Rusia exhibe músculo en Siria
Pilar Bonet, El País
Las dos cámaras del parlamento ruso se reunieron el viernes 20 de noviembre para apoyar de nuevo la política de Vladímir Putin a favor de una coalición internacional y para recomendar nuevas medidas contra el terrorismo. Era la primera vez que el Consejo de la Federación y la Duma Estatal celebraban una reunión conjunta desde la que convocaron para certificar la anexión de Crimea en 2014.
Los representantes del Legislativo reiteraron los argumentos del Kremlin. Rusia, dijeron, va “a la cabeza” de la lucha contra el terrorismo y no la pondrán de “rodillas”; a los terroristas se les perseguirá en todas partes; el efecto de la coalición liderada por EEUU es “equivalente a cero” y Occidente es “la principal causa” del terrorismo por haber “sembrado el caos y el derramamiento de sangre” al intervenir el Norte de África y Oriente Próximo.
El selectivo discurso de los parlamentarios omitió el obstáculo básico para colaborar con Moscú desde el punto de vista occidental, a saber la desconfianza,generada mayormente por la política del Kremlin en Ucrania. Tras la andanada emocional y declamatoria de los legisladores no sonaron notas autocrítica y seguramente tampoco podían sonar dado que Rusia no se plantea cambiar su política, sino que desea ser aceptada en su nueva caracterización, con sus reafirmados y ampliados intereses en el espacio postsoviético, con Crimea incorporada e incuestionada y con derechos especiales en la región ucraniana de Donbás.
Los políticos rusos invocan el supremo fin de combatir el terrorismo para relegar los temas ucranianos (y no solo estos) a la periferia de la actualidad. En sus argumentaciones, invierten las relaciones de causa-efecto y eluden sus propias responsabilidades. El jefe de la Duma Estatal, Serguéi Narishkin, se refirió a los “nuevos conflictos artificiales” que, en los últimos dos años, habrían restado fuerzas a la lucha contra el terrorismo y producido “decenas de miles de muertos y lisiados en Ucrania” y afirmó que, en las circunstancias actuales, la prolongación de las sanciones contra Rusia resulta “salvaje y estúpido”.
Sobre el telón de fondo de los brutales atentados reivindicados por el ISIS, la actitud rusa en relación a Occidente bien podría calificarse como “política de pelillos a la mar”, puesto que aboga por archivar u olvidar las transgresiones del derecho internacional en nombre de un fin superior. Pero esta política, basada en nuevos dogmas y tabúes, no es inocua. Que se lo pregunten sino a Memorial. Esta ONG, que promueve los derechos humanos y la visión crítica de la historia, ha recibido un dictamen del ministerio de Justicia acusándola de “socavar las bases del régimen constitucional de la Federación Rusa” y de “exhortar al derrocamiento de las autoridades actuales y al cambio de régimen en el país”.
El dictamen, formulado a resultas de una inspección, se basa en unas opiniones públicas de Memorial que datan de agosto de 2014. Según la ONG, en los conflictos armados en el Este de Ucrania participaron directamente militares rusos y “estas actividades de Rusia contra Ucrania están contempladas en la definición de agresión dada en la resolución de la Asamblea General de la ONU del 14 de diciembre de 1974”. El dictamen del ministerio de Justicia puede ser motivo para un proceso penal contra Memorial. De ahí que los directivos de la ONG hayan pedido que les aclaren cómo las opiniones críticas sobre las actividades de los dirigentes “socavan las bases del régimen constitucional”. Se trata de una “lógica jurídica” que “devuelve a Rusia a la época en que la URSS acusaba a los disidentes de socavar el régimen socialista”, afirmaba Arseni Roginski, el presidente de la junta directiva de Memorial, en una carta al ministro de Justicia.
Las cámaras parlamentarias suscribieron el viernes una declaración conjunta en la que, además de apoyar a Putin, pidieron endurecer las responsabilidades penales por el terrorismo y por la complicidad con el mismo, reforzar el control de fronteras y convertir el terrorismo en un delito sin prescripción. La declaración resultó menos radical que las intervenciones de los legisladores, uno de los cuales llegó a pedir la pena de muerte para los terroristas, lo que sería incompatible con la pertenencia de Rusia al Consejo de Europa. El Kremlin, rápidamente, hizo saber que se oponía a la pena capital, que desde 1996 no se aplica en Rusia.
