Argentina irá a segunda vuelta tras la mínima victoria del oficialista Scioli
Vuelco total en las elecciones argentinas. El peronismo oficial fracasa de forma estrepitosa en su intento de ganar en primera vuelta y pierde la provincia de Buenos Aires
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Vuelco total en una larguísima noche electoral argentina. Con el 97,06% de los votos escrutados, Mauricio Macri dio una enorme sorpresa que ninguna encuesta pronosticó y se quedó cerca de ganarle a Daniel Scioli, el candidato oficialista apoyado por Cristina Fernández de Kirchner. Scioli lograba el 36,8%, frente al 34,3% de Macri. Casi un empate técnico que supone una enorme derrota para el peronismo oficial, que confiaba en ganar en primera vuelta y ahora ve cómo lo más probable es una derrota en segunda vuelta el 22 de noviembre.
Pese a esa victoria por la mínima, el golpe para Scioli y para el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es durísimo. Macri se convierte ahora, por sorpresa, en el favorito para hacerse con la presidencia de Argentina, lo que supondría un giro radical después de 12 años de kirchnerismo. La victoria de Macri tendría consecuencias regionales muy importantes porque Argentina era un puntal del auge de la izquierda latinoamericana, que construyeron los Kirchner, Lula Da Silva, Hugo Chaves y Evo Morales con incorporaciones posteriores como la del ecuatoriano Rafael Correa.
El peronista opositor Sergio Massa sumó el 21,1% y resistió, lo que es aún más grave para el kirchnerismo porque quiere decir que Macri le robó votos a Scioli y obtuvo todos los votos nuevos que se incorporaron desde las primarias. La participación aumentó un 7%.
El peronismo sufría otra derrota dramática: perdió la provincia de Buenos Aires con un candidato estrella y muy polémico, el jefe de Gabinete de Kirchner, Aníbal Fernández. Le ganó una política desconocida hasta hace unos meses como la macrista María Eugenia Vidal. El kirchnerismo duro pretendía refugiarse en la provincia de Buenos Aires y ahora han perdido el poder también allí. La batalla que se augura ahora dentro del peronismo será durísima. Unos contra Fernández y los kirchneristas, y otros contra Scioli y su estrategia, que no ha tenido éxito. Y otros, los sciolistas, contra la presidenta, que ha marcado la línea en todo momento a Scioli y le ha hecho las listas, además de colocarle como candidato a vicepresidente a su hombre más fiel, Carlos Zannini. Los peronistas solo tienen una posibilidad para conservar el poder y es lograr que casi todos los votos de Massa se vayan con ellos, algo muy difícil.
La sensación de desolación en el Luna Park, la sede de la noche electoral, era absoluta. "Nos engañaron los encuestadores, los gobernadores, todos. Ahora hay que cambiar la estrategia", se lamentaba un dirigente en la zona VIP, lleno de los famosos que suelen acompañar a Scioli y que abandonaron la sala en cuanto empezaron los malos datos. "Tenemos que agrupar a todos el peronismo, no puede ser que Macri inuaugure una estatua de Perón y nosotros sigamos haciendo actos pequeños para focus group", criticaba otro la estrategia de Scioli.
La noche electoral fue muy extraña y el Gobierno retrasó la publicación de los datos oficiales durante seis horas, lo que generó todo tipo de especulaciones, incluso pequeñas caceroladas en algunos barrios del centro de Buenos Aires. Cuando los sacó, a medianoche, se entendió por qué los estaba retrasando. Para entonces ya había hablado Scioli en el Luna Park en un discuro extraño que apuntaba ya indirectamente la posibilidad de la segunda vuelta aunque se decía ganador de la noche. Scioli empezó ya antes de los datos oficiales a atacar a Macri y preparar su campaña para esta segunda vuelta. Dijo que Macri es el "candidato del ajuste". "Si fuera por Macri no tendríamos asignación universal por hijo, YPF no sería estatal y tampoco Aerolíneas Argentinas". Es la primera vez que Scioli critica tan abiertamente a su amigo Macri. Scioli prometió que volvería a hablar una hora después, pero nunca volvió a comparecer y el desánimo cundió cuando aparecieron los primeros datos oficiales.
