Fernández boicotea la investidura de Macri y agrava la fractura argentina
Cristina Fernández no colocará la banda presidencial al liberal Mauricio Macri
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
No habrá imagen icónica del cambio de ciclo en Argentina. Cristina Fernándezde Kirchner no colocará este jueves la banda presidencial al liberal Mauricio Macri, el gesto simbólico de la entrega del poder que sí tuvieron Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y la presidenta. La foto más esperada nunca existirá. El kirchnerismo, que pierde el poder después de 12 años, deja claro así desde antes incluso de la llegada de Macri que tendrá enfrente una oposición dura. Él ganó por menos de tres puntos y este arranque de mandato apunta a una tensión imparable en la que los kirchneristas hablan ya de situación “parecida a un golpe de Estado”. Empeora así la crisis institucional de un país partido en dos.
Las elecciones del 22 de noviembre mostraron una Argentina dividida por la mitad, con el liberal Macri (Cambiemos) respaldado por un 51% y el peronista Daniel Scioli (Frente para la Victoria) con casi un 49%. Menos de 700.000 votos de diferencia. El peronismo reconoció la derrota y Scioli felicitó a Macri, pero ese día empezó la batalla interna para organizar la oposición. La presidenta trabaja desde ese día para mantener el liderazgo del peronismo y prepararse para recuperar el poder lo antes posible.
En ese marco llega una ruptura traumática, inesperada, que implica que tanto Fernández de Kirchner como buena parte de sus diputados fieles no van a estar presentes en la toma de posesión de Macri, un acto de hostilidad inédito en Argentina e impensable en otros países. En la calle los kirchneristas se manifestarán contra Macri mientras sus seguidores lo aplaudirán, un auténtico desafío para la policía.
Todo, como es habitual en Argentina, con un enorme dramatismo y emitido en directo por las televisiones. Este miércoles el plato fuerte era la manifestación de despedida a la presidenta en la Plaza de Mayo, que los suyos asocian con Eva Perón, y la inauguración de un busto del fallecido expresidente Néstor Kirchner en la Casa Rosada. Las escenas se suceden con tempo cinematográfico y gran despliegue de imágenes impactantes, aunque no hay guión sino una enorme capacidad de improvisación de los actores principales.
Una vez producida la ruptura, desde ambos sectores se buscan culpables. El macrismo responsabiliza a la presidenta. Los kirchneristas culpan a Macri por haber acudido a la justicia para resolver el conflicto. Durante varios días hubo negociaciones. Macri quería que Fernández le entregara la banda presidencial en la Casa Rosada y ella insistía en hacerlo en el Congreso. Él decidió curarse en salud y reclamó a la jueza María Servini de Cubrini, conocida en España por haber impulsado los procesos contra represores franquistas, que determinase a partir de qué hora es presidente. Según la interpretación de Macri, él toma posesión automáticamente a la medianoche del miércoles al jueves y, en consecuencia, es él quien organiza la ceremonia de sucesión. Los kirchneristas interpretaban que él no asume hasta que no jura su cargo, a mediodía. La jueza dio la razón a Macri, y determinó que Fernández de Kirchner deja de ser presidenta a las 23.59 del miércoles.
Este nivel de detalle da cuenta de la noria en la que se ha instalado la política argentina. Se sabía que no iba a ser fácil, porque Macri y Fernández vienen de mundos opuestos y el enfrentamiento ha sido muy duro en los últimos años. Pero ni siquiera los más pesimistas pensaban que acabaría así. De hecho, ella había asegurado que acudiría a la ceremonia y entregaría la banda presidencial a su sucesor. Parecía el único acuerdo logrado en la reunión que tuvieron, de la que ni siquiera hubo una fotografía. Los argentinos no han visto aún juntos al presidente entrante y a la saliente. Y todo indica que no los verán.
Macri jurará en el Congreso y luego recibirá el bastón y la banda presidencial de manos del presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, en la Casa Rosada.
Tensión creciente
La tensión no para de crecer. “Es muy triste”, aseguraba el macrista Federico Pinedo, presidente transitorio del Senado, que ocupará el poder durante unas horas. “Entre un golpe de Estado y esto no hay mucha diferencia. Durante 12 horas, desde las 00.00 del jueves hasta las 12.00, no habrá presidente en la Argentina, no habrá autoridad”, clamaba el jefe de los servicios secretos y hombre de máxima confianza de los Kirchner, Óscar Parrilli. “Ellos no quieren que la presidenta esté, no va a ir, es hasta riesgoso para su seguridad”, remataba el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.
Una vez producida la ruptura, desde ambos sectores se buscan culpables
El fin de semana Macri llamó a Fernández de Kirchner para poner sus condiciones para la ceremonia y ella publicó una carta en la que aseguraba que el presidente electo le había gritado y tuvo que “recordarle que hablaba con una mujer”. Se mostró dolida y contó que como gesto de buena voluntad incluso había cambiado las flores de la residencia presidencial para poner unas amarillas, el color del partido de Macri.
En una novela que las cinco televisiones de información 24 horas argentinas ofrecen en directo, le contestó la esposa de Macri, Juliana Awada, ante su casa. “Yo estaba al lado de mi marido, no es verdad, él no grita a nadie”, aseguró. Aún quedaba un episodio. El hijo de la presidenta, el diputado Máximo Kirchner, que estaba con su madre durante la llamada, entró en escena: “Yo estaba presente y vi el trato que le ofreció Macri, fue una falta de respeto”. La novela tendrá hoy nuevos capítulos.
