El comando yihadista de Saint-Denis estaba listo para “pasar a la acción”
El presunto cerebro de los atentados de París no está entre los ocho detenidos
Carlos Yárnoz
París, El País
El popular barrio parisino de Saint-Denis vivió el miércoles siete horas en estado de sitio. Una joven yihadista se suicidó al hacer estallar su cinturón con explosivos y al menos otro supuesto terrorista murió en una operación policial y militar que convirtió la zona en un escenario bélico. Con el apoyo de helicópteros, camiones, soldados de camuflaje, francotiradores y en medio de tiroteos y explosiones, las fuerzas de seguridad ejecutaron el primer golpe al amplio comando formado para la matanza del viernes. La policía detuvo a ocho personas. Cinco agentes y un transeúnte resultaron heridos.
La operación ha sido el primer golpe a yihadistas implicados en la matanza del viernes en París. El nuevo grupo, armado y con explosivos, se enfrentó a tiros y bombazos con las fuerzas de seguridad. Estaba listo para dar otro zarpazo. “A la vista de su organización y determinación, ese comando podía pasar a la acción”, afirmó anoche el fiscal de París, François Molins.
El piso del comando quedó tan destruido que, a última hora del miércoles, aún no se sabía con exactitud cuántos eran los fallecidos. La policía científica ralentizaba su trabajo en previsión del posible estallido de artefactos. “No hay balance preciso ni definitivo del número de fallecidos ni de sus identidades: solo que hay al menos dos muertos”, señaló Molins.
A las 4.20 se escucharon las primeras detonaciones en la calle Corbillon, junto al edificio de cuatro plantas en el que estaban los terroristas. Un par de helicópteros alumbraban los tejados de la zona. Fuerzas especiales antiterroristas buscaban a Abdelhamid Abaaoud, considerado uno de los organizadores de la matanza. De 28 años, nacido en Bélgica y de origen marroquí, se incorporó durante meses a los yihadistas en Siria. Vivía en Molenbeek, el barrio bruselense del que han salido algunos de los participantes directos de la matanza del viernes.
“Me desperté a las 4.30 con un ruido enorme. Luego hubo muchos más. No hemos podido salir de casa en las horas siguientes”, cuenta Claude, un médico residente en el barrio. Los militares establecieron un perímetro de seguridad de medio kilómetro alrededor de la casa de los yihadistas. Hubo dos oleadas de tiroteos y explosiones, la segunda a las 7.30.
La tercera planta del edificio, donde estaban los terroristas, quedó agujereada de balazos y con las ventanas destrozadas. La policía realizó más de 5.000 disparos. Los yihadistas, por su parte, utilizaron “todo un arsenal de guerra”, en palabras de Molins.
En el interior del piso se hallaban cuatro personas, además de la suicida, “una mujer joven”, según explicó el fiscal. En pleno intercambio de disparos, los agentes se acercaron a la puerta de entrada de la vivienda. Fue entonces cuando la suicida activó su cinturón de explosivos y la metralla alcanzó a varios agentes. En el interior de la vivienda, la policía encontró el cadáver de otro hombre. Entre los arrestados no se encontraba Abaaoud. The Washington Post, que cita como fuente a dos funcionarios de inteligencia, asegura que es uno de los muertos.
El móvil en la papelera
En el interior del piso fueron arrestadas tres personas. En la calle, minutos después de arrancar el operativo, la policía detuvo a otras tres, una de ellas herida de bala en un brazo. También fue capturado un hombre que facilitó el alojamiento al comando y otra persona relacionada con él.
Durante las siete horas de la operación, los vecinos fueron obligados a recluirse en sus casas. “El inmueble entero se movía. La tierra temblaba”, repetían algunos vecinos.
La mujer que se hizo estallar un cinturón de explosivos es la octava suicida de los al menos cuatro grupos de terroristas que actuaron coordinadamente: uno en la sala Bataclan, otro en los distritos 10 y 11 de París, un tercero junto al Estadio de Francia y el cuarto el desmantelado el miércoles en Saint-Denis.
Desde la matanza del viernes, la policía seguía la pista de varios terroristas huidos del mismo amplio comando. Los investigadores estaban convencidos de que en los atentados simultáneos habían participado varias personas más, además de los siete suicidas. Los hechos descubiertos en las horas posteriores, como el hallazgo en Saint-Denis de un coche usado por los terroristas o el descubrimiento el sábado de uno de ellos en la frontera franco-belga, confirmaron esas pistas.