"Lo que ha sucedido hoy cambia la política de este país", dijo un Macri eufórico, que bailó como loco por un triunfo inesperado en la fiesta de Costa Salguero, un centro de congresos. Macri aprovechó para iniciar también su campaña para la segunda vuelta pidiendo a los votantes de todos los candidatos opositores "y hasta a los de Scioli" que se sumen a "la Argentina del cambio". "Gracias a los laburantes que no tuvieron miedo y se animaron a apostar al futuro", dijo Macri, que ha logrado una buena parte del voto de las clases medias y bajas que antes apoyaban al peronismo. De hecho, el candidato de Cambiemos elogió "la lucha por la justicia social del peronismo". A Macri le basta con lograr una parte del 65% del electorado que no ha votado por Scioli para ganar en segunda vuelta, mientras Scioli tendría que hacer un vuelco total para ganar.
Argentina ya no es la misma que en 2011, cuando Cristina Kirchner logró su reelección con el 54% de los votos, sin oposición. Esa es una de las grandes novedades de estas elecciones: por primera vez desde que llegó el kirchnerismo al poder, hay una oposición fuerte y el ganador tendrá que hacer acuerdos. El rodillo que ha utilizado en los últimos años el kirchnerismo ya no será posible, al menos según los datos que apuntaban las primeras encuestas.
Desde 2012 en adelante, la economía se ha mantenido estancada e incluso en 2014 una fuerte devaluación del peso derivó en que por primera vez desde que el kirchnerismo está en el poder la inflación, que en la actualidad alcanza el 25%, superó las subidas salariales.
También los casos de corrupción se han multiplicado, y hasta el vicepresidente de Argentina, Amado Boudou, está procesado en dos casos por varios delitos. Los escándalos han afectado incluso a la familia de la presidenta, con el caso Hotesur.
Sin embargo, la jefa de Estado mantiene su popularidad por encima del 40%, sobre todo porque muchos votantes comparan el estado actual de su país con el de la crisis de 2001, antes de que el kirchnerismo llegara al poder, con un 57% de pobreza y un 25% de desempleo.
Esa buena imagen de Cristina Fernández de Kirchner, sumada a una economía en crisis pero que gracias a una gran inyección de liquidez y de gasto público este año no llega a hundirse, llevaba a todos los encuestadores y analistas políticos presumir en las últimas semanas que Scioli lograría ganar en la primera vuelta. Esos mismos análisis señalaban que Macri, aspirante liberal e hijo de uno de los empresarios más ricos del país y con imagen de liberal, tenía un techo de voto que le impedía superar el 30% que necesitaba para forzar una segunda vuelta. La resistencia de Sergio Massa, el peronista disidente que ha llegado con mucha fuerza hasta el día de las elecciones, hacía pensar que Scioli ganaría en primera vuelta. Sin embargo, los datos oficiales han aplastado esas previsiones y han dejado a las encuestas en muy mal lugar.
Scioli, un candidato mucho más de centro que los Kirchner, que en teoría debería cubrir un espacio mayor que ellos, se quedó así lejísimos del resultado esperado.
“Estamos votando en un país normal”, había destacado la presidenta Fernández de Kirchner después emitir su sufragio en Santa Cruz, la provincia donde empezó el kirchnerismo y donde ayer logró conservar el poder con Alicia Kirchner, la hermana de Néstor, como candidata a gobernadora. La victoria de su cuñada y de su hijo, que era el candidato a diputado, es un premio de consolación en un día de malas noticias para la presidenta, que tiene intenciones de refugiarse en el sur.
