El fútbol, la otra gran industria exportadora argentina

El país austral es el que más jugadores tiene en el extranjero y Rosario, ciudad de Messi, su principal cantera

Alejandro Rebossio / Carlos E. Cué
Rosario, El País
El viento frío de media tarde corta la cara, pero ninguno de los 150 niños en pantalón corto y camiseta de fútbol mueve un músculo en el club Renato Cesarini, a las afueras de Rosario. Todos aguantan con estoicismo un gran rapapolvo. “¡No pueden ser que falten tanto! ¡Si quieren ser futbolistas, tienen que venir a jugar cuatro veces por semana! ¡Acá hay 150 y faltan 100!”, se enfada Jorge Solari, El Indio, tío de Santiago y de Fernando Redondo. Tiene 73 años, y hace 40 fue uno de los fundadores del Renato Cesarini, que forma a jugadores de 11 a 18 años, después de una carrera de delantero que lo llevó al River Plate y al Mundial de Inglaterra 1966. Como entrenador llegó a consagrar campeón argentino a Independiente, dirigió al Tenerife y logró que Arabia Saudí llegara a los octavos de final de EE UU 1994.


En Rosario, la ciudad de Lionel Messi, se respira fútbol por todas partes. En Argentina esto no es solo un deporte, es una auténtica industria tan relacionada con la política que no se sabe dónde empieza una y acaba otro. El fútbol también juega en las elecciones presidenciales del 25 en Argentina. Mauricio Macri, candidato opositor, llegó a la política porque antes fue presidente de Boca Juniors. Esta misma semana ha utilizado a su amigo Mascherano, que se formó en el Renato Cesarini, como reclamo electoral. Ambos comparecieron juntos en un acto que mezclaba deporte y política.

Daniel Scioli, exdeportista, candidato oficialista, en plena campaña sigue jugando a sus 58 años en un equipo de primera división de fútbol sala —su último partido fue el viernes, y esa imagen de él con la pelota vale más que muchos mítines, según sus asesores— y trata de atraerse la imagen de su amigo Tévez, que provocó una convulsión política cuando criticó la pobreza en Argentina. La duda de si Tévez, héroe nacional, juega —así se dice en este país— para Macri o Scioli ocupa horas de tertulias políticas sesudas.

El un país con un industria estancada por la crisis, la del fútbol aún funciona a tope. Unos 4.765 argentinos juegan fuera de su país, más que los 3.240 brasileños, según la consultora Euroamericas Sport Marketing.

Rosario, corazón de la pampa húmeda, no solo exporta granos, carnes, acero, coches Chevrolet y maquinaria agrícola que se produce a su alrededor. También es uno de los polos principales que hacen de Argentina el principal exportador de futbolistas del mundo.

Unos 4.765 argentinos juegan fuera de su país, más que los 3.240 brasileños, según la consultora Euroamericas Sport Marketing. Y Rosario aporta algunos de los mejores exponentes. No es un fenómeno nuevo. Aquí se inauguró esta industria de exportación de talento ya en 1925, cuando el rosarino Julio Libonatti se convirtió en el primer fichaje de América a Europa cuando lo compró el Torino.

Un cuarto de la selección

En Brasil 2014, seis de los 23 albicelestes que se consagraron subcampeones del mundo eran de Rosario y sus suburbios: Messi, Ángel Di María, Ezequiel Lavezzi, Javier Mascherano, Ezequiel Garay y Maxi Rodríguez. Es decir, un 26% de los seleccionados eran de esta zona, que sin embargo solo supone el 3% de la población argentina. ¿Por qué estaban sobrerrepresentados?

