Griezmann, otra vez salvador

Madrid, As
Faltaban dos minutos, dos justos, para que Estrada Fernández pitara el final y en los asientos del Calderón habían crecido, directamente, cáctus. Incómodo, el público se revolvía. Y miraba el vídeomarcador y no se lo creía: 0-0, segundo partido del Atlético sin gol, tercer empate seguido. O sea, problemas. Entonces, el balón le llegó a Godín en el balcón del área y éste, disfrazado de delantero centro, lo peinó para el desmarque de Griezmann, que se coló entre los centrales del Sporting. Y lo dio; de cabeza, casi cayéndose. Pero lo dio. La pelota rebasó a Cuéllar y entró en la portería. Al fin. El Calderón respiró. Y Simeone comenzó a correr la banda con los brazos en alto como un loco. Y se abrazaron sus jugadores como si ese gol fuera el gol de una final.


Y en parte lo fue. Porque antes de que Griezmann marcara, la tarde se había puesto fea en el Calderón. Con nervios, dudas y hasta pitos. Tiene un problema el Atlético. Y grave. Los primeros 45 minutos bastaron para mostrarlo: la portería se ha convertido en un punto a lo lejos que, por más que corras y corras (que se lo pregunten a Juanfran, el pobre, que en cada partido se hace un maratón), no logras que se acerque. Y, claro, sin gol no hay victoria. Eso lo sabe hasta un niño.

Y da igual que los elementos se pongan de tu lado, como ayer, que no habían pasado ni 25 minutos y Abelardo ya había tenido que hacer dos cambios: Sergio se había ido con el hombro fuera en el 10’ y Guerrero, cojo en el 25’. Y aún así, nada. Es decir, sí, el Atlético acosaba a un Sporting ordenado y serio, y buscaba el gol volcando su juego por las bandas, pero todo peligro se difuminaba al pisar el área asturiana. Al equipo le faltaba creatividad arriba: era acercarse a Cuéllar y se le torcían las botas. El balón nunca llegaba a ningún sitio.

Así, en 45 minutos el único disparo que hubo entre los tres palos lo hicieron los rojiblancos que iban de amarillo: fue un remate a bocajarro de Halilovic (tiene ahí futuro el Barça), después de una gran contra de Jony, que detuvo Oblak con una mano extraordinaria. Otra. Fue una parada soberbia, a contrapié. Y menos mal. Porque es un alivio saber que, aunque tú no marques, tu portero siempre te salva. Y la grada del Calderón ya está pidiendo la talla de Oblak para mandar hacerle un monumento.

Tras el descanso, la lesión le tocó a Simeone. Juanfran se quedó en la caseta, tocado en los aductores. Salió Gámez, pero nada cambió demasiado. A Jackson se le veía más, pero con el acierto habitual, es decir, escaso. Pero vamos, que ayer nadie lo tenía. Porque ayer era el día de los porteros. Griezmann tuvo dos, en el 64’, y las dos se las detuvo un Cuéllar fabuloso. Dos minutos después, Jony buscaba la escuadra con un disparo seco que Oblak rechazó. E iban pasando los minutos y los nervios iban ganándole terreno al fútbol. El Atlético lo intentaba desde fuera del área (Carrasco), desde dentro (Jackson) o a la contra, pero ni Correa, que agitó diez minutos, era capaz de ver portería.

Sólo un rojiblanco, de verdad, llevaba peligro: Carrasco. En los últimos partidos es su talento el que sostiene al Atlético. Y la grada lo ve, lo siente y ayer se lo dejó claro a Simeone: lo quiere siempre sobre el campo. Por eso cuando el técnico lo cambió en el 77’ (por Óliver) le pitaron y es la segunda vez que esto sucede desde que está en el banquillo. La primera fue hace un año, al cambiar a Griezmann, ese jugador que ayer salvó al Atlético, cuando la tormenta iba a derramarse sobre el Calderón. Y, con el parón, iban a ser 15 días muy largos de lluvias...

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