Hace unos meses la televisión rusa se concentraba obsesivamente en loar las “acciones humanitarias” de Moscú a favor de los habitantes de Donbás y en vituperar a la “junta fascista” de Kiev. Ahora, con la misma pasión, los protagonistas de los telediarios son los ataques aéreos de precisión en Siria, las estelas de humo dejadas por los misiles en el cielo del Mediterráneo y los oficiales de uniforme que con voz marcial rinden cuentas a Putin en su calidad de “comandante en jefe”,. El viernes sin ir más lejos, el ministro de Defensa Serguéi Shoigú informó al presidente de la marcha de la “operación castigo” contra el Estado Islámico en Siria. Dijo el ministro que la destrucción de instalaciones de infraestructura petrolera del ISIS ha impedido a sus miembros distribuir 60.000 toneladas de petróleo al día y les ha privado del correspondiente beneficio de 1,5 millones de dólares.
En la operación, tal como era descrita por Shoigú, participan la agrupación aérea rusa en Siria, aumentada a 69 aviones, que ejecutan 143 vuelos diarios y también la agrupación marítima, compuesta por decenas de buques, de los cuales seis navegan en el mar Mediterráneo. Asimismo, participa la flotilla del Caspio, que el 20 de noviembre, según el ministro, lanzó 18 misiles de cruceros sobre siete objetivos en las provincias de Rakka, Idlib y Alepo. También está la aviación estratégica, aviones Tu160, que desde sus bases aéreas en Rusia recorren 9500 kilómetros en misiones de ida y vuelta, sobrevolando el mar de Barents y el estrecho de Gibraltar, durante más de 16 horas de vuelo. Después de ser informado de estos éxitos, el comandante en jefe dijo que el trabajo era insuficiente y que quedaba mucho por hacer para neutralizar a los insurgentes y terroristas y proteger a Rusia.
Las dificultades de Rusia para modernizar y diversificar la economía, la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos y el deterioro de los servicios se ven eclipsados por la narrativa del poder militar. En la televisión, Siria se ha convertido es el escenario donde cada día ejecutan sus proezas aviones y misiles que son el orgullo de Moscú. En cierto modo, la exhibición de armamento parece el equivalente a escala masiva y global de los alardes de músculo que tanto gusta de practicar el comandante en jefe de forma individual.
Las dos cámaras del parlamento ruso se reunieron el viernes 20 de noviembre para apoyar de nuevo la política de Vladímir Putin a favor de una coalición internacional y para recomendar nuevas medidas contra el terrorismo. Era la primera vez que el Consejo de la Federación y la Duma Estatal celebraban una reunión conjunta desde la que convocaron para certificar la anexión de Crimea en 2014.
Los representantes del Legislativo reiteraron los argumentos del Kremlin. Rusia, dijeron, va “a la cabeza” de la lucha contra el terrorismo y no la pondrán de “rodillas”; a los terroristas se les perseguirá en todas partes; el efecto de la coalición liderada por EEUU es “equivalente a cero” y Occidente es “la principal causa” del terrorismo por haber “sembrado el caos y el derramamiento de sangre” al intervenir el Norte de África y Oriente Próximo.
El selectivo discurso de los parlamentarios omitió el obstáculo básico para colaborar con Moscú desde el punto de vista occidental, a saber la desconfianza,generada mayormente por la política del Kremlin en Ucrania. Tras la andanada emocional y declamatoria de los legisladores no sonaron notas autocrítica y seguramente tampoco podían sonar dado que Rusia no se plantea cambiar su política, sino que desea ser aceptada en su nueva caracterización, con sus reafirmados y ampliados intereses en el espacio postsoviético, con Crimea incorporada e incuestionada y con derechos especiales en la región ucraniana de Donbás.
Los políticos rusos invocan el supremo fin de combatir el terrorismo para relegar los temas ucranianos (y no solo estos) a la periferia de la actualidad. En sus argumentaciones, invierten las relaciones de causa-efecto y eluden sus propias responsabilidades. El jefe de la Duma Estatal, Serguéi Narishkin, se refirió a los “nuevos conflictos artificiales” que, en los últimos dos años, habrían restado fuerzas a la lucha contra el terrorismo y producido “decenas de miles de muertos y lisiados en Ucrania” y afirmó que, en las circunstancias actuales, la prolongación de las sanciones contra Rusia resulta “salvaje y estúpido”.