Efectivamente, a diferencia de las primarias de voto obligatorio de agosto pasado, esta vez prácticamente no hubo denuncias de irregularidades. En aquella oportunidad en algunas escuelas la oposición se quejó del robo de papeletas en las cabinas de votación. Esta vez no ocurrió nada de eso. Las elecciones se habían definido como “las más controladas de la historia”, y los partidos habían desplegado un ejército de interventores para evitar cualquier tipo de fraude.
Era un día de votación especial porque jugaban Los Pumas, la selección de rugby, que finalmente perdieron frente a Australia, y los dos principales candidatos trataron de apuntarse a esa ola del deporte. Scioli expresó su deseo de que su país fuera reflejo del espíritu de Los Pumas. “Los Pumas son una expresión de lo que debe ser el país. Contagiémonos el espíritu Puma. Yo lo digo como deportista. Yo creo en esos valores. ¿Vieron cuánta expectativa hay por los Pumas? Esa es la garra que tenemos que poner”.
Macri también se sumó a esa idea. “Veo mucha alegría en la calle, hoy puede ser algo histórico. Los argentinos votan por seguir igual o cambiar, esperemos que votemos por el cambio”, dijo Macri para relatar que iba a ver el partido en familia. “Ellos son un ejemplo, es la Argentina que queremos, todos unidos y mirando para adelante”, remató.
Sergio Massa, que logró resistir a las llamadas al voto útil que había lanzado Macri para arrebatarle apoyos, también aparecía eufórico: “Más allá del resultado, más allá de las cuestiones políticas, ojalá que empiece una etapa nueva en la Argentina a partir de la decisión de la gente”.
Más de 32 millones de argentinos estaban convocados a las urnas para elegir al presidente que los gobernará hasta 2019. Votaron el 79%. En este país es obligatorio el voto de los ciudadanos de 18 a 69 años y optativo para los de 16, 17 y mayores de 70. Los argentinos también elegían 45 diputados del Parlamento de Mercosur (Parlasur) y la mitad de la Cámara de Diputados. En ocho provincias se renovaba un tercio del Senado nacional. En 11 se votaba al gobernador, legisladores provinciales, alcaldes y concejales.
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Vuelco total en una larguísima noche electoral argentina. Con el 97,06% de los votos escrutados, Mauricio Macri dio una enorme sorpresa que ninguna encuesta pronosticó y se quedó cerca de ganarle a Daniel Scioli, el candidato oficialista apoyado por Cristina Fernández de Kirchner. Scioli lograba el 36,8%, frente al 34,3% de Macri. Casi un empate técnico que supone una enorme derrota para el peronismo oficial, que confiaba en ganar en primera vuelta y ahora ve cómo lo más probable es una derrota en segunda vuelta el 22 de noviembre.
Pese a esa victoria por la mínima, el golpe para Scioli y para el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es durísimo. Macri se convierte ahora, por sorpresa, en el favorito para hacerse con la presidencia de Argentina, lo que supondría un giro radical después de 12 años de kirchnerismo. La victoria de Macri tendría consecuencias regionales muy importantes porque Argentina era un puntal del auge de la izquierda latinoamericana, que construyeron los Kirchner, Lula Da Silva, Hugo Chaves y Evo Morales con incorporaciones posteriores como la del ecuatoriano Rafael Correa.
El peronista opositor Sergio Massa sumó el 21,1% y resistió, lo que es aún más grave para el kirchnerismo porque quiere decir que Macri le robó votos a Scioli y obtuvo todos los votos nuevos que se incorporaron desde las primarias. La participación aumentó un 7%.
El peronismo sufría otra derrota dramática: perdió la provincia de Buenos Aires con un candidato estrella y muy polémico, el jefe de Gabinete de Kirchner, Aníbal Fernández. Le ganó una política desconocida hasta hace unos meses como la macrista María Eugenia Vidal. El kirchnerismo duro pretendía refugiarse en la provincia de Buenos Aires y ahora han perdido el poder también allí. La batalla que se augura ahora dentro del peronismo será durísima. Unos contra Fernández y los kirchneristas, y otros contra Scioli y su estrategia, que no ha tenido éxito. Y otros, los sciolistas, contra la presidenta, que ha marcado la línea en todo momento a Scioli y le ha hecho las listas, además de colocarle como candidato a vicepresidente a su hombre más fiel, Carlos Zannini. Los peronistas solo tienen una posibilidad para conservar el poder y es lograr que casi todos los votos de Massa se vayan con ellos, algo muy difícil.
