Griezmann vuela en Anoeta

San Sebastián, As
Tenía que ser Anoeta. No podía ser otro estadio que aquel en el que creció y se hizo futbolista, donde Griezmann marcara uno de los goles de su vida para decantar a favor del Atlético un partido que se le hizo largo y que al final casi se le escapa. Pero no. Los del Cholo hicieron una primera parte muy sólida y, en la segunda, supieron aguantar los arreones de una Real Sociedad con más espíritu que fútbol para sumar tres puntos y seguir mirando, de frente, a todo.


Comenzó el partido con los dos equipos bien plantados sobre el campo. Pero era el minuto 8 cuando Griezmann recibió el balón en el centro, tras un pase de Koke, y recorrió 45 metros en slalom, con la pelota pegadita al pie. Sólo se veían sus piernas, rapidísimas, y su pelo rubio, aleteando en la cabeza, como un rayo hacia Rulli. Iñigo Martínez y Diego Reyes intentaron frenarle, detenerle, pero nada, imposible: iban dos velocidades por debajo del francés, que se plantó ante el portero de la Real y picó la pelota, suave, perfecto, como hacía el mejor Ronaldo Nazario. Podrían llamarlo gol. O, mejor, arte. Y no celebró, por cierto. Jamás lo hará ante su Real.

Después del gol, el Atlético planteó un partido de oficio, dedicándose a gestionar bien los espacios. Era un bloque, sin fisuras. Volvía Koke y eso se notó, equilibró al equipo y mejoró a Filipe. Todo el ataque rojiblanco iba por ahí. Lo resume un dato: en los primeros 25 minutos, el Atlético llegó cinco veces con peligro al área de Rulli y todas por la izquierda. Y es que, cuando Filipe es Filipe, todo es más fácil.

Las amarillas a Giménez y Godín en el 25’ condicionaron al Cholo, que le cedió el juego a la Real para que sus centrales no arriesgaran. Y los vascos fueron tomando el control. Lo intentó Agirretxe con una tijereta (sin fuerza), Canales con un par de centros y Vela, con sus arrancadas. Ninguno logró si quiera acercarse a Oblak, pero era un aviso de lo que sería la segunda parte.

La Real salió en tromba y el Atlético levantó un muro y se escondió detrás. El partido perdió brillo. Illarramendi tomó el balón y empezó a buscar a Vela y Agirretxe para intentar hacer daño con más voluntad que peligro. De hecho, la ocasión más clara de la Real casi la marca Jackson, en propia meta, tras un córner en el que no se entendió con Oblak. El colombiano salió en el 64’, cabizbajo y con una ansiedad creciente en el estómago; porque se desvive, y trabaja, y ayer estuvo impecable sin balón, pero se le fichó para hacer goles y pasan las oportunidades, y los partidos, y estos no llegan. No y no.

Simeone varió su esquema con la entrada de Torres y Carrasco para sujetar el resultado: Koke jugaba entre Gabi y Tiago, Griezmann se fue a una banda, el belga a otra y El Niño, solo, arriba en punta, para buscar las contras. Pero fue la Real quien casi marca, primero con un zurdazo de Vela y, después, con un centro al segundo palo de Zurutuza (en fuera de juego, sin ángulo), tras un barullo en el área, que despejó Tiago bajo palos.

Era la antesala de la tormenta que estallaría cuando el reloj rondaba el 90’: Giménez se tiró en plancha hacia una pelota a la que no llegaba ante Jonathas y la Real pidió penalti. Si Iglesias Villanueva lo hubiera pitado podría haber sido el 1-1. Pero no, no lo hizo. Y el Atlético marcó justo después el 0-2: Torres le dio el balón a Carrasco que recorrió 40 metros y definió ante Rulli (casi) como antes había hecho Griezmann. Y así acabó el partido, con los jugadores de la Real protestando la jugada de Giménez y el árbitro callándoles a base de tarjetas (expulsó a Reyes y Jonathas). Hacía cuatro minutos que Griezmann había salido del campo con Anoeta puesta en pie, para despedirle, ovacionarle y darle las gracias por todo, por tanto, aunque ahora lleve otros colores.

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