El Papa aprueba la canonización de la madre Teresa de Calcuta
La fundadora de las misioneras de la Caridad será proclamada santa el próximo septiembre
Pablo Ordaz
Roma, El País
La madre Teresa de Calcuta será proclamada santa el próximo 4 de septiembre. Así lo ha decidido el papa Francisco después de reconocer la curación supuestamente milagrosa de un brasileño que en 2008 se encontraba en fase terminal y cuya esposa se encomendó a la fundadora de las Misioneras de la Caridad, Agnes Gonxha Bojaxhiu, nacida en la actual Macedonia en 1910 y fallecida en la India en 1997 después de dedicar su vida a los más pobres. Juan Pablo II ya la había declarado beata en 2003.
Se podría decir que el proceso de canonización de la madre Teresa empezó en la India, el mismo día de su muerte. Millones de personas acompañaron sus restos mortales por las calles de Calcuta y jefes de Estado de todo el mundo acudieron a su funeral. Ya hacía casi medio siglo que había solicitado al Vaticano la fundación de una congregación de monjas con un objetivo casi utópico: “Cuidar a los hambrientos, los desnudos, los que no tienen hogar, los lisiados, los ciegos, los leprosos, toda esa gente que se siente inútil, no amada, o desprotegida por la sociedad, gente que se ha convertido en una carga para la sociedad y que son rechazados por todos". La madre Teresa obtuvo el permiso en 1950 y se encargó de llevar la utopía a la práctica.
Dos años después inauguró el primer hogar de moribundos de Calcuta sobre las ruinas de un templo hindú. Cinco años después, un hogar para niños abandonados. Enseguida, un centro para atención de los leprosos. A partir de 1965, la congregación de las misioneras de la Caridad empezó a extenderse por el mundo y, cuando murió, en 1997, la orden ya tenía 610 misiones en 123 países. Ya en 1979 había obtenido el Premio Nobel de la Paz. El valor indudable de su trabajo por los pobres y su carisma provocaron que el proceso de beatificación se iniciara, gracias a una dispensa papal, dos años después de su muerte, y no los cinco que establece el Derecho Canónico. Para que alguien sea declarado beato por la Santa Sede se necesita el reconocimiento oficial de un supuesto milagro, y para la canonización, uno más.
El primer supuesto milagro se produjo en 1998. Monica Besra, una madre de cinco hijos que había sido acogida por las misioneras de la Caridad en Roma tras haber sido desahuciada por los médicos, se curó inexplicablemente después de que una de las monjas le colocara sobre el pecho una estampa de la madre Teresa. La ceremonia de beatificación se celebró el 19 de octubre de 2003 y a Roma acudieron cientos de miles de personas.
El reconocimiento de un segundo milagro, necesario para la canonización, ha sido reconocido ahora por el papa Francisco. La “curación extraordinaria” ocurrió en 2008, cuando un brasileño que se encontraba en fase terminal por graves cerebrales entró en coma y los médicos decidieron operarlo a vida o muerte. Pero la intervención quirúrgica se suspendió por problemas técnicos. Media hora después, al regresar a la sala de operaciones, “el médico se encontró al paciente sentado, asintomático, despierto, perfectamente consciente y preguntándose qué hacía allí”, según explica en su edición de hoy el diario Avvenire, órgano oficial de la Conferencia Episcopal Italiana.
Pablo Ordaz
Roma, El País
La madre Teresa de Calcuta será proclamada santa el próximo 4 de septiembre. Así lo ha decidido el papa Francisco después de reconocer la curación supuestamente milagrosa de un brasileño que en 2008 se encontraba en fase terminal y cuya esposa se encomendó a la fundadora de las Misioneras de la Caridad, Agnes Gonxha Bojaxhiu, nacida en la actual Macedonia en 1910 y fallecida en la India en 1997 después de dedicar su vida a los más pobres. Juan Pablo II ya la había declarado beata en 2003.
Se podría decir que el proceso de canonización de la madre Teresa empezó en la India, el mismo día de su muerte. Millones de personas acompañaron sus restos mortales por las calles de Calcuta y jefes de Estado de todo el mundo acudieron a su funeral. Ya hacía casi medio siglo que había solicitado al Vaticano la fundación de una congregación de monjas con un objetivo casi utópico: “Cuidar a los hambrientos, los desnudos, los que no tienen hogar, los lisiados, los ciegos, los leprosos, toda esa gente que se siente inútil, no amada, o desprotegida por la sociedad, gente que se ha convertido en una carga para la sociedad y que son rechazados por todos". La madre Teresa obtuvo el permiso en 1950 y se encargó de llevar la utopía a la práctica.
Dos años después inauguró el primer hogar de moribundos de Calcuta sobre las ruinas de un templo hindú. Cinco años después, un hogar para niños abandonados. Enseguida, un centro para atención de los leprosos. A partir de 1965, la congregación de las misioneras de la Caridad empezó a extenderse por el mundo y, cuando murió, en 1997, la orden ya tenía 610 misiones en 123 países. Ya en 1979 había obtenido el Premio Nobel de la Paz. El valor indudable de su trabajo por los pobres y su carisma provocaron que el proceso de beatificación se iniciara, gracias a una dispensa papal, dos años después de su muerte, y no los cinco que establece el Derecho Canónico. Para que alguien sea declarado beato por la Santa Sede se necesita el reconocimiento oficial de un supuesto milagro, y para la canonización, uno más.
El primer supuesto milagro se produjo en 1998. Monica Besra, una madre de cinco hijos que había sido acogida por las misioneras de la Caridad en Roma tras haber sido desahuciada por los médicos, se curó inexplicablemente después de que una de las monjas le colocara sobre el pecho una estampa de la madre Teresa. La ceremonia de beatificación se celebró el 19 de octubre de 2003 y a Roma acudieron cientos de miles de personas.
El reconocimiento de un segundo milagro, necesario para la canonización, ha sido reconocido ahora por el papa Francisco. La “curación extraordinaria” ocurrió en 2008, cuando un brasileño que se encontraba en fase terminal por graves cerebrales entró en coma y los médicos decidieron operarlo a vida o muerte. Pero la intervención quirúrgica se suspendió por problemas técnicos. Media hora después, al regresar a la sala de operaciones, “el médico se encontró al paciente sentado, asintomático, despierto, perfectamente consciente y preguntándose qué hacía allí”, según explica en su edición de hoy el diario Avvenire, órgano oficial de la Conferencia Episcopal Italiana.