El coste de la guerra en Yemen empieza a preocupar a los saudíes
El gasto militar sumado a la caída del precio del petróleo obliga a hacer recortes en la educación, la sanidad y las infraestructuras
Ángeles Espinosa
Riad / Yeddah, El País
Al recibir la última nómina hace unos días, el saudí Yaafar M. notó un descuento de 4.000 riales (1.000 euros). Tras consultar en la web de la universidad de Riad donde da clases, descubrió que se le ha retirado uno de los pluses que recibe. A él, y al resto de los profesores. “Es cosa del Ministerio [de Educación]”, le respondieron en el departamento de personal. La medida, sobre la que no se les avisó de antemano, es fruto de los recortes que el Gobierno de Arabia Saudí se ha visto obligado a imponer ante el descenso de los precios de petróleo. Sin embargo, la escasez de ingresos no parece afectar a los gastos militares y de seguridad, algo que preocupa a un creciente número de saudíes.
Los ajustes alcanzan a todos los ámbitos. En los hospitales públicos se han suprimido las horas extras y los incentivos por asistir a conferencias. En los privados, los médicos acusan un descenso de pacientes. “Al disponer de menos dinero, muchos saudíes acuden a la sanidad pública, y entre los extranjeros, como se contrata menos, hay menos asegurados”, explican fuentes médicas.
“Todo esto mientras [los gobernantes] se dedican a destruir Yemen y no dejan de comprar armas”, se queja Yaafar M. con inusual franqueza ante un extranjero.
Aunque Arabia Saudí ha reducido su presupuesto de defensa un 2 % este año, es el octavo país que más gasta en armamento, unos 42.500 millones de euros, según la consultora IHS, y planea aumentar esa cifra un 27 % durante los próximos cinco años.
Oficialmente, la intervención en Yemen es una empresa popular que ha desatado una oleada de patriotismo. Son numerosas las voces que respaldan “dar una lección a Irán”. En un país mayoritariamente suní, y donde impera una interpretación especialmente rígida de esa rama del islam, los conflictos de Siria, Irak, Bahréin, Líbano y Yemen se ven como resultado de la intervención de Teherán. Acostumbrados a una visión monolítica del mundo, los saudíes encajan mal la diversidad y descartan que los chiíes de Bahréin o los rebeldes Huthis de Yemen se hayan levantado contra sus Gobiernos sin el apoyo iraní. Las intervenciones de EE. UU. en Irak y Afganistán, que han terminado beneficiando a la República Islámica, les han convencido de que los suníes (el 90 % de los musulmanes) están amenazados por los chiíes.
“La mayoría de la gente piensa que debiéramos haberlo hecho hace años, sin embargo, también hay muchos que discrepan. Consideran que Arabia Saudí no está preparada para hacer frente a la guerra y que está costando demasiado. Sospechan que las víctimas son más numerosas de lo que se anuncia oficialmente”, admite no obstante un conocido periodista saudí a condición de no ser identificado. “La situación ya era bastante mala, no necesitábamos añadir un nuevo conflicto. No veo una salida sin perder la cara”, confía.
La prolongación de la guerra, que ya entrado en su noveno mes, añade inquietud al estado de ánimo de los saudíes. No solo no se ha logrado restaurar al Gobierno de Abdrabbo Mansur Hadi en Saná, sino que se están produciendo ataques en la frontera, dentro de territorio saudí. Poco a poco, la convicción de que las revueltas sucedidas en otros países podrían producirse también en el reino empieza a encontrar eco en algunos sectores. Incluso hay quienes están comprando casas fuera por si acaso.
“Este país está en una situación muy preocupante”, coinciden fuentes diplomáticas occidentales en Riad.
También los empresarios saudíes empiezan a filtrar su intranquilidad. Con el 90 % de los ingresos nacionales dependientes del petróleo, el reino se encuentra acorralado: o sube rápidamente el precio del barril, o pone fin a la aventura en Yemen. Sin embargo, todo apunta a que sus dirigentes han optado por una huida hacia adelante.
“¿Cree que vamos a tener una guerra con Irán?”, pregunta un funcionario tras el anuncio de la alianza militar islámica para combatir el terrorismo, consciente de la naturaleza suní de sus integrantes. El mismo hombre se muestra contrariado ante la promesa de 30.000 millones de riales (unos 7.500 millones de euros) que su país hizo a Egipto al día siguiente. “Ese dinero nos hace falta aquí para crear empleos”, afirma bajando la voz. (Según las estadísticas oficiales, la mitad de los jóvenes sin estudios universitarios están en paro). Para eso, y para mejorar la habitabilidad de sus ciudades, cuyas carencias se aprecian en un simple paseo por Yeddah o Riad.
La crisis alcanza a las grandes constructoras y a los estudiantes
Á. ESPINOSA
La crisis también ha llegado a las grandes empresas constructoras del país. Un ingeniero técnico que trabaja para Saudi Oger cuenta que en su departamento no han cobrado el sueldo desde agosto. “Ya nos ocurrió en 2013 y luego nos pagaron; pero esta vez está siendo más largo y debido a que el Gobierno ha cerrado el año fiscal, ya no hará pagos hasta el 15 de enero”, explica. El imperio Bin Ladin va a despedir a 15.000 trabajadores.
Además, el generoso programa de becas para estudiar en el extranjero que implantó el fallecido rey Abdalá, se ha reducido significativamente. A partir del próximo curso solo accederán quienes cursen carreras que las autoridades consideran estratégicas como ingeniería, medicina o administración de empresas. De hecho, se ha cancelado la feria académica a la que solían acudir universidades de todo el mundo, incluidas varias españolas, en busca de matrículas que les suponían un buen pellizco. Saudia, la línea aérea de propiedad estatal, ha anunciado la supresión de los descuentos a los estudiantes en los vuelos interiores.
