Alucinantes nanorobots combatirán el cáncer navegando por nuestras venas
Zuberoa Marcos, El País
Es posible que en algún reducto de la memoria de Samuel Sánchez exista el recuerdo de haber visto en televisión una película dirigida por Richad Fleischer en 1966 titulada “Viaje alucinante”. En ella un grupo de científicos reducían un submarino nuclear a tamaño microscópico para introducirse en el torrente sanguíneo de un ser humano y salvar su vida. O, tal vez, su idea de pequeños seres viajando a través de venas, arterias y músculos provenga de la serie de animación francesa llamada “Érase una vez… la vida” emitida por Televisión Española en el año 1987. Hayan servido (o no) estas ficciones como inspiración para el químico español, lo cierto es que actualmente Sánchez es una referencia mundial en las investigaciones con minúsculos robots que serán utilizados en un futuro cercano para curar enfermedades como el cáncer.
Obviamente los nanorobots diseñados por Sánchez no tienen cabinas de mando repletas de lucecitas ni necesitan tripulantes de tamaño microscópico. Se trata de esferas o cilindros tan pequeños como las bacterias y capaces de autopropulsarse para llegar a las células enfermas y liberar las dosis de medicamento necesarias para curar enfermedades. Aunque en laboratorio ya han conseguido que funcionen, la investigación todavía debe afrontar retos enormes como conseguir un combustible absolutamente inocuo para nuestro organismo.
A pesar de su juventud, Samuel Sánchez está acostumbrado a que sus investigaciones sean centro de atención dentro de la comunidad científica: la MIT Technology Review le nombró innovador menor de 35 del año en 2014 y ha trabajado en algunos de los centros más prestigiosos del mundo como el instituto Max Planck for Intelligent Sistems de Alemania. Sus nanorobots han demostrado ser eficaces en otros campos como la limpieza de aguas contaminadas, pero el objetivo de Sánchez es claro: conseguir introducirlos muy cerca de las células cancerígenas para combatir con una de las enfermedades que más muertes causa anualmente en el mundo. Y se atreve, además, a pronosticar que lo conseguiremos dentro de diez años.