Francia se envuelve en el patriotismo

El país enarbola la bandera tricolor y el himno republicano como símbolos de unidad

Álex Vicente
París, El País
En la frontera este de París emerge el Fuerte de Vincennes, que protegió la capital francesa durante la guerra franco-prusiana de 1870 y que hoy alberga dependencias del Ministerio de Defensa francés. En la puerta está Paul, de 25 años, un joven robusto y de pocas palabras que espera en la cola para someterse a las pruebas de acceso al Ejército. Su deseo es alistarse en la Marina. “Ya hace tiempo que pensaba en esto, pero los atentados hicieron que me decidiera”, confiesa. “Me dije que era el momento de defender a mi país”. A su alrededor, media docena de jóvenes imberbes le dan la razón. “Si estoy aquí, es por patriotismo”, afirma Renaud, de 22 años y guardia de seguridad.


El Ejército francés asegura que desde la matanza del 13 de noviembre ha recibido, a diario, a unos 1.500 aspirantes a integrarse en sus filas. Desde enero, tras los atentados contra Charlie Hebdo y un supermercado kósher, habían sido unos 400 al día. El año pasado no se contaban más de 150 diarios, según fuentes del Ejército, con lo que el número de candidatos se ha multiplicado por diez. Los puestos a cubrir también han aumentado. Cuando termine 2015, el Estado francés contratará a 15.000 jóvenes. El año pasado fueron 10.000.

El interés de los jóvenes franceses por las milicias parece enmarcarse en el renovado patriotismo que el país experimenta desde el 13-N. Igual que La Marsellesa, en otros tiempos contestada, se ha vuelto omnipresente, la bandera tricolor del país vuelve a ser enarbolada como un emblema de unidad nacional. Según un sondeo de Odoxa para el diario Le Parisien, el 93% de los franceses afirma sentir “apego” por esa bandera —incluso entre los votantes de izquierda un 88% la apoya— y una amplia mayoría de franceses (el 61%) considera que colgarla de los balcones es “una buena idea”.

Se trata de una tendencia sorprendente respecto de un símbolo surgido en tiempos de la Revolución Francesa —el rojo y el azul son los colores de la ciudad de París; el blanco, el de la realeza—, pero que no se impuso como bandera hasta 1848, tras el fin de la monarquía de Luis Felipe.

Los insurrectos preferían una teñida de rojo revolucionario, pero el poeta Lamartine los convenció con un parlamento de los que hacen historia. “La bandera tricolor ha dado la vuelta al mundo con el nombre, la gloria y la libertad de la patria”, dijo para convencerles. Luego quedó manchada al apropiarse de ella el régimen de Vichy. Y luego intentó adueñársela el Frente Nacional: su logotipo es una llama pintada con los colores de la bandera que reivindica en sus mítines.

Los hechos de los últimos días han invertido esa tendencia. El presidente, François Hollande, ha propuesto a los franceses “engalanar su lugar de residencia con la bandera azul, blanca y roja, los colores de Francia”, explicó el portavoz del Gobierno, Stéphane Le Foll, tras el Consejo de Ministros del miércoles. Aspira a que luzcan por todo el país durante el homenaje a las víctimas de los atentados (130 muertos y 350 heridos) este viernes en los Inválidos de París. El primer ministro, Manuel Valls, se ha sumado a la reivindicación. “Más que las palabras, lo que domina hoy son los colores. Es decir, la bandera tricolor. Se trata de un sentimiento de pertenencia”, dijo en una entrevista televisiva. Valls ya había afirmado, días atrás, que consideraba un error que “la izquierda y Francia entera hubieran abandonado el himno, la bandera y los valores”, permitiendo que la ultraderecha se apropiara de ellos.
Aumento de ventas

La empresa Doublet, fabricante de referencia, asegura que los encargos de banderas se han duplicado desde los atentados, igualando los niveles alcanzados tras la muerte del general De Gaulle en 1970 y la victoria de la selección francesa en el Mundial de 1998.

El filtro de Facebook que permitía teñir la foto de perfil con los colores franceses también ha sido un éxito. “Tras el 11-S nos reímos mucho de las banderas que proliferaban en los jardines estadounidenses, pero esta vez hemos hecho lo mismo. No tenemos otro símbolo de unidad que la bandera y el himno, aunque la mayoría de franceses solo sepa cantar la primera estrofa y el refrán”, ironiza el historiador Bernard Richard.

“No es por patriotismo regresivo ni por nacionalismo arrogante. Es una respuesta a una agresión. Pero no será duradero, porque no forma parte de nuestra idiosincrasia”, concluye.

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