Una clave para los investigadores fue, según confirmó Molins, el hallazgo de un móvil en una papelera cercana a la sala Bataclan, donde los terroristas mataron a 89 personas. Un mensaje SMS encontrado en el teléfono decía textualmente: “On est parti on commence” (Vamos allá, empezamos).
El mensaje fue enviado a las 21.42, justo antes del ataque a Bataclan. La policía investiga quién fue el destinatario, probablemente alguien en el extranjero. Tras el análisis del móvil y los datos de geolocalización, la policía pudo llegar hasta un hotel de Alfortville, en el departamento de Val-de-Marne, unido al gran París. A raíz de escuchas de teléfonos y un posterior testimonio, los investigadores dedujeron que en el piso de Saint-Denis se hallaba Abaaoud.
Fue en ese hotel de Alfortville donde Salah Abdeslam, hermano de Ibrahim —uno de los suicidas que se hizo estallar el viernes— alquiló dos habitaciones antes de los ataques. Salah Abdeslam alquiló al menos el Volkswagen Polo negro que usaron los atacantes de la sala de fiestas. Vivía en Molenbeek y es, junto a Abaaoud, el yihadista más buscado por las policías de toda Europa.
En el ataque múltiple, los tres grupos que intervinieron emplearon otros tantos coches alquilados en Bélgica por los hermanos Abdeslam. El seguimiento de ambos revela una cadena de despropósitos por parte de las autoridades, informa Lucía Abellán. Los dos fueron interrogados por la policía a principios de este año, pero quedaron en libertad porque “no mostraban signos de constituir una posible amenaza”, admitió la fiscalía federal belga, que desarrolla una investigación paralela a la francesa.
Como casi medio millar de ciudadanos en Bélgica, Ibrahim Abdeslam había intentado en enero viajar a Siria para unirse al Estado Islámico. Turquía, fuertemente presionada por la UE para descubrir y frenar estas rutas que atraviesan su territorio, lo impidió. Cuando Ibrahim volvió a Bélgica en febrero, los dos hermanos fueron interrogados por las autoridades. “Sabíamos que estaban radicalizados y que podrían ir a Siria, pero no parecían ser una amenaza. Incluso si lo hubiéramos comunicado a Francia, dudo que pudiéramos haberlos frenado”, reconoció con pasmosa franqueza el portavoz de la fiscalía a la agencia France Presse.
Las autoridades no lograron reunir pruebas de participación en grupo terrorista. Sí tenían constancia, en cambio, de que Salah Abdeslam había participado en robos y tráfico de drogas. Las autoridades holandesas lo pararon en un control rutinario en febrero y descubrieron que llevaba marihuana.
El sábado por la mañana, al día siguiente de la matanza, Abdeslam cruzó la frontera de Francia a Bélgica pese a que policías franceses le pararon e identificaron cuando iba acompañado por dos individuos detenidos después.
60 detenidos y 118 confinados en la persecución antiterrorista
GABRIELA CAÑAS, París
Las fuerzas del orden francesas han reaccionado a los atentados del viernes con celeridad y contundencia. Gracias al estado de excepción decretado, se ha detenido a 60 personas y 118 han quedado confinadas en lo que en Francia se denomina asignación de residencia. Se han hecho en apenas cuatro días 414 registros y se han requisado 75 armas de fuego.
El confinamiento o asignación de residencia permite a las autoridades mantener vigilados o, al menos, controlados a los sospechosos de terrorismo o de colaboración con terrorismo. Pueden quedar inmovilizados en sus propias casas o en el lugar que las autoridades decidan. Es una medida excepcional que solo se puede poner en marcha bajo el estado de excepción que Francia quiere ahora prolongar hasta mediados de febrero.
La movilización es enorme y se percibe en la calle; sobre todo en los transportes públicos. Según los datos facilitados este miércoles por el Gobierno, están en alerta 58.000 policías y 50.000 gendarmes, que trabajan en las investigaciones bajo la autoridad de la fiscalía de París.
Mientras tanto, sigue en vigor la prohibición de organizar manifestaciones en la vía pública. La medida se impuso el sábado y estará en vigor hasta el jueves.
