La discreta vida del terrorista
Ismail Omar Mostefai, uno de los tres asaltantes de Bataclan, vivió con toda su familia en un suburbio residencial a 90 kilómetros de París
Daniel Verdú
Chartres, El País
Ismael Omar Mustafá (Courcouronnes, 1985) pasó en poco tiempo de llevar una vida corriente y familiar en un suburbio residencial a 90 kilómetros de París a perpetrar una matanza en la sala de conciertos Bataclan y hacer estallar su cuerpo junto a otros dos terroristas. Tenía dos hijas, esposa, dos hermanos, dos hermanas y un pitbull. Este domingo los vecinos de la casa unifamiliar donde vivió unos tres años y con los que apenas hablaba no podían creer que él y otros dos individuos fueran responsables del asesinato de 89 personas, que el terrorista fuera el vecino de al lado. “Eso es lo más inquietante de todo”, lamentaba Besnard, que se cruzó con él cada mañana durante años.
A Omar, como le conocían sus allegados, le han identificado por un trozo de dedo que la policía pudo recuperar tras su inmolación en la sala de conciertos. Las huellas coincidían con las de un delincuente común fichado unas seis veces por delitos menores (trapicheo de drogas, conducir sin carné…). Un francés de origen argelino al que se le había perdido la pista en los últimos años y que ya constaba en los archivos policiales como sospechoso de haberse radicalizado.
Durante un tiempo, llevó una vida corriente en un lugar solitario y aburrido. Pero todo apunta a que tras entrar en contacto con individuos mucho más radicalizados que él, terminó volando hacia Siria, penúltima parada antes de perpetrar su masacre. Es el segundo de los asaltantes que la policía relaciona con ese país.
Omar vivió unos tres años en una casa unifamiliar, situada en un pequeño núcleo de la Madeleine —un barrio de Chartres, ciudad donde viven unas 40.000 personas—, con su familia y su mujer, entonces embarazada de su segunda hija. Nadie recuerda exactamente de qué trabajaba ni si lo hacía. “Era muy educado, mi hija iba al colegio con la suya. Nunca tuvimos ningún tipo de conflicto con su familia”, recuerda un vecino que vivía en el adosado de al lado y que, como el resto, estaba profundamente sorprendido por la noticia. “Esta no es una zona donde haya un caldo de cultivo de este tipo de radicales. Esto no tiene nada que ver con algunas banlieue [barrios desfavorecidos] de París; aquí solo hay familias”, explica Benoit, un vecino del bloque de edificios de enfrente. Efectivamente, se trata de un lugar alejado de los tópicos sobre las zonas consideradas focos del islamismo en Francia.
La policía, incluso parte de sus allegados, había perdido hacía algún tiempo la pista de este terrorista. Al parecer pudo dormir una época en un hogar social. Algunas fuentes señalan que en 2014 habría pasado un pequeño periodo en Siria y que se habría radicalizado poco antes de esa época.
En los archivos policiales estaba fichado con la letra “s”, nomenclatura para identificar un riesgo potencial de acercamiento al islamismo. Pero no estaba siendo seguido ni investigado en el momento del atentado. Según publicó este domingo Le journal de centre, Omar habría comenzado su proceso de radicalización con la llegada de un marroquí procedente de Bélgica a la mezquita que él frecuentaba cerca de Chartres.
La policía ha interrogado a seis familiares del primer kamikaze identificado de la matanza de París. Entre ellos, el padre y un hermano de Mostefai, así como la esposa de este, que viven en los alrededores de París. Los investigadores quieren saber si conocían alguna de las actividades del kamikaze relacionadas con el terrorismo o incluso si alguno pudo ayudarle en algún momento.
Los nuevos inquilinos de la casa donde pasaron aquellos años Omar y su familia estaban este fin de semana abrumados. Llevan solo tres meses viviendo ahí y este domingo por la mañana tuvieron que salir cada 15 minutos a dar explicaciones. Con la puerta entreabierta, asustados y sin apenas sacar la cabeza, repetían una y otra vez que ellos no tenían nada que ver con el suceso. El resto del vecindario, sin embargo, no tenía ningún problema en explayarse sobre su discreta vida. “No hablaba prácticamente con nadie. Cada mañana un amigo le esperaba en la carretera junto a su casa y se iban a la mezquita. Yo creo que no trabajaba, pero su padre tenía un empleo en el aeropuerto”, recuerda Corinne, una vecina que solía encontrárselo cuando ella salía de camino al trabajo.
Según varias informaciones, dicha mezquita es la de Lucé, a unos cuatro kilómetros del antiguo domicilio del terrorista. Ayer, dos personas custodiaban la puerta, daban explicaciones y negaban tener vinculación con Omar. “Esta persona no era asidua a nuestra mezquita, de verdad. Quizá pudo venir dos o tres veces”. Decenas de periodistas se abalanzaban sobre la verja del templo y la policía francesa vigilaban la estación de Chartres. Se investiga ahora si en esta pequeña y tranquila ciudad pudo cocinarse parte del atentado.