Sobre el telón de fondo de los brutales atentados reivindicados por el ISIS, la actitud rusa en relación a Occidente bien podría calificarse como “política de pelillos a la mar”, puesto que aboga por archivar u olvidar las transgresiones del derecho internacional en nombre de un fin superior. Pero esta política, basada en nuevos dogmas y tabúes, no es inocua. Que se lo pregunten sino a Memorial. Esta ONG, que promueve los derechos humanos y la visión crítica de la historia, ha recibido un dictamen del ministerio de Justicia acusándola de “socavar las bases del régimen constitucional de la Federación Rusa” y de “exhortar al derrocamiento de las autoridades actuales y al cambio de régimen en el país”.
El dictamen, formulado a resultas de una inspección, se basa en unas opiniones públicas de Memorial que datan de agosto de 2014. Según la ONG, en los conflictos armados en el Este de Ucrania participaron directamente militares rusos y “estas actividades de Rusia contra Ucrania están contempladas en la definición de agresión dada en la resolución de la Asamblea General de la ONU del 14 de diciembre de 1974”. El dictamen del ministerio de Justicia puede ser motivo para un proceso penal contra Memorial. De ahí que los directivos de la ONG hayan pedido que les aclaren cómo las opiniones críticas sobre las actividades de los dirigentes “socavan las bases del régimen constitucional”. Se trata de una “lógica jurídica” que “devuelve a Rusia a la época en que la URSS acusaba a los disidentes de socavar el régimen socialista”, afirmaba Arseni Roginski, el presidente de la junta directiva de Memorial, en una carta al ministro de Justicia.
Las cámaras parlamentarias suscribieron el viernes una declaración conjunta en la que, además de apoyar a Putin, pidieron endurecer las responsabilidades penales por el terrorismo y por la complicidad con el mismo, reforzar el control de fronteras y convertir el terrorismo en un delito sin prescripción. La declaración resultó menos radical que las intervenciones de los legisladores, uno de los cuales llegó a pedir la pena de muerte para los terroristas, lo que sería incompatible con la pertenencia de Rusia al Consejo de Europa. El Kremlin, rápidamente, hizo saber que se oponía a la pena capital, que desde 1996 no se aplica en Rusia.
Hace unos meses la televisión rusa se concentraba obsesivamente en loar las “acciones humanitarias” de Moscú a favor de los habitantes de Donbás y en vituperar a la “junta fascista” de Kiev. Ahora, con la misma pasión, los protagonistas de los telediarios son los ataques aéreos de precisión en Siria, las estelas de humo dejadas por los misiles en el cielo del Mediterráneo y los oficiales de uniforme que con voz marcial rinden cuentas a Putin en su calidad de “comandante en jefe”,. El viernes sin ir más lejos, el ministro de Defensa Serguéi Shoigú informó al presidente de la marcha de la “operación castigo” contra el Estado Islámico en Siria. Dijo el ministro que la destrucción de instalaciones de infraestructura petrolera del ISIS ha impedido a sus miembros distribuir 60.000 toneladas de petróleo al día y les ha privado del correspondiente beneficio de 1,5 millones de dólares.
En la operación, tal como era descrita por Shoigú, participan la agrupación aérea rusa en Siria, aumentada a 69 aviones, que ejecutan 143 vuelos diarios y también la agrupación marítima, compuesta por decenas de buques, de los cuales seis navegan en el mar Mediterráneo. Asimismo, participa la flotilla del Caspio, que el 20 de noviembre, según el ministro, lanzó 18 misiles de cruceros sobre siete objetivos en las provincias de Rakka, Idlib y Alepo. También está la aviación estratégica, aviones Tu160, que desde sus bases aéreas en Rusia recorren 9500 kilómetros en misiones de ida y vuelta, sobrevolando el mar de Barents y el estrecho de Gibraltar, durante más de 16 horas de vuelo. Después de ser informado de estos éxitos, el comandante en jefe dijo que el trabajo era insuficiente y que quedaba mucho por hacer para neutralizar a los insurgentes y terroristas y proteger a Rusia.
Las dificultades de Rusia para modernizar y diversificar la economía, la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos y el deterioro de los servicios se ven eclipsados por la narrativa del poder militar. En la televisión, Siria se ha convertido es el escenario donde cada día ejecutan sus proezas aviones y misiles que son el orgullo de Moscú. En cierto modo, la exhibición de armamento parece el equivalente a escala masiva y global de los alardes de músculo que tanto gusta de practicar el comandante en jefe de forma individual.