Un atentado anunciado
Desde los ataques de enero, Francia vive en máximo estado de alerta
El fiscal de la República llegó a hablar de un próximo 11-S a la francesa
Gabriela Cañas
París, El País
Desde los atentados de enero de este año, Francia vive en el máximo estado de alerta. “Desbaratamos atentados a diario”, decía este verano el ministro del Interior Bernard Cazaneuve. El último de ellos data del 29 de octubre pasado. Las autoridades detenían a un joven de Toulon de 25 años que preparaba un atentado terrorista. Los atentados de este viernes no se han podido evitar y se producen justo el primer día en que Francia restauraba las fronteras interiores de la UE para reforzar la seguridad de la Cumbre del Clima que se celebra en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre.
Francia es el país occidental más amenazado por los yihadistas. En guerra contra los radicales en varios frentes, los atentados de Charlie Hebdo y el supermercado Hiper Cacher, que costaron la vida a 17 personas, fueron una dramática llamada de alerta. Desde entonces, se ha librado in extremis de ocho atentados, al menos dos de ellos programados para causar auténticas matanzas. Casi 2.000 ciudadanos franceses han emprendido el viaje a Siria o Irak —muchos por Barcelona o Madrid— y 500 empuñan ya las armas.
Los aspirantes al combate han aumentado un 212% en lo que va de año. Y el dato más preocupante: de Siria e Irak han regresado entre 200 y 300. El temor a un nuevo gran atentado estaba en el ambiente. El fiscal de la República François Molins llegó a hablar de un próximo 11-S a la francesa.
El arsenal de nuevas medidas antiterroristas también crece mes tras mes. Desde enero, patrullan las calles entre 7.000 y 10.000 militares. Otros 25.000 policías vigilan 5.000 lugares sensibles. El Gobierno ha sacado adelante una polémica Ley de Servicios Secretos que autoriza la recogida masiva de datos de la red. A la vez, ha aumentado en 736 millones el presupuesto para reclutar expertos y comprar material más moderno.
El joven detenido en Toulon estaba fichado por la policía desde el verano de 2014 en razón, justamente, de sus proyectos de viajar a Siria y por su intensa actividad en Facebook con mensajes próximos al ISIS. Una vez detenido, confesó su intención de pelear en Francia, ya que no podía ir a Siria.
Uno de los ataques abortados más importantes fue el del francés Yassine Salhi, que intentó en junio volar unos depósitos de gas en Saint-Quentin-Fallavier tras decapitar a su jefe. Como en casi todos los casos, el terrorista tenía ficha policial como sospechoso de extremismo islamista. También está fichado el marroquí Ayoub El Khazzani, que en agosto intentó una matanza en el tren Thalys que se dirigía de Bruselas a París con todo un arsenal de armas.
Las críticas en Francia ante la escasa eficacia policial han sido muy escasas. La policía recuerda que hay 5.000 fichados por presunto radicalismo y que es imposible seguir a todos 24 horas al día. El fiscal Molins asegura que se vigila a 1.733, y no continuamente. Y destaca la dificultad añadida de que no hay una organización, unas células, una cadena de mando. “Nos enfrentamos a comportamientos individuales, a lobos solitarios”. Desde 2012, 326 personas han sido detenidas por conexiones con actos violentos.
El fiscal de la República llegó a hablar de un próximo 11-S a la francesa
Gabriela Cañas
París, El País
Desde los atentados de enero de este año, Francia vive en el máximo estado de alerta. “Desbaratamos atentados a diario”, decía este verano el ministro del Interior Bernard Cazaneuve. El último de ellos data del 29 de octubre pasado. Las autoridades detenían a un joven de Toulon de 25 años que preparaba un atentado terrorista. Los atentados de este viernes no se han podido evitar y se producen justo el primer día en que Francia restauraba las fronteras interiores de la UE para reforzar la seguridad de la Cumbre del Clima que se celebra en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre.
Francia es el país occidental más amenazado por los yihadistas. En guerra contra los radicales en varios frentes, los atentados de Charlie Hebdo y el supermercado Hiper Cacher, que costaron la vida a 17 personas, fueron una dramática llamada de alerta. Desde entonces, se ha librado in extremis de ocho atentados, al menos dos de ellos programados para causar auténticas matanzas. Casi 2.000 ciudadanos franceses han emprendido el viaje a Siria o Irak —muchos por Barcelona o Madrid— y 500 empuñan ya las armas.
Los aspirantes al combate han aumentado un 212% en lo que va de año. Y el dato más preocupante: de Siria e Irak han regresado entre 200 y 300. El temor a un nuevo gran atentado estaba en el ambiente. El fiscal de la República François Molins llegó a hablar de un próximo 11-S a la francesa.
El arsenal de nuevas medidas antiterroristas también crece mes tras mes. Desde enero, patrullan las calles entre 7.000 y 10.000 militares. Otros 25.000 policías vigilan 5.000 lugares sensibles. El Gobierno ha sacado adelante una polémica Ley de Servicios Secretos que autoriza la recogida masiva de datos de la red. A la vez, ha aumentado en 736 millones el presupuesto para reclutar expertos y comprar material más moderno.
El joven detenido en Toulon estaba fichado por la policía desde el verano de 2014 en razón, justamente, de sus proyectos de viajar a Siria y por su intensa actividad en Facebook con mensajes próximos al ISIS. Una vez detenido, confesó su intención de pelear en Francia, ya que no podía ir a Siria.
Uno de los ataques abortados más importantes fue el del francés Yassine Salhi, que intentó en junio volar unos depósitos de gas en Saint-Quentin-Fallavier tras decapitar a su jefe. Como en casi todos los casos, el terrorista tenía ficha policial como sospechoso de extremismo islamista. También está fichado el marroquí Ayoub El Khazzani, que en agosto intentó una matanza en el tren Thalys que se dirigía de Bruselas a París con todo un arsenal de armas.
Las críticas en Francia ante la escasa eficacia policial han sido muy escasas. La policía recuerda que hay 5.000 fichados por presunto radicalismo y que es imposible seguir a todos 24 horas al día. El fiscal Molins asegura que se vigila a 1.733, y no continuamente. Y destaca la dificultad añadida de que no hay una organización, unas células, una cadena de mando. “Nos enfrentamos a comportamientos individuales, a lobos solitarios”. Desde 2012, 326 personas han sido detenidas por conexiones con actos violentos.