Blatter: “Lucharé, lucharé hasta el final, volveré”
Decidido y combativo, el presidente de la FIFA declara sentirse “traicionado” por el organismo al que hado 42 años de su vida
Carlos Arribas
Madrid, El País
Las fotos --el rostro macilento, envejecido, sin afeitar, desaliñado, una tirita en el pómulo derecho señalando dónde le habían extirpado un lunar, la melena bajando hasta el cuello de la americana—eran un indicativo falso del estado en el que Sepp Blatter se encontraba esta mañana cuando llegó al hotel de Zúrich –simbólicamente eligió el viejo y lujoso Sonnenberg, la anterior sede de la FIFA—en el que había convocado una conferencia de prensa.
Allí, después de más de media hora de preguntas, terminó su intervención con una frase redonda –“lucharé, lucharé hasta el final, volveré”--, que en la práctica se traduce en un anuncio de un recurso ante el Comité de Apelación de la FIFA y después, si no triunfa, ante el Tribunal Arbitral del deporte (TAS), y más allá ante la justicia civil suiza. “Soy el presidente de la FIFA y será mi deber presidir el 26 de febrero el congreso que elija nuevo presidente. Y allí estaré”.
Antes, en la conferencia de prensa, ante decenas de periodistas y cámaras de televisión, su actitud, sus palabras, el brillo de su mirada tras las gafas, traicionaban la primera imagen. No era un Blatter aparentemente derrotado el que comentaba la sanción de ocho años recién infligida por la FIFA a su aún presidente, sino un Blatter combativo, casi imbuido de un sentimiento mesiánico, el que clamo su inocencia y proclamó su rebeldía. Para ello, comenzó citando nada menos a Nelson Mandela, la visión del humanismo del líder que unificó Sudáfrica. Y parafraseando a Mandela, un Mandela enfermo con quien compartió semanas durante el Mundial de Sudáfrica 2010, Blatter dijo: “Lo lamento. Lamento ser como presidente de la FIFA un punching ball; lo lamento por el fútbol. Lo lamento por la FIFA. Lo lamento. Lamento cómo he sido tratado en este mundo que se dice humanista”.
En un discurso a veces desvariado y caótico, de hilos sueltos y mezcla de idiomas –Blatter, de 79 años, habló en inglés, alemán, francés y español, y a veces parecía olvidar en cuál se estaba expresando--, el presidente de la FIFA desde 1998, y funcionario del organismo de Zúrich desde 1975, rebajó la causa de su sanción –los 1,8 millones de euros que la FIFA bajo su mandato transfirió a su vicepresidente y presidente de la UEFA Michel Platini en 2011, poco antes de las elecciones que le valieron un cuarto mandato al suizo—a mero “error administrativo”. “El pago no estaba en los libros, pero eso no es una cuestión ética, sino administrativa”, dijo. “pero, y no sé por qué, nadie creyó mis explicaciones, que fueron las mismas de Platini, y eso que declaramos por separado ante la comisión ética. He sido condenado antes de que se haga justicia. Soy un hombre de principios, y mis principios son dos: no aceptar dinero que no es mío y pagar siempre mis deudas. Soy el presidente de la FIFA y la comisión ética no tenía potestad para juzgarme. Solo el Congreso de la FIFA puede juzgarme”.
El frustrado Mundial de Estados Unidos
Blatter obvió durante toda la conferencia de prensa el hecho de que la fiscalía suiza le haya imputado en un presunto delito de corrupción y de administración desleal por la venta a la Concacaf por un precio irrisorio de los derechos televisivos de los últimos mundiales y también se declaró ajeno al escándalo de corrupción que ha conducido a la fiscalía de Estados Unidos a acusar a 41 dirigentes americanos por desfalcar al menos 200 millones de dólares en los últimos 24 años. "Todos los dirigentes detenidos", dijo en español, "son presidentes de federaciones o de las confederaciones de América del norte, del centro y del sur. Y han sido detenidos y acusados por sus actividades en esos países, por la venta de derechos televisivos de sus competiciones continentales, decisiones en las que la FIFA no tiene influencia. El presidente de la FIFA, está con ellos en una situación de cohabitación, como dicen los franceses".
Todos los dirigentes detenidos son presidentes de federaciones o de las confederaciones de América del norte, del centro y del sur.
Después del Mundial de Brasil 2014 el presidente tenía decidido no seguir más en el cargo, pero no pudo, volvió a presentarse en 2015 para un quinto mandato. Ganó las elecciones, que se celebraron en mayo coincidiendo con las redadas del FBI en el hotel donde se alojaban los dirigentes en busca de los presidentes americanos al mismo tiempo miembros del Ejecutivo de la FIFA, pero una semana después anunció que su mandato acabaría en febrero de 2016, no en 2019. "Quizás fue un error volver a presentarme, pero ya no hay marcha atrás", dijo Blatter, quien para explicarse volvió a la interpretación grandilocuente de su misión en el mundo. "¿Por qué se votaron a la vez los Mundiales de 2018 y 2022? Yo tenía un sueño. Quise que el Mundial de 2018 se celebrara en una gran potencia que nunca había tenido un Mundial, quise que fuera Rusia, y Rusia fue elegida, y después, siguiendo la senda del llamado 'apretón de manos por la paz', quería que el siguiente Mundial se celebrara en la otra gran potencia Mundial, en Estados Unidos", dijo. "Pero por razones que no voy a explicar aquí salió Qatar. Si hubiera sido elegido Estados Unidos, hoy no estaría aquí".