Parte de la explicación se encuentra en los 52 campos de fútbol que en las afueras de la ciudad tiene el Renato Cesarini, que se especializa en formar jóvenes y del que han surgido Mascherano, Roberto Sensini, Santiago Solari y Martín Demichelis. “¿Alguno no puede venir cuatro veces por semana?”, pregunta Solari a los niños y adolescentes. Dos o tres levantan la mano y explican que van al colegio mañana y tarde. “Hablá con tu mamá para que dejes esa escuela y vayas solo media jornada [lo habitual en Argentina]. O estudian y son los mejores en la carrera que hagan o juegan al fútbol y son los mejores. Lo individual pueden practicarlo en casa, pero a ustedes les falta mucho lo colectivo y eso se aprende acá. Ustedes van seis horas a la escuela y tienen 18 horas para jugar al fútbol. Acá venía [Jorge] Sampaoli, el técnico de Chile, y se hacía 70 kilómetros de ida y 70 de vuelta. La suerte hay que buscarla. ¿Saben cuánto gana un futbolista?”, termina Solari su sermón de media hora. Las cifras que lanzan los ayudantes de Solari iluminan las caras de los adolescentes. Los jóvenes miran a Solari entre asustados y desafiantes, algunos con calcetines de Newell’s Old Boys y Rosario Central, los dos clubes que dividen hasta el extremo las pasiones de los rosarinos.

Después, sentado en una mesa al lado de los campos, Solari da su receta: “Lo más importante es seleccionar. Después, tener buenas canchas. Tercero, enseñar”. También busca explicaciones al fenómeno del fútbol rosarino como cantera de exportación: “Esta zona es tremenda. Hay un torneo infantil con 40.000 pibes jugando. Hay cuatro o cinco ligas de ‘baby fútbol’ [fútbol sala] para chicos de cinco a 11 años. En cada barrio, los pibes juegan en sus canchas, aunque cada vez hay menos terrenos libres porque hacen hospitales, comisarías, escuelas… Además hay buena enseñanza. Empezaron [Carlos Timoteo] Griguol, [José] Yudica y [Jorge] Griffa, que fueron a buscar pibes a los pueblos a 50 kilómetros alrededor, en los que siempre hay dos clubes enfrentados. De acá salieron técnicos como [César Luis] Menotti, [Gerardo] Martino, Sampaoli, [Marcelo] Bielsa”. Una auténtica potencia industrial que parece más viva que nunca y acaba de sacar una nueva joya: Ángel Correa, ahora en el Atlético de Madrid.

Los prejuicios imaginan a niños saliendo de la miseria y el hambre para hacerse futbolistas. Sin embargo, en Rosario no es así. Sus jugadores de más éxito, como Messi, nunca sufrieron hambre ni pobreza extrema. Y precisamente esa puede ser una de las claves del éxito de esta zona. A 300 kilómetros alrededor de la ciudad se produce el 40% de los granos de Argentina. El campo más fértil del país está aquí, también lleno de vacas que dan la conocida carne argentina. Varios expertos relacionan la buena alimentación con la producción de futbolistas talentosos. “En el interior de la provincia de Santa Fe (en la que está Rosario) comen bien, carne y verdura hay, en general no hay pobreza extrema”, destaca el Indio Solari. En 40 años ha visto muchos niños desarrollarse, y sabe que la alimentación es clave para que un futbolista crezca bien, potencia su inteligencia en el campo y sobre todo evite las lesiones que destruyen carreras. Otro factor que explica el desarrollo de buenos jugadores puede radicar en el crisol de inmigrantes que allí llegaron a finales del siglo XIX y principios del XX. “Acá hay mucho (descendiente de) italianos, españoles, yugoslavos, alemanes”, cuenta Solari.

Rolando Dal Lago, que entre 2005 y 2014 fue subsecretario de Deportes de Rosario, coincide con El Indio: “Debe haber algo genético porque acá se juntaron europeos de todas partes”. Dal Lago halla otras razones: “Newell’s-Central es un clásico que revoluciona más que un River-Boca”. Ambos clubes se han beneficiado de jugar los torneos de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), con los grandes clubes de Buenos Aires, desde 1939, a diferencia de los de Córdoba, la segunda ciudad del país, que se incorporaron en 1980.

Rosario además no es un solo una potencia de futbolistas. Hay muchos más deportes en los que triunfan rosarinos. La ciudad acaba de inaugurar el Paseo de los Olímpicos en su avenida Pellegrini para recordar a los 169 rosarinos que disputaron los Juegos, incluidos 25 que obtuvieron 33 medallas, como Luciana Aymar, que ganó cuatro en hockey sobre hierba, y Juan Carlos Zabala, que obtuvo la dorada en la maratón de 1932. “Acá respirás actividad física”, destaca Dal Lago en el café VIP que compraron los Messi en pleno centro de Rosario.

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