Los ‘halcones’ fuerzan a Merkel a endurecer la política migratoria
Alemania pone fin al periodo de puertas abiertas para los refugiados sirios
Luis Doncel
Berlín, El País
La creciente debilidad de la canciller Angela Merkel ante su Gobierno y su partido ha quedado patente esta semana en dos ocasiones. La primera fue el lunes, cuando su formación, la Unión Cristianodemócrata, le obligó a respaldar la iniciativa de su ministro del Interior —el hasta hace poco fiel aliado Thomas de Maizière— de restringir el reagrupamiento familiar de los refugiados; una propuesta que los aliados más cercanos de Merkel habían descartado pública y categóricamente durante el fin de semana.
La segunda muestra de pérdida de poder se la propinó también De Maizière el martes, cuando anunció que Alemania devolvería a los sirios al país por el que hubieran entrado en la UE. Una portavoz gubernamental admitió el miércoles que la canciller no había sido informada con antelación. Un hecho aún más sorprendente si se tiene en cuenta que esta decisión se aplica desde hace tres semanas.
Las crecientes restricciones en la política migratoria alemana se acumulan. Primero fue la reforma más sustancial en las normas de asilo desde los noventa; poco después el Gobierno de coalición de democristianos y socialdemócratas acordó la construcción de centros para acelerar las expulsiones de inmigrantes. A estos anuncios oficiales se le ha unido en los últimos días un goteo de filtraciones: Alemania está cada vez menos dispuesta a acoger a refugiados procedentes de Afganistán, pondrá impedimentos para facilitar la reagrupación familiar y pretende devolver a los sirios al país europeo de entrada.
Daños a la coalición
Esta última decisión del Ministerio del Interior supone, en el fondo, volver a la situación que establece el convenio de Dublín, según el cual los refugiados han de ser registrados en el primer país de la UE que pisen. Pero hace meses que esta norma había quedado superada por la realidad, y las autoridades alemanas habían hecho saber en agosto que asumirían las peticiones de asilo que hicieran todos los sirios en Alemania. Los Gobiernos de Hungría y Austria criticaron a Merkel por esta política, que consideraban suponía un acicate para el temido efecto llamada.
Las decisiones unilaterales de De Maizière —apoyado en la sombra por el poderoso ministro de Hacienda y dirigente democristiano, Wolfgang Schäuble— no muestran solo la creciente debilidad de Merkel. También dañan las relaciones con los socios socialdemócratas de coalición, que protestan amargamente por el giro del Gobierno y denuncian el caos reinante. “No se puede hablar de caos. Pero sí hay problemas de comunicación”, admitió el jefe parlamentario de la CDU, Volker Kauder.
El ministro del Interior comenzó las hostilidades contra su jefa política en septiembre, cuando la responsabilizó del “caos” por admitir a los miles de refugiados agolpados en Budapest.
Por otro lado, Suecia se ha sumado al grupo de países miembros de Schengen que va a reintroducir controles temporales en sus fronteras interiores para hacer frente al flujo de refugiados. Alemania y Austria ya aplican este tipo de controles y en su momento también lo hizo Eslovenia en su frontera con Hungría. La medida revela el nerviosismo de Suecia, el país con más refugiados per cápita de la UE (recibe un 14% de todas las demandas de asilo), ante la crisis migratoria, informa Lucía Abellán.
Luis Doncel
Berlín, El País
La creciente debilidad de la canciller Angela Merkel ante su Gobierno y su partido ha quedado patente esta semana en dos ocasiones. La primera fue el lunes, cuando su formación, la Unión Cristianodemócrata, le obligó a respaldar la iniciativa de su ministro del Interior —el hasta hace poco fiel aliado Thomas de Maizière— de restringir el reagrupamiento familiar de los refugiados; una propuesta que los aliados más cercanos de Merkel habían descartado pública y categóricamente durante el fin de semana.
La segunda muestra de pérdida de poder se la propinó también De Maizière el martes, cuando anunció que Alemania devolvería a los sirios al país por el que hubieran entrado en la UE. Una portavoz gubernamental admitió el miércoles que la canciller no había sido informada con antelación. Un hecho aún más sorprendente si se tiene en cuenta que esta decisión se aplica desde hace tres semanas.
Las crecientes restricciones en la política migratoria alemana se acumulan. Primero fue la reforma más sustancial en las normas de asilo desde los noventa; poco después el Gobierno de coalición de democristianos y socialdemócratas acordó la construcción de centros para acelerar las expulsiones de inmigrantes. A estos anuncios oficiales se le ha unido en los últimos días un goteo de filtraciones: Alemania está cada vez menos dispuesta a acoger a refugiados procedentes de Afganistán, pondrá impedimentos para facilitar la reagrupación familiar y pretende devolver a los sirios al país europeo de entrada.
Daños a la coalición
Esta última decisión del Ministerio del Interior supone, en el fondo, volver a la situación que establece el convenio de Dublín, según el cual los refugiados han de ser registrados en el primer país de la UE que pisen. Pero hace meses que esta norma había quedado superada por la realidad, y las autoridades alemanas habían hecho saber en agosto que asumirían las peticiones de asilo que hicieran todos los sirios en Alemania. Los Gobiernos de Hungría y Austria criticaron a Merkel por esta política, que consideraban suponía un acicate para el temido efecto llamada.
Las decisiones unilaterales de De Maizière —apoyado en la sombra por el poderoso ministro de Hacienda y dirigente democristiano, Wolfgang Schäuble— no muestran solo la creciente debilidad de Merkel. También dañan las relaciones con los socios socialdemócratas de coalición, que protestan amargamente por el giro del Gobierno y denuncian el caos reinante. “No se puede hablar de caos. Pero sí hay problemas de comunicación”, admitió el jefe parlamentario de la CDU, Volker Kauder.
El ministro del Interior comenzó las hostilidades contra su jefa política en septiembre, cuando la responsabilizó del “caos” por admitir a los miles de refugiados agolpados en Budapest.
Por otro lado, Suecia se ha sumado al grupo de países miembros de Schengen que va a reintroducir controles temporales en sus fronteras interiores para hacer frente al flujo de refugiados. Alemania y Austria ya aplican este tipo de controles y en su momento también lo hizo Eslovenia en su frontera con Hungría. La medida revela el nerviosismo de Suecia, el país con más refugiados per cápita de la UE (recibe un 14% de todas las demandas de asilo), ante la crisis migratoria, informa Lucía Abellán.