Ángeles Espinosa
Riad / Yeddah, El País
Al recibir la última nómina hace unos días, el saudí Yaafar M. notó un descuento de 4.000 riales (1.000 euros). Tras consultar en la web de la universidad de Riad donde da clases, descubrió que se le ha retirado uno de los pluses que recibe. A él, y al resto de los profesores. “Es cosa del Ministerio [de Educación]”, le respondieron en el departamento de personal. La medida, sobre la que no se les avisó de antemano, es fruto de los recortes que el Gobierno de Arabia Saudí se ha visto obligado a imponer ante el descenso de los precios de petróleo. Sin embargo, la escasez de ingresos no parece afectar a los gastos militares y de seguridad, algo que preocupa a un creciente número de saudíes.
Los ajustes alcanzan a todos los ámbitos. En los hospitales públicos se han suprimido las horas extras y los incentivos por asistir a conferencias. En los privados, los médicos acusan un descenso de pacientes. “Al disponer de menos dinero, muchos saudíes acuden a la sanidad pública, y entre los extranjeros, como se contrata menos, hay menos asegurados”, explican fuentes médicas.
“Todo esto mientras [los gobernantes] se dedican a destruir Yemen y no dejan de comprar armas”, se queja Yaafar M. con inusual franqueza ante un extranjero.
Aunque Arabia Saudí ha reducido su presupuesto de defensa un 2 % este año, es el octavo país que más gasta en armamento, unos 42.500 millones de euros, según la consultora IHS, y planea aumentar esa cifra un 27 % durante los próximos cinco años.
Oficialmente, la intervención en Yemen es una empresa popular que ha desatado una oleada de patriotismo. Son numerosas las voces que respaldan “dar una lección a Irán”. En un país mayoritariamente suní, y donde impera una interpretación especialmente rígida de esa rama del islam, los conflictos de Siria, Irak, Bahréin, Líbano y Yemen se ven como resultado de la intervención de Teherán. Acostumbrados a una visión monolítica del mundo, los saudíes encajan mal la diversidad y descartan que los chiíes de Bahréin o los rebeldes Huthis de Yemen se hayan levantado contra sus Gobiernos sin el apoyo iraní. Las intervenciones de EE. UU. en Irak y Afganistán, que han terminado beneficiando a la República Islámica, les han convencido de que los suníes (el 90 % de los musulmanes) están amenazados por los chiíes.
“La mayoría de la gente piensa que debiéramos haberlo hecho hace años, sin embargo, también hay muchos que discrepan. Consideran que Arabia Saudí no está preparada para hacer frente a la guerra y que está costando demasiado. Sospechan que las víctimas son más numerosas de lo que se anuncia oficialmente”, admite no obstante un conocido periodista saudí a condición de no ser identificado. “La situación ya era bastante mala, no necesitábamos añadir un nuevo conflicto. No veo una salida sin perder la cara”, confía.
La prolongación de la guerra, que ya entrado en su noveno mes, añade inquietud al estado de ánimo de los saudíes. No solo no se ha logrado restaurar al Gobierno de Abdrabbo Mansur Hadi en Saná, sino que se están produciendo ataques en la frontera, dentro de territorio saudí. Poco a poco, la convicción de que las revueltas sucedidas en otros países podrían producirse también en el reino empieza a encontrar eco en algunos sectores. Incluso hay quienes están comprando casas fuera por si acaso.
“Este país está en una situación muy preocupante”, coinciden fuentes diplomáticas occidentales en Riad.
También los empresarios saudíes empiezan a filtrar su intranquilidad. Con el 90 % de los ingresos nacionales dependientes del petróleo, el reino se encuentra acorralado: o sube rápidamente el precio del barril, o pone fin a la aventura en Yemen. Sin embargo, todo apunta a que sus dirigentes han optado por una huida hacia adelante.
“¿Cree que vamos a tener una guerra con Irán?”, pregunta un funcionario tras el anuncio de la alianza militar islámica para combatir el terrorismo, consciente de la naturaleza suní de sus integrantes. El mismo hombre se muestra contrariado ante la promesa de 30.000 millones de riales (unos 7.500 millones de euros) que su país hizo a Egipto al día siguiente. “Ese dinero nos hace falta aquí para crear empleos”, afirma bajando la voz. (Según las estadísticas oficiales, la mitad de los jóvenes sin estudios universitarios están en paro). Para eso, y para mejorar la habitabilidad de sus ciudades, cuyas carencias se aprecian en un simple paseo por Yeddah o Riad.
La crisis alcanza a las grandes constructoras y a los estudiantes
Á. ESPINOSA
La crisis también ha llegado a las grandes empresas constructoras del país. Un ingeniero técnico que trabaja para Saudi Oger cuenta que en su departamento no han cobrado el sueldo desde agosto. “Ya nos ocurrió en 2013 y luego nos pagaron; pero esta vez está siendo más largo y debido a que el Gobierno ha cerrado el año fiscal, ya no hará pagos hasta el 15 de enero”, explica. El imperio Bin Ladin va a despedir a 15.000 trabajadores.
Además, el generoso programa de becas para estudiar en el extranjero que implantó el fallecido rey Abdalá, se ha reducido significativamente. A partir del próximo curso solo accederán quienes cursen carreras que las autoridades consideran estratégicas como ingeniería, medicina o administración de empresas. De hecho, se ha cancelado la feria académica a la que solían acudir universidades de todo el mundo, incluidas varias españolas, en busca de matrículas que les suponían un buen pellizco. Saudia, la línea aérea de propiedad estatal, ha anunciado la supresión de los descuentos a los estudiantes en los vuelos interiores.