Madrid, El País
Las fotos --el rostro macilento, envejecido, sin afeitar, desaliñado, una tirita en el pómulo derecho señalando dónde le habían extirpado un lunar, la melena bajando hasta el cuello de la americana—eran un indicativo falso del estado en el que Sepp Blatter se encontraba esta mañana cuando llegó al hotel de Zúrich –simbólicamente eligió el viejo y lujoso Sonnenberg, la anterior sede de la FIFA—en el que había convocado una conferencia de prensa.
Allí, después de más de media hora de preguntas, terminó su intervención con una frase redonda –“lucharé, lucharé hasta el final, volveré”--, que en la práctica se traduce en un anuncio de un recurso ante el Comité de Apelación de la FIFA y después, si no triunfa, ante el Tribunal Arbitral del deporte (TAS), y más allá ante la justicia civil suiza. “Soy el presidente de la FIFA y será mi deber presidir el 26 de febrero el congreso que elija nuevo presidente. Y allí estaré”.
Antes, en la conferencia de prensa, ante decenas de periodistas y cámaras de televisión, su actitud, sus palabras, el brillo de su mirada tras las gafas, traicionaban la primera imagen. No era un Blatter aparentemente derrotado el que comentaba la sanción de ocho años recién infligida por la FIFA a su aún presidente, sino un Blatter combativo, casi imbuido de un sentimiento mesiánico, el que clamo su inocencia y proclamó su rebeldía. Para ello, comenzó citando nada menos a Nelson Mandela, la visión del humanismo del líder que unificó Sudáfrica. Y parafraseando a Mandela, un Mandela enfermo con quien compartió semanas durante el Mundial de Sudáfrica 2010, Blatter dijo: “Lo lamento. Lamento ser como presidente de la FIFA un punching ball; lo lamento por el fútbol. Lo lamento por la FIFA. Lo lamento. Lamento cómo he sido tratado en este mundo que se dice humanista”.
En un discurso a veces desvariado y caótico, de hilos sueltos y mezcla de idiomas –Blatter, de 79 años, habló en inglés, alemán, francés y español, y a veces parecía olvidar en cuál se estaba expresando--, el presidente de la FIFA desde 1998, y funcionario del organismo de Zúrich desde 1975, rebajó la causa de su sanción –los 1,8 millones de euros que la FIFA bajo su mandato transfirió a su vicepresidente y presidente de la UEFA Michel Platini en 2011, poco antes de las elecciones que le valieron un cuarto mandato al suizo—a mero “error administrativo”. “El pago no estaba en los libros, pero eso no es una cuestión ética, sino administrativa”, dijo. “pero, y no sé por qué, nadie creyó mis explicaciones, que fueron las mismas de Platini, y eso que declaramos por separado ante la comisión ética. He sido condenado antes de que se haga justicia. Soy un hombre de principios, y mis principios son dos: no aceptar dinero que no es mío y pagar siempre mis deudas. Soy el presidente de la FIFA y la comisión ética no tenía potestad para juzgarme. Solo el Congreso de la FIFA puede juzgarme”.
El frustrado Mundial de Estados Unidos
Blatter obvió durante toda la conferencia de prensa el hecho de que la fiscalía suiza le haya imputado en un presunto delito de corrupción y de administración desleal por la venta a la Concacaf por un precio irrisorio de los derechos televisivos de los últimos mundiales y también se declaró ajeno al escándalo de corrupción que ha conducido a la fiscalía de Estados Unidos a acusar a 41 dirigentes americanos por desfalcar al menos 200 millones de dólares en los últimos 24 años. "Todos los dirigentes detenidos", dijo en español, "son presidentes de federaciones o de las confederaciones de América del norte, del centro y del sur. Y han sido detenidos y acusados por sus actividades en esos países, por la venta de derechos televisivos de sus competiciones continentales, decisiones en las que la FIFA no tiene influencia. El presidente de la FIFA, está con ellos en una situación de cohabitación, como dicen los franceses".
Todos los dirigentes detenidos son presidentes de federaciones o de las confederaciones de América del norte, del centro y del sur.
Después del Mundial de Brasil 2014 el presidente tenía decidido no seguir más en el cargo, pero no pudo, volvió a presentarse en 2015 para un quinto mandato. Ganó las elecciones, que se celebraron en mayo coincidiendo con las redadas del FBI en el hotel donde se alojaban los dirigentes en busca de los presidentes americanos al mismo tiempo miembros del Ejecutivo de la FIFA, pero una semana después anunció que su mandato acabaría en febrero de 2016, no en 2019. "Quizás fue un error volver a presentarme, pero ya no hay marcha atrás", dijo Blatter, quien para explicarse volvió a la interpretación grandilocuente de su misión en el mundo. "¿Por qué se votaron a la vez los Mundiales de 2018 y 2022? Yo tenía un sueño. Quise que el Mundial de 2018 se celebrara en una gran potencia que nunca había tenido un Mundial, quise que fuera Rusia, y Rusia fue elegida, y después, siguiendo la senda del llamado 'apretón de manos por la paz', quería que el siguiente Mundial se celebrara en la otra gran potencia Mundial, en Estados Unidos", dijo. "Pero por razones que no voy a explicar aquí salió Qatar. Si hubiera sido elegido Estados Unidos, hoy no estaría aquí".