Dinero no compra romance, Pep
John Carlin, El País
El mundo del fútbol está a los pies de Pep Guardiola, el entrenador más deseado. En cualquier encuesta que se hiciera en cualquier club, con la excepción del Real Madrid, la mayoría de los aficionados votarían por él como entrenador preferido. Y en el Madrid no lo harían por la sencilla razón de que es más inconcebible que Guardiola entrenase al club blanco que Pablo Iglesias votase a favor de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno español.
Guardiola acaba de anunciar que deja su actual club, el Bayern Múnich, en el verano. Tiene su destino en sus manos pero, según casi la totalidad de la prensa deportiva, ya ha tomado una decisión. Entrenará al Manchester City la temporada que viene. ¿Será verdad? Ya veremos. Guardiola es un personaje inescrutable. La noticia a principios de 2013 de que se iba al Bayern cogió a todo el mundo por sorpresa. La pregunta más válida hoy es: ¿El City es su mejor opción?
Los argumentos a favor se resumen en una palabra. Dinero. El dueño del City es un jeque árabe llamado Mansour bin Zayed Al Nahyan. Las cantidades a su disposición son ilimitadas. Pagaría a Guardiola lo que quisiera y pondría en la mesa los cientos de millones necesarios para regalarle un equipo de fútbol fantasía. ¿Ficharía a Messi? Nada sería imposible. Como dijo una vez el boxeador estadounidense Floyd Patterson, cuando tienes millones de dólares, tienes millones de amigos.
¿Pero son amigos de verdad? ¿El dinero puede comprar amor, o dignidad, u honor, o grandeza? He aquí la cuestión. La respuesta, implícita en la cita de Patterson, es que no.
Fichar por el segundo club de la tercera ciudad de Inglaterra sería un gesto más pragmático que noble. El City tiene dinero pero no tiene tradición, ni el alma que la tradición confiere. El Barcelona y el Bayern son aristócratas del fútbol; el City es un nuevo rico. El Barcelona y el Bayern tienen su leyenda, su identidad, un estilo ancestral. El City es un proyecto en obras.
Convertir al Manchester City en campeones de Europa, el sueño al que aspiran el jeque y la afición, tendría su mérito. Pero no sería poesía, como lo es lo que está haciendo el italiano Claudio Ranieri hoy con el Leicester City, primero en la Premier League dos temporadas después de salir de Segunda, o lo que hizo Guardiola en su primera temporada como entrenador del Barcelona, cuando lo ganó todo y conquistó con la admiración del mundo entero. Irse al City, aunque triunfe, representaría para Guardiola un paso atrás.
Ya lo fue, claro, cuando se pasó al Bayern. Quizá no haya manera, tras lo logrado en el Barça, de que Guardiola vuelva a dar un paso adelante en su carrera. Quizá esta sea su condena. Pero es joven y no tiene más remedio que seguir buscando nuevos retos en el deporte que ama con locura. Y los hay mejores que el City. Los hay en Inglaterra. En el Manchester United, por ejemplo.
Para sorpresa de muchos, su actual entrenador, Louis van Gaal, ha comido turrón —o Christmas pudding— pero difícilmente seguirá en el Teatro de los Sueños, como llaman al estadio del United, más allá de mayo. Ningún equipo en el mundo tiene más seguidores que el United; ninguno en Inglaterra tiene una tradición —arraigada en los años sesenta en tiempos de Bobby Charlton, George Best y Denis Law— de jugar un fútbol más vibrante, valiente y ofensivo.
Pero la mejor opción de todas para Guardiola sería no el United sino el Arsenal. En parte porque viviría en Londres, la capital del mundo hoy, una ciudad que tiene que poseer mucho más atractivo que Manchester para un personaje cosmopolita como Guardiola. Pero en parte también porque es un club con un historial de leyenda y con un estilo hoy que bajo su veterano entrenador Arsène Wenger aspira al Olimpo del arte pero no ha dejado nunca de ser una imitación lite del Barça de Guardiola. La cuestión es si el Arsenal estaría dispuesto a despedir a Wenger o, menos improbable, si él dimitiría a favor del entrenador que más admira y con el que los aficionados del club más grande de Londres más sueñan.
¿Habrá firmado Guardiola ya por el City? ¿O estará esperando a que Wenger haga el supremo sacrificio? Para Guardiola —y él lo debe saber— pero también para avivar la llama del romance en el fútbol, ojalá espere.