Daniel Verdú
Chartres, El País
Ismael Omar Mustafá (Courcouronnes, 1985) pasó en poco tiempo de llevar una vida corriente y familiar en un suburbio residencial a 90 kilómetros de París a perpetrar una matanza en la sala de conciertos Bataclan y hacer estallar su cuerpo junto a otros dos terroristas. Tenía dos hijas, esposa, dos hermanos, dos hermanas y un pitbull. Este domingo los vecinos de la casa unifamiliar donde vivió unos tres años y con los que apenas hablaba no podían creer que él y otros dos individuos fueran responsables del asesinato de 89 personas, que el terrorista fuera el vecino de al lado. “Eso es lo más inquietante de todo”, lamentaba Besnard, que se cruzó con él cada mañana durante años.
A Omar, como le conocían sus allegados, le han identificado por un trozo de dedo que la policía pudo recuperar tras su inmolación en la sala de conciertos. Las huellas coincidían con las de un delincuente común fichado unas seis veces por delitos menores (trapicheo de drogas, conducir sin carné…). Un francés de origen argelino al que se le había perdido la pista en los últimos años y que ya constaba en los archivos policiales como sospechoso de haberse radicalizado.
Durante un tiempo, llevó una vida corriente en un lugar solitario y aburrido. Pero todo apunta a que tras entrar en contacto con individuos mucho más radicalizados que él, terminó volando hacia Siria, penúltima parada antes de perpetrar su masacre. Es el segundo de los asaltantes que la policía relaciona con ese país.
Omar vivió unos tres años en una casa unifamiliar, situada en un pequeño núcleo de la Madeleine —un barrio de Chartres, ciudad donde viven unas 40.000 personas—, con su familia y su mujer, entonces embarazada de su segunda hija. Nadie recuerda exactamente de qué trabajaba ni si lo hacía. “Era muy educado, mi hija iba al colegio con la suya. Nunca tuvimos ningún tipo de conflicto con su familia”, recuerda un vecino que vivía en el adosado de al lado y que, como el resto, estaba profundamente sorprendido por la noticia. “Esta no es una zona donde haya un caldo de cultivo de este tipo de radicales. Esto no tiene nada que ver con algunas banlieue [barrios desfavorecidos] de París; aquí solo hay familias”, explica Benoit, un vecino del bloque de edificios de enfrente. Efectivamente, se trata de un lugar alejado de los tópicos sobre las zonas consideradas focos del islamismo en Francia.
La policía, incluso parte de sus allegados, había perdido hacía algún tiempo la pista de este terrorista. Al parecer pudo dormir una época en un hogar social. Algunas fuentes señalan que en 2014 habría pasado un pequeño periodo en Siria y que se habría radicalizado poco antes de esa época.
En los archivos policiales estaba fichado con la letra “s”, nomenclatura para identificar un riesgo potencial de acercamiento al islamismo. Pero no estaba siendo seguido ni investigado en el momento del atentado. Según publicó este domingo Le journal de centre, Omar habría comenzado su proceso de radicalización con la llegada de un marroquí procedente de Bélgica a la mezquita que él frecuentaba cerca de Chartres.
La policía ha interrogado a seis familiares del primer kamikaze identificado de la matanza de París. Entre ellos, el padre y un hermano de Mostefai, así como la esposa de este, que viven en los alrededores de París. Los investigadores quieren saber si conocían alguna de las actividades del kamikaze relacionadas con el terrorismo o incluso si alguno pudo ayudarle en algún momento.
Los nuevos inquilinos de la casa donde pasaron aquellos años Omar y su familia estaban este fin de semana abrumados. Llevan solo tres meses viviendo ahí y este domingo por la mañana tuvieron que salir cada 15 minutos a dar explicaciones. Con la puerta entreabierta, asustados y sin apenas sacar la cabeza, repetían una y otra vez que ellos no tenían nada que ver con el suceso. El resto del vecindario, sin embargo, no tenía ningún problema en explayarse sobre su discreta vida. “No hablaba prácticamente con nadie. Cada mañana un amigo le esperaba en la carretera junto a su casa y se iban a la mezquita. Yo creo que no trabajaba, pero su padre tenía un empleo en el aeropuerto”, recuerda Corinne, una vecina que solía encontrárselo cuando ella salía de camino al trabajo.
Según varias informaciones, dicha mezquita es la de Lucé, a unos cuatro kilómetros del antiguo domicilio del terrorista. Ayer, dos personas custodiaban la puerta, daban explicaciones y negaban tener vinculación con Omar. “Esta persona no era asidua a nuestra mezquita, de verdad. Quizá pudo venir dos o tres veces”. Decenas de periodistas se abalanzaban sobre la verja del templo y la policía francesa vigilaban la estación de Chartres. Se investiga ahora si en esta pequeña y tranquila ciudad pudo cocinarse parte del atentado.