de solucionar el conflicto de las esclavas sexuales era una prioridad para ambas partes. Park dijo públicamente que esperaba que el asunto se resolviera antes de acabar 2015, el año en el que se conmemora el 70 aniversario del fin de la II Guerra Mundial y el medio siglo de la normalización de las relaciones. “Nueve de estas mujeres han muerto a lo largo de este año”, dijo este lunes Park: “Espero que ahora los padecimientos psicológicos de las que quedan se vean aliviados”.
Xavier Fontdeglòria
Pekín, El País
Japón y Corea del Sur llegaron este lunes a un principio de acuerdo para resolver el conflicto de las esclavas sexuales, mujeres que durante la etapa de colonialismo japonés de la primera mitad del siglo XX fueron obligadas a prostituirse en burdeles del Ejército imperial. Japón asumió su responsabilidad por estos crímenes, que desde el fin de la II Guerra Mundial han sido un escollo en su política de relaciones en Asia, y pagará una compensación a las víctimas —quedan 46 supervivientes en el país— de unos 7,6 millones de euros dentro de un fondo gestionado por el Gobierno surcoreano.
Si hay un asunto que ha bloqueado los intentos de Japón y Corea del Sur de mejorar sus relaciones bilaterales es el de las esclavas sexuales. Fueron unas 200.000 mujeres, la mayoría coreanas pero también chinas y filipinas, obligadas a prostituirse en burdeles militares de Japón en las guerras de expansión por el continente desde inicios del siglo XX hasta el fin de la II Guerra Mundial.
Tras 12 rondas de negociaciones, la reunión entre los titulares de Exteriores de ambos países en Seúl se saldó con una “resolución final e irrevocable” de este espinoso capítulo de su historia común. “Este asunto ha herido profundamente el honor y la dignidad de muchas mujeres (...), el Gobierno japonés se siente sumamente responsable de ello”, aseguró el ministro nipón, Fumio Kishida. También expresó “disculpas y arrepentimiento” por parte del primer ministro japonés, Shinzo Abe, informa la agencia Yonhap.
“A mi cuarto venían hasta 20 hombres al día”
Kimiko Kaneda, de padre coreano y madre japonesa, fue una de las muchas mujeres que se convirtió en esclava sexual y una de las pocas que se atrevió a contar su historia, reproducida en el museo digital del Fondo de Mujeres Asiáticas. A los 16 años dejó su pueblo y se fue a Seúl como empleada doméstica de una familia japonesa. Pero allí la subieron en un tren a la ciudad china de Zaoqiang, donde acabó en un burdel militar.
“Hasta 20 hombres venían a mi habitaciónal día”, explicó Kaneda. La primera noche quiso resistirse a los abusos, pero un soldado amenazó con matarla si no hacía lo que él quería y acabó apuñalándola. Tras 20 días en la enfermería la llevaron de vuelta a su habitación. Otras veces que quiso enfrentarse a los soldados terminó con las muñecas rotas o golpeada. Pocos años después tuvo que someterse a una histerectomía (extracción del útero).
También vio soldados abusando de chicas menores. Kaneda fue una de las mujeres que aceptó el programa de reparación de daños de los noventa. Murió en 2005 a los 83 años.
Corea del Sur llevaba años pidiendo una disculpa formal y una compensación para las víctimas antes de que murieran (quedan solamente 46 supervivientes en el país, y todas superan los ochenta años), mientras que Japón defendía que los asuntos derivados de su colonización del país entre 1910 y 1945 ya se habían cerrado con el acuerdo que normalizó las relaciones bilaterales en 1965. De hecho, Abe llegó a rechazar durante su primer mandato como primer ministro japonés que el Ejército hubiera utilizado mujeres de confort surcoreanas —como se les llamaba de forma eufemística—, unas palabras de las que se tuvo que retractar tras las fuertes protestas de Seúl, que amenazó con graves consecuencias en las relaciones bilaterales.
El acuerdo pone en marcha un fondo de compensación a las víctimas que será gestionado por el Gobierno surcoreano, y al cual Japón aportará 1.000 millones de yenes (unos 7,6 millones de euros). En los años noventa ya se estableció el Fondo de Mujeres Asiáticas, una iniciativa nipona el mismo fin, pero muchas víctimas no aceptaron las indemnizaciones porque el proyecto era gestionado por ciudadanos japoneses y no por el Gobierno, lo que interpretaron como un perdón a medias.
Un nacionalismo suavizado
Kishida aseguró que el pacto “marca el inicio de una nueva era en los lazos entre Corea y Japón”. Los dos países, a pesar de ser aliados de EE UU en la región y de depender económicamente el uno del otro, habían reducido enormemente su diálogo político e incluso sus intercambios comerciales desde que Abe y la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, tomaron posesión de su cargo a finales de 2012 e inicios de 2013, respectivamente. Desde entonces ambos mandatarios han avivado, con fines políticos, el nacionalismo en sus países, aunque esta tendencia se ha suavizado.
La primera reunión bilateral entre Park y Abe fue en noviembre y en ella quedó patente que la voluntad de solucionar el conflicto de las esclavas sexuales era una prioridad para ambas partes. Park dijo públicamente que esperaba que el asunto se resolviera antes de acabar 2015, el año en el que se conmemora el 70 aniversario del fin de la II Guerra Mundial y el medio siglo de la normalización de las relaciones. “Nueve de estas mujeres han muerto a lo largo de este año”, dijo este lunes Park: “Espero que ahora los padecimientos psicológicos de las que quedan se vean aliviados”.