Israel redobla la guardia en el Golán por la amenaza de ataques desde Siria

El Ejército refuerza con tanques y drones la vigilancia de frontera con el país árabe

Juan Carlos Sanz Merom
Golan, El País
“Esa no es nuestra guerra, pero estamos muy pendientes de lo que ocurre allí abajo”, explica un oficial de inteligencia desde la cima del monte Bental, uno de los promontorios de los Altos del Golán. El Ejército israelí ha reforzado con carros de combate y drones la vigilancia de la zona fronteriza con Siria ante la presencia de rebeldes afiliados al Estado Islámico (ISIS) y la amenaza de ataques de Hezbolá, la guerrilla libanesa aliada con las fuerzas de Bachar el Asad.


En el filo de la meseta ocupada por Israel en 1967, desde donde se divisa la planicie del sur de Siria a apenas 60 kilómetros de Damasco, una carretera bordea la línea de alto el fuego tras la guerra del Yom Kipur, el último intento del régimen de Damasco para recuperar en 1973 el control de las estratégicas alturas. Dos soldados israelíes han lanzado un dron de observación con lo que parece un gran tirachinas de goma y se disponen a regresar a su base. “Esta tarde nos contará lo que ha visto con su cámara. El pájaro sabe volver solo a casa”, bromea uno de los militares de reemplazo entre el eco de los disparos de fusiles de asalto en el territorio sirio.

La mayor parte de la llanura de Quneitra situada a los pies de los Altos del Golán se halla bajo control del Ejército de la Conquista, una coalición de milicias rebeldes encabezada por el Frente al Nusra, la franquicia de Al Qaeda en el conflicto de Siria. Sus combatientes dominan el área de la antigua Quneitra, una ciudad fantasma de 50.000 habitantes abandonada por Damasco en una zona tampón patrullada por 2.000 cascos azules de la misión UNDOF de la ONU. El Ejército regular se mantiene en la nueva Quneitra, erigida al pie del monte Hermón, al norte en el horizonte, desde donde opera Hezbolá. Esta misma semana, la guerrilla chií libanesa ha acusado a Israel de la muerte en un bombardeo de uno de sus comandantes, el druso Samir Kuntar, considerado “jefe de la resistencia” que lucha contra la anexión del Golán que el Estado judío formalizó en 1981.

Hacia el sur de las cumbres de Bental, cerca de la frontera con Jordania, se halla el feudo de la Brigada de los Mártires de Yarmuk, una milicia yihadista que se afilió al Estado Islámico en 2014. “El ISIS no tiene aquí combatientes extranjeros en sus filas; todos son milicianos sirios procedentes de esta misma región, y combaten directamente contra las tropas de El Asad”, precisan fuentes de la inteligencia militar sobre el terreno, tras subrayar que no se ha detectado una amenaza inmediata de ataques yihadistas contra Israel.

El teniente coronel Itzik Malka, dirige la unidad de sanidad militar israelí en el Golán, que desde 2013 ha atendido a unos 2.000 sirios heridos en el conflicto. “Solo el 20% son hombres en edad de combatir, el resto son civiles, entre ellos muchos niños”, precisa. “El Estado Mayor ha ordenado no prestar atención médica a los combatientes yihadistas”, admite el oficial, “pero en la puerta de la valla de separación solo vemos hombres desarmados que son evacuados hasta allí cada dos o tres días”.

El Ejército israelí cuenta con un pequeño hospital de campaña en una base próxima a la frontera, donde se practican las primeras curas. Los heridos graves son trasladados a centros médicos civiles del norte de Israel. “Lamentablemente, cuando están saturados y no admiten más pacientes, no tenemos más remedio que devolverlos a territorio sirio”, reconoce el teniente coronel junto a una ambulancia rodeado de sanitarios militares.

Linchados por los drusos

El pasado mes de junio, en plena ofensiva de rebeldes yihadistas contra los pueblos drusos del sur de Siria leales al régimen de Bachar el Asad, un grupo de drusos del Golán —los únicos sirios que permanecieron en la meseta tras la ocupación de Israel— asaltó una ambulancia militar israelí en la que eran evacuados dos supuestos combatientes islamistas heridos y mataron a uno de ellos. “No pudimos protegerlos del linchamiento”, recuerda Malka. Fue uno de los incidentes más graves protagonizados por drusos, una minoría religiosa escindida del islam y establecida en varios países de la región, en cada uno de los cuales se ha integrado plenamente, aunque manteniendo siempre una identidad apegada a la tierra.

Un viejo tanque sirio, en el Golán. / E. KAPROV

En uno de los caminos rurales que lleva de Majdal Sjams a Bugata, dos de las principales poblaciones drusas del norte del Golán, Abdel Mayan, de 45 años, repara junto con uno de sus hijos la cerca de su plantación de manzanos. “Desde que han entrado en acción los rusos en Siria, esto está muy tranquilo. El presidente El Asad va a darle a los terroristas su merecido”, asegura este agricultor druso. “Los israelíes nos quitaron los pasaportes sirios en 1975, y nos dieron unos nuevos documentos de identidad, pero nosotros nos seguimos sintiendo sirios”, responde tajante. “Mi hijo no prestará el servicio militar en Israel, aunque entiendo que los drusos de Galilea quieran ser soldados”, matiza. Solo un 10% de los 20.000 miembros de esta minoría en la meseta ha adquirido la nacionalidad israelí.

El Golán es una de las zonas más visitadas por los excursionistas israelíes, a pesar de la guerra en curso a escasos kilómetros, y cuenta en las faldas del monte Hermón con la única estación de esquí donde ondea la bandera con la estrella de David. Sus nieves alimentan los manantiales de los que nace el río Jordán, el principal aporte de agua dulce para Israel.

Casi todos los caminos conducen a la valla erigida por Israel, jalonada de detectores de movimientos y cámaras. Cuatro décadas después del último conflicto, el Golán sigue mostrando toda una imaginería bélica: tanques soviéticos T-52 abandonados en las cunetas por las fuerzas sirias, cuarteles del Ejército de Damasco en ruinas rodeados de viviendas y escuelas fantasmales, siluetas de soldados israelíes recortadas en un memorial de batallas con centenares de muertos… Y camuflado en un recodo de un bosque, con el paisaje sirio a sus pies y la nívea cima del monte Hermón en el horizonte, la mole de 65 toneladas de un carro de combate Merkava-4 (el mismo modelo que dejó las huellas de sus cadenas en la franja de Gaza en 2014), recuerda que sigue viva la amenaza de la guerra al otro lado de las alambradas.
La larga guerra como pretexto para una nueva colonización judía

Juan Carlos Sanz

Después de casi cinco años de guerra en el vecino país árabe, la artillería israelí se ha limitado a responder con salvas de represalia cada vez que los proyectiles de los bandos enfrentados caían sobre los Altos del Golán, donde existen cerca de 40 asentamientos con unos 20.000 colonos judíos. Sus productos agrícolas y sobre todo sus vinos kosher (aprobados por el rabinato) deben llevar ahora una etiqueta de origen —territorio ocupado— para ser exportados a la UE.

Sucesivos primeros ministros israelíes, el último Ehud Olmert en 2008, han intentado negociar un acuerdo de paz con Damasco a cambio de la devolución de la mayor parte de los Altos del Golán. Sectores nacionalistas del Gobierno de Benjamín Netanyahu plantean aprovechar ahora la descomposición de Siria tras la guerra civil como pretexto para crear nuevos asentamientos en la meseta con hasta 100.000 colonos judíos.

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