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
No habrá imagen icónica del cambio de ciclo en Argentina. Cristina Fernándezde Kirchner no colocará este jueves la banda presidencial al liberal Mauricio Macri, el gesto simbólico de la entrega del poder que sí tuvieron Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y la presidenta. La foto más esperada nunca existirá. El kirchnerismo, que pierde el poder después de 12 años, deja claro así desde antes incluso de la llegada de Macri que tendrá enfrente una oposición dura. Él ganó por menos de tres puntos y este arranque de mandato apunta a una tensión imparable en la que los kirchneristas hablan ya de situación “parecida a un golpe de Estado”. Empeora así la crisis institucional de un país partido en dos.
Las elecciones del 22 de noviembre mostraron una Argentina dividida por la mitad, con el liberal Macri (Cambiemos) respaldado por un 51% y el peronista Daniel Scioli (Frente para la Victoria) con casi un 49%. Menos de 700.000 votos de diferencia. El peronismo reconoció la derrota y Scioli felicitó a Macri, pero ese día empezó la batalla interna para organizar la oposición. La presidenta trabaja desde ese día para mantener el liderazgo del peronismo y prepararse para recuperar el poder lo antes posible.
En ese marco llega una ruptura traumática, inesperada, que implica que tanto Fernández de Kirchner como buena parte de sus diputados fieles no van a estar presentes en la toma de posesión de Macri, un acto de hostilidad inédito en Argentina e impensable en otros países. En la calle los kirchneristas se manifestarán contra Macri mientras sus seguidores lo aplaudirán, un auténtico desafío para la policía.
Todo, como es habitual en Argentina, con un enorme dramatismo y emitido en directo por las televisiones. Este miércoles el plato fuerte era la manifestación de despedida a la presidenta en la Plaza de Mayo, que los suyos asocian con Eva Perón, y la inauguración de un busto del fallecido expresidente Néstor Kirchner en la Casa Rosada. Las escenas se suceden con tempo cinematográfico y gran despliegue de imágenes impactantes, aunque no hay guión sino una enorme capacidad de improvisación de los actores principales.
Una vez producida la ruptura, desde ambos sectores se buscan culpables. El macrismo responsabiliza a la presidenta. Los kirchneristas culpan a Macri por haber acudido a la justicia para resolver el conflicto. Durante varios días hubo negociaciones. Macri quería que Fernández le entregara la banda presidencial en la Casa Rosada y ella insistía en hacerlo en el Congreso. Él decidió curarse en salud y reclamó a la jueza María Servini de Cubrini, conocida en España por haber impulsado los procesos contra represores franquistas, que determinase a partir de qué hora es presidente. Según la interpretación de Macri, él toma posesión automáticamente a la medianoche del miércoles al jueves y, en consecuencia, es él quien organiza la ceremonia de sucesión. Los kirchneristas interpretaban que él no asume hasta que no jura su cargo, a mediodía. La jueza dio la razón a Macri, y determinó que Fernández de Kirchner deja de ser presidenta a las 23.59 del miércoles.
Este nivel de detalle da cuenta de la noria en la que se ha instalado la política argentina. Se sabía que no iba a ser fácil, porque Macri y Fernández vienen de mundos opuestos y el enfrentamiento ha sido muy duro en los últimos años. Pero ni siquiera los más pesimistas pensaban que acabaría así. De hecho, ella había asegurado que acudiría a la ceremonia y entregaría la banda presidencial a su sucesor. Parecía el único acuerdo logrado en la reunión que tuvieron, de la que ni siquiera hubo una fotografía. Los argentinos no han visto aún juntos al presidente entrante y a la saliente. Y todo indica que no los verán.
Macri jurará en el Congreso y luego recibirá el bastón y la banda presidencial de manos del presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, en la Casa Rosada.
Tensión creciente
La tensión no para de crecer. “Es muy triste”, aseguraba el macrista Federico Pinedo, presidente transitorio del Senado, que ocupará el poder durante unas horas. “Entre un golpe de Estado y esto no hay mucha diferencia. Durante 12 horas, desde las 00.00 del jueves hasta las 12.00, no habrá presidente en la Argentina, no habrá autoridad”, clamaba el jefe de los servicios secretos y hombre de máxima confianza de los Kirchner, Óscar Parrilli. “Ellos no quieren que la presidenta esté, no va a ir, es hasta riesgoso para su seguridad”, remataba el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.
Una vez producida la ruptura, desde ambos sectores se buscan culpables
El fin de semana Macri llamó a Fernández de Kirchner para poner sus condiciones para la ceremonia y ella publicó una carta en la que aseguraba que el presidente electo le había gritado y tuvo que “recordarle que hablaba con una mujer”. Se mostró dolida y contó que como gesto de buena voluntad incluso había cambiado las flores de la residencia presidencial para poner unas amarillas, el color del partido de Macri.
En una novela que las cinco televisiones de información 24 horas argentinas ofrecen en directo, le contestó la esposa de Macri, Juliana Awada, ante su casa. “Yo estaba al lado de mi marido, no es verdad, él no grita a nadie”, aseguró. Aún quedaba un episodio. El hijo de la presidenta, el diputado Máximo Kirchner, que estaba con su madre durante la llamada, entró en escena: “Yo estaba presente y vi el trato que le ofreció Macri, fue una falta de respeto”. La novela tendrá hoy nuevos capítulos.