Atlético de Madrid dejó ir una chace ante Deportivo
As
Pudo el Atlético dormir líder pero se acostó con la sensación de haberse dejado empatar un partido que fue suyo, que tuvo, y que se le escapó por no matarlo cuando debía. Un guión que, en realidad, suena a la misma película que ante el Sevilla, el Getafe o el Valencia: marcar el primero y acularse atrás, a la espera de una contra. Todas esas veces, al final, el Atlético resolvió, pero ayer el plan resultó un disparo en el pie. Y de esos que duelen, porque el gatillo lo apretó Lucas Pérez, pero la pistola se la prestó Giménez.
Tuvo el partido dos partes y una fue de cada equipo. La primera, totalmente rojiblanca. La segunda, por completo blanquiazul. Comenzó el partido y el Depor, bien plantado, le cedió el balón al Atlético. No lo quería. ¿Para qué? Su plan era mucho más sencillo. Defender con diez y correr con uno, Lucas Pérez. Y así fue durante toda la primera parte. Robo y pelotazo a Lucas, que salía como una bala, disparado hacia la portería de Oblak para chocarse contra Giménez y Godín que, muy serios al cruce, le quitaban el balón de los pies una y otra vez, con facilidad, como si en vez de botas tuvieran escobas en los pies.
El Atlético, mientras, maduraba el balón pero sin acercarse demasiado a Lux. Entonces el Cholo movió a Carrasco a su banda, la izquierda, y voilá, hubo magia. El partido se abrió para él como las aguas ante Moisés. Brillaba el belga escudado por Filipe y todo el juego del Atlético se volcó por ahí. Y así llegó el gol rojiblanco. La jugada la inició Carrasco con un centro al área que despejó Sidnei con tan mala suerte que el balón rebotó en Fayçal y llegó a los pies de Tiago, que se sacó de la bota una tremenda volea que entró en la portería de Lux pegadita al palo izquierdo. Merecía un gol así su comienzo de temporada. Y lo celebró el Atlético abrazado, una piña, con el Cholo. Significaba mucho. Eran líderes, virtuales, pero líderes. Casi nada.
El gol dejó grogui al Depor y el Atlético jugó entonces sus mejores minutos. Y lo hizo sobre el fútbol descarado de Carrasco y el reloj de Tiago, aunque Jackson estuviera de nuevo unplugged. Lo resumen dos jugadas, las dos al principio del partido. Primera: asiste Koke y está el colombiano solo ante Lux, pero pasa una vida, y dos, y tres, y a la cuarta se decide a chutar, pero ya tiene a Sidnei delante que le quita el balón de los pies. Segunda: de nuevo está Jackson en el área y, de nuevo, lo tiene todo para rematar, pero lo hace todo mal, lentísimo, descoordinado, como si su cuerpo fuera el del Hombre de Hojalata y sin engrasar, además.
Y, así, si tu ‘nueve’ no marca, tú te duermes y tu central falla, lo normal es que te empaten. Y así fue. Lo buscó el Depor desde el primer minuto del segundo tiempo. Fue otro equipo, volcado por completo sobre la portería de Oblak, como si mañana fuera a terminarse el mundo y sólo un gol suyo pudiera impedirlo. El primer aviso fue en el 57’, de Cartabia. El segundo fue el gol, al fallar Giménez donde nunca falla: estaba el uruguayo en la línea de fondo y fue a cubrir un balón (fácil) con el cuerpo, pero éste se le quedó atrás y Lucas Pérez se lo quitó, se lo llevó e hizo el empate.
Entonces fue el Atlético el que se quedó KO sobre la lona. Y ya no estaba Carrasco sobre el césped. Y Torres entró sin tiempo. Y el Depor casi remonta con otro disparo, en el 88’, de Fayçal, que se estrelló en la cruceta. Hubiera sido un castigo demasiado duro para un Giménez que se fue de Riazor llorando y para un Atlético que tampoco mereció perder. Aunque este es el riesgo que se corre cuando se juega a la ruleta rusa.