Carlos Yárnoz
París, El País
El popular barrio parisino de Saint-Denis vivió el miércoles siete horas en estado de sitio. Una joven yihadista se suicidó al hacer estallar su cinturón con explosivos y al menos otro supuesto terrorista murió en una operación policial y militar que convirtió la zona en un escenario bélico. Con el apoyo de helicópteros, camiones, soldados de camuflaje, francotiradores y en medio de tiroteos y explosiones, las fuerzas de seguridad ejecutaron el primer golpe al amplio comando formado para la matanza del viernes. La policía detuvo a ocho personas. Cinco agentes y un transeúnte resultaron heridos.
La operación ha sido el primer golpe a yihadistas implicados en la matanza del viernes en París. El nuevo grupo, armado y con explosivos, se enfrentó a tiros y bombazos con las fuerzas de seguridad. Estaba listo para dar otro zarpazo. “A la vista de su organización y determinación, ese comando podía pasar a la acción”, afirmó anoche el fiscal de París, François Molins.
El piso del comando quedó tan destruido que, a última hora del miércoles, aún no se sabía con exactitud cuántos eran los fallecidos. La policía científica ralentizaba su trabajo en previsión del posible estallido de artefactos. “No hay balance preciso ni definitivo del número de fallecidos ni de sus identidades: solo que hay al menos dos muertos”, señaló Molins.
A las 4.20 se escucharon las primeras detonaciones en la calle Corbillon, junto al edificio de cuatro plantas en el que estaban los terroristas. Un par de helicópteros alumbraban los tejados de la zona. Fuerzas especiales antiterroristas buscaban a Abdelhamid Abaaoud, considerado uno de los organizadores de la matanza. De 28 años, nacido en Bélgica y de origen marroquí, se incorporó durante meses a los yihadistas en Siria. Vivía en Molenbeek, el barrio bruselense del que han salido algunos de los participantes directos de la matanza del viernes.
“Me desperté a las 4.30 con un ruido enorme. Luego hubo muchos más. No hemos podido salir de casa en las horas siguientes”, cuenta Claude, un médico residente en el barrio. Los militares establecieron un perímetro de seguridad de medio kilómetro alrededor de la casa de los yihadistas. Hubo dos oleadas de tiroteos y explosiones, la segunda a las 7.30.
La tercera planta del edificio, donde estaban los terroristas, quedó agujereada de balazos y con las ventanas destrozadas. La policía realizó más de 5.000 disparos. Los yihadistas, por su parte, utilizaron “todo un arsenal de guerra”, en palabras de Molins.
En el interior del piso se hallaban cuatro personas, además de la suicida, “una mujer joven”, según explicó el fiscal. En pleno intercambio de disparos, los agentes se acercaron a la puerta de entrada de la vivienda. Fue entonces cuando la suicida activó su cinturón de explosivos y la metralla alcanzó a varios agentes. En el interior de la vivienda, la policía encontró el cadáver de otro hombre. Entre los arrestados no se encontraba Abaaoud. The Washington Post, que cita como fuente a dos funcionarios de inteligencia, asegura que es uno de los muertos.
El móvil en la papelera
En el interior del piso fueron arrestadas tres personas. En la calle, minutos después de arrancar el operativo, la policía detuvo a otras tres, una de ellas herida de bala en un brazo. También fue capturado un hombre que facilitó el alojamiento al comando y otra persona relacionada con él.
Durante las siete horas de la operación, los vecinos fueron obligados a recluirse en sus casas. “El inmueble entero se movía. La tierra temblaba”, repetían algunos vecinos.
La mujer que se hizo estallar un cinturón de explosivos es la octava suicida de los al menos cuatro grupos de terroristas que actuaron coordinadamente: uno en la sala Bataclan, otro en los distritos 10 y 11 de París, un tercero junto al Estadio de Francia y el cuarto el desmantelado el miércoles en Saint-Denis.
Desde la matanza del viernes, la policía seguía la pista de varios terroristas huidos del mismo amplio comando. Los investigadores estaban convencidos de que en los atentados simultáneos habían participado varias personas más, además de los siete suicidas. Los hechos descubiertos en las horas posteriores, como el hallazgo en Saint-Denis de un coche usado por los terroristas o el descubrimiento el sábado de uno de ellos en la frontera franco-belga, confirmaron esas pistas.