El mundo del fútbol está a los pies de Pep Guardiola, el entrenador más deseado. En cualquier encuesta que se hiciera en cualquier club, con la excepción del Real Madrid, la mayoría de los aficionados votarían por él como entrenador preferido. Y en el Madrid no lo harían por la sencilla razón de que es más inconcebible que Guardiola entrenase al club blanco que Pablo Iglesias votase a favor de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno español.
Guardiola acaba de anunciar que deja su actual club, el Bayern Múnich, en el verano. Tiene su destino en sus manos pero, según casi la totalidad de la prensa deportiva, ya ha tomado una decisión. Entrenará al Manchester City la temporada que viene. ¿Será verdad? Ya veremos. Guardiola es un personaje inescrutable. La noticia a principios de 2013 de que se iba al Bayern cogió a todo el mundo por sorpresa. La pregunta más válida hoy es: ¿El City es su mejor opción?
Los argumentos a favor se resumen en una palabra. Dinero. El dueño del City es un jeque árabe llamado Mansour bin Zayed Al Nahyan. Las cantidades a su disposición son ilimitadas. Pagaría a Guardiola lo que quisiera y pondría en la mesa los cientos de millones necesarios para regalarle un equipo de fútbol fantasía. ¿Ficharía a Messi? Nada sería imposible. Como dijo una vez el boxeador estadounidense Floyd Patterson, cuando tienes millones de dólares, tienes millones de amigos.
¿Pero son amigos de verdad? ¿El dinero puede comprar amor, o dignidad, u honor, o grandeza? He aquí la cuestión. La respuesta, implícita en la cita de Patterson, es que no.
Fichar por el segundo club de la tercera ciudad de Inglaterra sería un gesto más pragmático que noble. El City tiene dinero pero no tiene tradición, ni el alma que la tradición confiere. El Barcelona y el Bayern son aristócratas del fútbol; el City es un nuevo rico. El Barcelona y el Bayern tienen su leyenda, su identidad, un estilo ancestral. El City es un proyecto en obras.
Convertir al Manchester City en campeones de Europa, el sueño al que aspiran el jeque y la afición, tendría su mérito. Pero no sería poesía, como lo es lo que está haciendo el italiano Claudio Ranieri hoy con el Leicester City, primero en la Premier League dos temporadas después de salir de Segunda, o lo que hizo Guardiola en su primera temporada como entrenador del Barcelona, cuando lo ganó todo y conquistó con la admiración del mundo entero. Irse al City, aunque triunfe, representaría para Guardiola un paso atrás.
Ya lo fue, claro, cuando se pasó al Bayern. Quizá no haya manera, tras lo logrado en el Barça, de que Guardiola vuelva a dar un paso adelante en su carrera. Quizá esta sea su condena. Pero es joven y no tiene más remedio que seguir buscando nuevos retos en el deporte que ama con locura. Y los hay mejores que el City. Los hay en Inglaterra. En el Manchester United, por ejemplo.
Para sorpresa de muchos, su actual entrenador, Louis van Gaal, ha comido turrón —o Christmas pudding— pero difícilmente seguirá en el Teatro de los Sueños, como llaman al estadio del United, más allá de mayo. Ningún equipo en el mundo tiene más seguidores que el United; ninguno en Inglaterra tiene una tradición —arraigada en los años sesenta en tiempos de Bobby Charlton, George Best y Denis Law— de jugar un fútbol más vibrante, valiente y ofensivo.
Pero la mejor opción de todas para Guardiola sería no el United sino el Arsenal. En parte porque viviría en Londres, la capital del mundo hoy, una ciudad que tiene que poseer mucho más atractivo que Manchester para un personaje cosmopolita como Guardiola. Pero en parte también porque es un club con un historial de leyenda y con un estilo hoy que bajo su veterano entrenador Arsène Wenger aspira al Olimpo del arte pero no ha dejado nunca de ser una imitación lite del Barça de Guardiola. La cuestión es si el Arsenal estaría dispuesto a despedir a Wenger o, menos improbable, si él dimitiría a favor del entrenador que más admira y con el que los aficionados del club más grande de Londres más sueñan.
¿Habrá firmado Guardiola ya por el City? ¿O estará esperando a que Wenger haga el supremo sacrificio? Para Guardiola —y él lo debe saber— pero también para avivar la llama del romance en el fútbol, ojalá espere.