Detenidos el jefe del PT en el Senado de Brasil y un banquero

Un ganadero amigo del expresidente Lula también ha sido arrestado por el caso Petrobras

Antonio Jiménez Barca
São Paulo, El País
El jefe del grupo parlamentario del Partido de los Trabajadores (PT) en el Senado, Delcídio do Amaral, y el presidente del banco BTG Pactual, André Esteves, han sido detenidos este miércoles en Brasil por el caso Petrobras. Ambos están acusados de tratar de destruir pruebas del caso e intentar dificultar la labor de la policía. De esta forma, el senador y uno de los hombres más ricos de Brasil y —hasta esta mañana— uno de los más respetados, se han visto involucrados en la marea de corrupción que ahoga el país y que tiene por epicentro la empresa estatal más grande de Latinoamérica. Ayer, también fue detenido el empresario ganadero José Carlos Bumlai, amigo personal del expresidente Lula. Bumlai está acusado de haber recibido unos créditos sospechosos del banco público Banco de Desenvolvimento económico y social (BDNES).


Primero fueron a la cárcel los altos directivos de Petrobras, acusados de recibir sobornos durante años para favorecer determinadas empresas a la hora de conseguir contratos millonarios; después, señalados por estos mismos altos cargos, fueron implicados decenas de políticos que, amparados en ese sistema, colocaban a estos altos cargos en puestos clave y que, a cambio, recibían parte de los sobornos. Hace meses, les tocó el turno a esos empresarios que lubricaban a base de millones de reales toda esta maquinaria. Pero, poco a poco, revelación a revelación, este caso de corrupción en Brasil alcanza todas las cotas de poder político y económico del país.

Amaral y Esteves están acusados de tratar de convencer a uno de los implicados en la trama de Petrobras, el exdirector de Internacional Néstor Cerveró (precisamente uno de estos primeros altos cargos implicados con los que se inició la investigación), actualmente en prisión por aceptar sobornos y lavar dinero. Según la Fiscalía, Amaral y Esteves le ofrecieron a Cerveró cuatro millones de reales (un millón de euros) y un pago mensual de 50.000 reales (12.500 euros) a cambio de que no les involucrara ni a uno ni a otro. Cerveró se había comprometido con la justicia a delatar a otros implicados a cambio de rebajar la condena, lo que significaba, a la postre, que sólo iba a quitarse años de cárcel de encima si era capaz de aportar informaciones jugosas a la policía. O aceptaba el soborno y callaba arriesgándose a una condena larga, o cantaba para tratar de salir antes de la celda. Al final optó por esto último. La policía cuenta con grabaciones hechas por el hijo de Cerveró en las que aparece Amaral tratando de sobornar al abogado de la familia al que se le indicó, incluso, un plan de fuga que el ex alto cargo podría llevar a cabo en cuanto obtuviera la libertad condicional. Este plan de fuga preveía el uso de un avión desde Paraguay y un aterrizaje en Madrid, ya que Ceveró disfruta de la doble nacionalidad brasileña-española.

El senador detenido no era un senador cualquiera: era el jefe del grupo parlamentario en el Senado del PT, al que también pertenece la presidenta del país, Dilma Rousseff. El banquero, que empezó como operador de bolsa, tampoco era un banquero cualquiera: reunía la decimotercera fortuna personal de Brasil, con más de 2.000 millones de euros de patrimonio, y con frecuencia ocupaba las portadas de las revistas especializadas de economía de Brasil, ya que estaba considerado un ejemplo de exitoso triunfador hecho a sí mismo, con un pasado rutilante y un futuro esplendoroso. Hoy, en una suerte de venganza paradójica, la foto de su detención en mangas de camisa circulaba en las mesas de los antiguos compañeros operadores de bolsa de São Paulo, que la observaban algo estupefactos.

Brasil se ha visto sacudida de nuevo de raíz por las detenciones de estas tres personas (el ganadero era también un personaje conocido en Brasil, sobre todo por su amistad con el expresidente Lula, que le visitaba en su finca del Mato Grosso para pescar). De hecho, el dólar ha vuelto a subir con respecto al real y la bolsa brasileña ha vuelto a bajar. Así, se reproduce el círculo vicioso en el que el país se mueve desde enero: la corrupción acarrea inestabilidad política, que a su vez desata la incerteza económica, que su vez genera aún más incertidumbre política. Atrapada entre estos tres fuegos (cuando uno se apaga se enciende otro u otros dos o los tres a la vez), la presidenta Dilma Rousseff sigue arrastrando su descrédito político sin remontar nunca.

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