La fe de Nacho derrota al PSG
Un gol en el minuto 34 del lateral, sustituto del lesionado Marcelo, clasifica al Madrid a octavos pese a ser superado por su rival durante buena parte del partido.
Madrid, As
No quieran descifrar el fútbol. Cuando crean haberlo conseguido, Nacho marcará el gol de la victoria. Con la izquierda, siendo diestro. No hagan pronósticos contra el azar. Según nombren a sus futbolistas favoritos irán cayendo como fulminados por un rayo justiciero. Así se lesionaron Verratti y Marcelo, sin que mediara ni patada ni violencia. Rotos de manera fortuita. Dos desgracias que en teoría debían devaluar el partido y que sin embargo permitieron la entrada de dos protagonistas, Nacho y Rabiot.
La lección de humildad sirve para los aficionados, pero señala principalmente a los entrenadores. No mandan tanto. El partido se colapsó cuando Madrid y PSG se parecieron a Benítez y Blanc, cuando los jugadores siguieron sus instrucciones a rajatabla. Presionar, pero no tanto como para abandonar la posición. Mirar hacia delante pero sin perder de vista lo que ocurre por detrás. Salir y quedarse.
Así las cosas, tuvo que ser la suerte, en íntima colaboración con el infortunio, quien tomó cartas en el asunto. Las lesiones, sucesivas y contumaces, lo descolocaron todo. El más beneficiado fue el PSG, lo que nos indica que Verratti (22 años) no es tanto, o que Rabiot (20) es más. El Madrid jugó aturdido durante media hora, contra las cuerdas, a merced de de su rival. Ibrahimovic, cerca de su mejor versión, pudo marcar dos goles, quizá tres. Cuando no le falló la portería, le faltó un poco de pie, lo que no deja de ser una broma macabra cuando se calza un 47. Matuidi también pudo adelantar al PSG.
De tal modo se dibujaba el panorama cuando marcó el Madrid. Kroos chutó desde fuera del área, el balón tomó altura al golpear en Thiago Silva y el portero del PSG fue en su busca sin atender a la presencia de Nacho. El canterano llegó antes a la pelota y metió la zurda de manera peculiar, quizá la única posible para alcanzar el gol.
No se amilanó el PSG: Rabiot chutó al palo y Cavani no supo empatar pese a encarar a Keylor en ventaja. El resumen de la primera mitad no admitía discusión: nadie sabe nada.
Equilibrio
En la segunda mitad, el partido se liberó de los entrenadores. La consecuencia es que el Madrid creció y su rival tuvo más problemas para gobernar el juego. Se igualó la contienda y descubrimos entonces la principal debilidad del PSG: es un equipo absolutamente desapasionado, incapaz de sentir rabia. Se nota que sus jugadores defienden un escudo sin historia, con apenas 45 años de vida. Difícil remontar en esas condiciones y frente a un rival que está inspirado por su estadio y por su leyenda en la Champions. Por cierto, el Madrid ya está en octavos.
Dos últimos apuntes: Di María nos despertó la nostalgia y Cristiano no existió. El argentino fue el alma de su equipo y su único pecado (venial) fue ser demasiado generoso. En el rendimiento (nulo) del portugués debió influir su encontronazo con Florentino, que esperó la llegada de los futbolistas al estadio para preguntarle delante de una cámara de televisión por sus declaraciones en Kicker (“¿Si me iré, algún día del Madrid? ¿Por qué no?”). Blanc no hubiera soñado jamás un marcaje tan efectivo como el del presidente. Nadie sabe nada, como ha quedado dicho. Pero algunos saben menos.
Madrid, As
No quieran descifrar el fútbol. Cuando crean haberlo conseguido, Nacho marcará el gol de la victoria. Con la izquierda, siendo diestro. No hagan pronósticos contra el azar. Según nombren a sus futbolistas favoritos irán cayendo como fulminados por un rayo justiciero. Así se lesionaron Verratti y Marcelo, sin que mediara ni patada ni violencia. Rotos de manera fortuita. Dos desgracias que en teoría debían devaluar el partido y que sin embargo permitieron la entrada de dos protagonistas, Nacho y Rabiot.
La lección de humildad sirve para los aficionados, pero señala principalmente a los entrenadores. No mandan tanto. El partido se colapsó cuando Madrid y PSG se parecieron a Benítez y Blanc, cuando los jugadores siguieron sus instrucciones a rajatabla. Presionar, pero no tanto como para abandonar la posición. Mirar hacia delante pero sin perder de vista lo que ocurre por detrás. Salir y quedarse.
Así las cosas, tuvo que ser la suerte, en íntima colaboración con el infortunio, quien tomó cartas en el asunto. Las lesiones, sucesivas y contumaces, lo descolocaron todo. El más beneficiado fue el PSG, lo que nos indica que Verratti (22 años) no es tanto, o que Rabiot (20) es más. El Madrid jugó aturdido durante media hora, contra las cuerdas, a merced de de su rival. Ibrahimovic, cerca de su mejor versión, pudo marcar dos goles, quizá tres. Cuando no le falló la portería, le faltó un poco de pie, lo que no deja de ser una broma macabra cuando se calza un 47. Matuidi también pudo adelantar al PSG.
De tal modo se dibujaba el panorama cuando marcó el Madrid. Kroos chutó desde fuera del área, el balón tomó altura al golpear en Thiago Silva y el portero del PSG fue en su busca sin atender a la presencia de Nacho. El canterano llegó antes a la pelota y metió la zurda de manera peculiar, quizá la única posible para alcanzar el gol.
No se amilanó el PSG: Rabiot chutó al palo y Cavani no supo empatar pese a encarar a Keylor en ventaja. El resumen de la primera mitad no admitía discusión: nadie sabe nada.
Equilibrio
En la segunda mitad, el partido se liberó de los entrenadores. La consecuencia es que el Madrid creció y su rival tuvo más problemas para gobernar el juego. Se igualó la contienda y descubrimos entonces la principal debilidad del PSG: es un equipo absolutamente desapasionado, incapaz de sentir rabia. Se nota que sus jugadores defienden un escudo sin historia, con apenas 45 años de vida. Difícil remontar en esas condiciones y frente a un rival que está inspirado por su estadio y por su leyenda en la Champions. Por cierto, el Madrid ya está en octavos.
Dos últimos apuntes: Di María nos despertó la nostalgia y Cristiano no existió. El argentino fue el alma de su equipo y su único pecado (venial) fue ser demasiado generoso. En el rendimiento (nulo) del portugués debió influir su encontronazo con Florentino, que esperó la llegada de los futbolistas al estadio para preguntarle delante de una cámara de televisión por sus declaraciones en Kicker (“¿Si me iré, algún día del Madrid? ¿Por qué no?”). Blanc no hubiera soñado jamás un marcaje tan efectivo como el del presidente. Nadie sabe nada, como ha quedado dicho. Pero algunos saben menos.