Pudo el Atlético dormir líder pero se acostó con la sensación de haberse dejado empatar un partido que fue suyo, que tuvo, y que se le escapó por no matarlo cuando debía. Un guión que, en realidad, suena a la misma película que ante el Sevilla, el Getafe o el Valencia: marcar el primero y acularse atrás, a la espera de una contra. Todas esas veces, al final, el Atlético resolvió, pero ayer el plan resultó un disparo en el pie. Y de esos que duelen, porque el gatillo lo apretó Lucas Pérez, pero la pistola se la prestó Giménez.
Tuvo el partido dos partes y una fue de cada equipo. La primera, totalmente rojiblanca. La segunda, por completo blanquiazul. Comenzó el partido y el Depor, bien plantado, le cedió el balón al Atlético. No lo quería. ¿Para qué? Su plan era mucho más sencillo. Defender con diez y correr con uno, Lucas Pérez. Y así fue durante toda la primera parte. Robo y pelotazo a Lucas, que salía como una bala, disparado hacia la portería de Oblak para chocarse contra Giménez y Godín que, muy serios al cruce, le quitaban el balón de los pies una y otra vez, con facilidad, como si en vez de botas tuvieran escobas en los pies.
El Atlético, mientras, maduraba el balón pero sin acercarse demasiado a Lux. Entonces el Cholo movió a Carrasco a su banda, la izquierda, y voilá, hubo magia. El partido se abrió para él como las aguas ante Moisés. Brillaba el belga escudado por Filipe y todo el juego del Atlético se volcó por ahí. Y así llegó el gol rojiblanco. La jugada la inició Carrasco con un centro al área que despejó Sidnei con tan mala suerte que el balón rebotó en Fayçal y llegó a los pies de Tiago, que se sacó de la bota una tremenda volea que entró en la portería de Lux pegadita al palo izquierdo. Merecía un gol así su comienzo de temporada. Y lo celebró el Atlético abrazado, una piña, con el Cholo. Significaba mucho. Eran líderes, virtuales, pero líderes. Casi nada.
El gol dejó grogui al Depor y el Atlético jugó entonces sus mejores minutos. Y lo hizo sobre el fútbol descarado de Carrasco y el reloj de Tiago, aunque Jackson estuviera de nuevo unplugged. Lo resumen dos jugadas, las dos al principio del partido. Primera: asiste Koke y está el colombiano solo ante Lux, pero pasa una vida, y dos, y tres, y a la cuarta se decide a chutar, pero ya tiene a Sidnei delante que le quita el balón de los pies. Segunda: de nuevo está Jackson en el área y, de nuevo, lo tiene todo para rematar, pero lo hace todo mal, lentísimo, descoordinado, como si su cuerpo fuera el del Hombre de Hojalata y sin engrasar, además.
Y, así, si tu ‘nueve’ no marca, tú te duermes y tu central falla, lo normal es que te empaten. Y así fue. Lo buscó el Depor desde el primer minuto del segundo tiempo. Fue otro equipo, volcado por completo sobre la portería de Oblak, como si mañana fuera a terminarse el mundo y sólo un gol suyo pudiera impedirlo. El primer aviso fue en el 57’, de Cartabia. El segundo fue el gol, al fallar Giménez donde nunca falla: estaba el uruguayo en la línea de fondo y fue a cubrir un balón (fácil) con el cuerpo, pero éste se le quedó atrás y Lucas Pérez se lo quitó, se lo llevó e hizo el empate.
Entonces fue el Atlético el que se quedó KO sobre la lona. Y ya no estaba Carrasco sobre el césped. Y Torres entró sin tiempo. Y el Depor casi remonta con otro disparo, en el 88’, de Fayçal, que se estrelló en la cruceta. Hubiera sido un castigo demasiado duro para un Giménez que se fue de Riazor llorando y para un Atlético que tampoco mereció perder. Aunque este es el riesgo que se corre cuando se juega a la ruleta rusa.