Una clave para los investigadores fue, según confirmó Molins, el hallazgo de un móvil en una papelera cercana a la sala Bataclan, donde los terroristas mataron a 89 personas. Un mensaje SMS encontrado en el teléfono decía textualmente: “On est parti on commence” (Vamos allá, empezamos).
El mensaje fue enviado a las 21.42, justo antes del ataque a Bataclan. La policía investiga quién fue el destinatario, probablemente alguien en el extranjero. Tras el análisis del móvil y los datos de geolocalización, la policía pudo llegar hasta un hotel de Alfortville, en el departamento de Val-de-Marne, unido al gran París. A raíz de escuchas de teléfonos y un posterior testimonio, los investigadores dedujeron que en el piso de Saint-Denis se hallaba Abaaoud.
Fue en ese hotel de Alfortville donde Salah Abdeslam, hermano de Ibrahim —uno de los suicidas que se hizo estallar el viernes— alquiló dos habitaciones antes de los ataques. Salah Abdeslam alquiló al menos el Volkswagen Polo negro que usaron los atacantes de la sala de fiestas. Vivía en Molenbeek y es, junto a Abaaoud, el yihadista más buscado por las policías de toda Europa.
En el ataque múltiple, los tres grupos que intervinieron emplearon otros tantos coches alquilados en Bélgica por los hermanos Abdeslam. El seguimiento de ambos revela una cadena de despropósitos por parte de las autoridades, informa Lucía Abellán. Los dos fueron interrogados por la policía a principios de este año, pero quedaron en libertad porque “no mostraban signos de constituir una posible amenaza”, admitió la fiscalía federal belga, que desarrolla una investigación paralela a la francesa.
Como casi medio millar de ciudadanos en Bélgica, Ibrahim Abdeslam había intentado en enero viajar a Siria para unirse al Estado Islámico. Turquía, fuertemente presionada por la UE para descubrir y frenar estas rutas que atraviesan su territorio, lo impidió. Cuando Ibrahim volvió a Bélgica en febrero, los dos hermanos fueron interrogados por las autoridades. “Sabíamos que estaban radicalizados y que podrían ir a Siria, pero no parecían ser una amenaza. Incluso si lo hubiéramos comunicado a Francia, dudo que pudiéramos haberlos frenado”, reconoció con pasmosa franqueza el portavoz de la fiscalía a la agencia France Presse.
Las autoridades no lograron reunir pruebas de participación en grupo terrorista. Sí tenían constancia, en cambio, de que Salah Abdeslam había participado en robos y tráfico de drogas. Las autoridades holandesas lo pararon en un control rutinario en febrero y descubrieron que llevaba marihuana.
El sábado por la mañana, al día siguiente de la matanza, Abdeslam cruzó la frontera de Francia a Bélgica pese a que policías franceses le pararon e identificaron cuando iba acompañado por dos individuos detenidos después.
60 detenidos y 118 confinados en la persecución antiterrorista
GABRIELA CAÑAS, París
Las fuerzas del orden francesas han reaccionado a los atentados del viernes con celeridad y contundencia. Gracias al estado de excepción decretado, se ha detenido a 60 personas y 118 han quedado confinadas en lo que en Francia se denomina asignación de residencia. Se han hecho en apenas cuatro días 414 registros y se han requisado 75 armas de fuego.
El confinamiento o asignación de residencia permite a las autoridades mantener vigilados o, al menos, controlados a los sospechosos de terrorismo o de colaboración con terrorismo. Pueden quedar inmovilizados en sus propias casas o en el lugar que las autoridades decidan. Es una medida excepcional que solo se puede poner en marcha bajo el estado de excepción que Francia quiere ahora prolongar hasta mediados de febrero.
La movilización es enorme y se percibe en la calle; sobre todo en los transportes públicos. Según los datos facilitados este miércoles por el Gobierno, están en alerta 58.000 policías y 50.000 gendarmes, que trabajan en las investigaciones bajo la autoridad de la fiscalía de París.
Mientras tanto, sigue en vigor la prohibición de organizar manifestaciones en la vía pública. La medida se impuso el sábado y estará en vigor hasta el jueves.