El Parlamento griego insta a Tsipras a reconocer el Estado de Palestina
Las relaciones bilaterales de Grecia e Israel se han incrementado en los últimos meses bajo el Gobierno de Syriza, sobre todo en cuestiones de energía y defensa
María Antonia Sánchez-Vallejo
Madrid, El País
La visita a Atenas con honores de jefe de Estado de Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, con motivo de la aprobación por el Parlamento griego de una resolución que insta al Gobierno al reconocimiento de Palestina como Estado, ha levantado ampollas en Israel. Las relaciones bilaterales greco-israelíes se habían incrementado en los últimos meses, incluso con la firma de un importante tratado de defensa bilateral, y en enero está previsto un doble encuentro de Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, con su homólogo Alexis Tsipras. Varios ministros griegos han viajado asimismo en los últimos meses a Israel.
Abbas se entrevistó este lunes en Atenas con el presidente griego, Prokopis Pavlópulos, y el primer ministro Alexis Tsipras. Este martes el Parlamento, a instancias del Ejecutivo, adoptó una resolución simbólica no vinculante que insta al Gobierno a reconocer el Estado de Palestina, similar a la aprobada por otros parlamentos europeos. El texto fue suscrito unánimemente la semana pasada por el comité de Exteriores y Defensa del Parlamento, a cuyo pleno Abbas se dirigió hoy con un discurso de agradecimiento. No obstante, sobre el reconocimiento oficial de Palestina, Tsipras matizó este lunes que se hará “en el momento oportuno”. Fuentes del Ministerio de Exteriores griego subrayaron que se ha evitado ir más allá "para no dañar las relaciones bilaterales".
Por mor de esta política de acercamiento, lejos quedan los tiempos en que en el programa electoral de Syriza (al menos hasta 2012) aparecía una mención expresa a cancelar los acuerdos militares con Israel. Los intereses energéticos, centrados en un inmenso yacimiento de gas natural en aguas chipriotas e israelíes, y los de seguridad, así como el turismo —el número de turistas israelíes en Grecia se ha multiplicado exponencialmente en los últimos años—, han acercado a Grecia e Israel —adonde Tsipras viajó a finales de noviembre y volverá dentro de un mes—, pero también al Egipto del general Abdelfatá al Sisi, otro sorprendente compañero de viaje regional con el que Atenas ha incrementado la cooperación.
Cooperación militar
En julio, el Ejecutivo de Tsipras firmó un convenio de cooperación militar con Israel que fue muy criticado en Grecia, por la presunta claudicación que implicaba respecto a las promesas electorales de Syriza (y que algunos consideran un peaje que el partido de Tsipras debe pagar por el respaldo de Griegos Independientes, ANEL). El ministro griego de Defensa, Panos Kammenos —líder de ANEL—, ha viajado ya a Israel en visita oficial. También lo ha hecho el titular de Exteriores, Nikos Kotziás.
Desde la llegada al poder de Syriza, en enero —una victoria revalidada en las elecciones de septiembre—, Egipto, Chipre y Grecia han celebrado varias cumbres trilaterales, con una agenda de cooperación energética y de seguridad; a ellas hay que añadir el próximo encuentro Grecia-Chipre-Israel, en enero si la resolución a favor del Estado palestino no lo frustra.
Como gusta de repetir Kotziás, Grecia está inmersa en el “triángulo de desestabilización” del Mediterráneo: Libia a un lado, Irak y Siria al otro. Kotziás explicaba a este periódico hace unos meses el porqué de la elección de algunos de estos socios, en referencia a la preocupación que el caos libio genera en la Unión Europea: “Detrás de Libia hay cientos de miles de emigrantes dispuestos a dar el salto a Europa. Pero detrás de Egipto hay millones”. El mismo Kotziás asumía que no resulta muy popular aliarse con un régimen golpista como el del general Al Sisi, pero que el pragmatismo se impone.
Estos movimientos, además, se inscriben en una ambiciosa diplomacia multilateral, inaugurada en enero con un primer guiño a Rusia y que, además de China, incluye a Irán entre los socios —sobre todo en materia energética—, y en el marco de una crisis migratoria de dimensiones colosales, atizada por el temor al Estado Islámico (ISIS, en sus siglas inglesas), tanto en Oriente Próximo como en Europa. Razones que explican que Atenas no descuide, pese al cordón umbilical que la unirá a Bruselas durante al menos tres años más —los de vigencia del tercer rescate, de 86.000 millones—, su delicado flanco suroriental.
María Antonia Sánchez-Vallejo
Madrid, El País
La visita a Atenas con honores de jefe de Estado de Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, con motivo de la aprobación por el Parlamento griego de una resolución que insta al Gobierno al reconocimiento de Palestina como Estado, ha levantado ampollas en Israel. Las relaciones bilaterales greco-israelíes se habían incrementado en los últimos meses, incluso con la firma de un importante tratado de defensa bilateral, y en enero está previsto un doble encuentro de Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, con su homólogo Alexis Tsipras. Varios ministros griegos han viajado asimismo en los últimos meses a Israel.
Abbas se entrevistó este lunes en Atenas con el presidente griego, Prokopis Pavlópulos, y el primer ministro Alexis Tsipras. Este martes el Parlamento, a instancias del Ejecutivo, adoptó una resolución simbólica no vinculante que insta al Gobierno a reconocer el Estado de Palestina, similar a la aprobada por otros parlamentos europeos. El texto fue suscrito unánimemente la semana pasada por el comité de Exteriores y Defensa del Parlamento, a cuyo pleno Abbas se dirigió hoy con un discurso de agradecimiento. No obstante, sobre el reconocimiento oficial de Palestina, Tsipras matizó este lunes que se hará “en el momento oportuno”. Fuentes del Ministerio de Exteriores griego subrayaron que se ha evitado ir más allá "para no dañar las relaciones bilaterales".
Por mor de esta política de acercamiento, lejos quedan los tiempos en que en el programa electoral de Syriza (al menos hasta 2012) aparecía una mención expresa a cancelar los acuerdos militares con Israel. Los intereses energéticos, centrados en un inmenso yacimiento de gas natural en aguas chipriotas e israelíes, y los de seguridad, así como el turismo —el número de turistas israelíes en Grecia se ha multiplicado exponencialmente en los últimos años—, han acercado a Grecia e Israel —adonde Tsipras viajó a finales de noviembre y volverá dentro de un mes—, pero también al Egipto del general Abdelfatá al Sisi, otro sorprendente compañero de viaje regional con el que Atenas ha incrementado la cooperación.
Cooperación militar
En julio, el Ejecutivo de Tsipras firmó un convenio de cooperación militar con Israel que fue muy criticado en Grecia, por la presunta claudicación que implicaba respecto a las promesas electorales de Syriza (y que algunos consideran un peaje que el partido de Tsipras debe pagar por el respaldo de Griegos Independientes, ANEL). El ministro griego de Defensa, Panos Kammenos —líder de ANEL—, ha viajado ya a Israel en visita oficial. También lo ha hecho el titular de Exteriores, Nikos Kotziás.
Desde la llegada al poder de Syriza, en enero —una victoria revalidada en las elecciones de septiembre—, Egipto, Chipre y Grecia han celebrado varias cumbres trilaterales, con una agenda de cooperación energética y de seguridad; a ellas hay que añadir el próximo encuentro Grecia-Chipre-Israel, en enero si la resolución a favor del Estado palestino no lo frustra.
Como gusta de repetir Kotziás, Grecia está inmersa en el “triángulo de desestabilización” del Mediterráneo: Libia a un lado, Irak y Siria al otro. Kotziás explicaba a este periódico hace unos meses el porqué de la elección de algunos de estos socios, en referencia a la preocupación que el caos libio genera en la Unión Europea: “Detrás de Libia hay cientos de miles de emigrantes dispuestos a dar el salto a Europa. Pero detrás de Egipto hay millones”. El mismo Kotziás asumía que no resulta muy popular aliarse con un régimen golpista como el del general Al Sisi, pero que el pragmatismo se impone.
Estos movimientos, además, se inscriben en una ambiciosa diplomacia multilateral, inaugurada en enero con un primer guiño a Rusia y que, además de China, incluye a Irán entre los socios —sobre todo en materia energética—, y en el marco de una crisis migratoria de dimensiones colosales, atizada por el temor al Estado Islámico (ISIS, en sus siglas inglesas), tanto en Oriente Próximo como en Europa. Razones que explican que Atenas no descuide, pese al cordón umbilical que la unirá a Bruselas durante al menos tres años más —los de vigencia del tercer rescate, de 86.000 millones—, su delicado flanco suroriental.