La sensación de desolación en el Luna Park, la sede de la noche electoral, era absoluta. "Nos engañaron los encuestadores, los gobernadores, todos. Ahora hay que cambiar la estrategia", se lamentaba un dirigente en la zona VIP, lleno de los famosos que suelen acompañar a Scioli y que abandonaron la sala en cuanto empezaron los malos datos. "Tenemos que agrupar a todos el peronismo, no puede ser que Macri inuaugure una estatua de Perón y nosotros sigamos haciendo actos pequeños para focus group", criticaba otro la estrategia de Scioli.
La noche electoral fue muy extraña y el Gobierno retrasó la publicación de los datos oficiales durante seis horas, lo que generó todo tipo de especulaciones, incluso pequeñas caceroladas en algunos barrios del centro de Buenos Aires. Cuando los sacó, a medianoche, se entendió por qué los estaba retrasando. Para entonces ya había hablado Scioli en el Luna Park en un discuro extraño que apuntaba ya indirectamente la posibilidad de la segunda vuelta aunque se decía ganador de la noche. Scioli empezó ya antes de los datos oficiales a atacar a Macri y preparar su campaña para esta segunda vuelta. Dijo que Macri es el "candidato del ajuste". "Si fuera por Macri no tendríamos asignación universal por hijo, YPF no sería estatal y tampoco Aerolíneas Argentinas". Es la primera vez que Scioli critica tan abiertamente a su amigo Macri. Scioli prometió que volvería a hablar una hora después, pero nunca volvió a comparecer y el desánimo cundió cuando aparecieron los primeros datos oficiales.
"Lo que ha sucedido hoy cambia la política de este país", dijo un Macri eufórico, que bailó como loco por un triunfo inesperado en la fiesta de Costa Salguero, un centro de congresos. Macri aprovechó para iniciar también su campaña para la segunda vuelta pidiendo a los votantes de todos los candidatos opositores "y hasta a los de Scioli" que se sumen a "la Argentina del cambio". "Gracias a los laburantes que no tuvieron miedo y se animaron a apostar al futuro", dijo Macri, que ha logrado una buena parte del voto de las clases medias y bajas que antes apoyaban al peronismo. De hecho, el candidato de Cambiemos elogió "la lucha por la justicia social del peronismo". A Macri le basta con lograr una parte del 65% del electorado que no ha votado por Scioli para ganar en segunda vuelta, mientras Scioli tendría que hacer un vuelco total para ganar.
Argentina ya no es la misma que en 2011, cuando Cristina Kirchner logró su reelección con el 54% de los votos, sin oposición. Esa es una de las grandes novedades de estas elecciones: por primera vez desde que llegó el kirchnerismo al poder, hay una oposición fuerte y el ganador tendrá que hacer acuerdos. El rodillo que ha utilizado en los últimos años el kirchnerismo ya no será posible, al menos según los datos que apuntaban las primeras encuestas.
Desde 2012 en adelante, la economía se ha mantenido estancada e incluso en 2014 una fuerte devaluación del peso derivó en que por primera vez desde que el kirchnerismo está en el poder la inflación, que en la actualidad alcanza el 25%, superó las subidas salariales.
También los casos de corrupción se han multiplicado, y hasta el vicepresidente de Argentina, Amado Boudou, está procesado en dos casos por varios delitos. Los escándalos han afectado incluso a la familia de la presidenta, con el caso Hotesur.
Sin embargo, la jefa de Estado mantiene su popularidad por encima del 40%, sobre todo porque muchos votantes comparan el estado actual de su país con el de la crisis de 2001, antes de que el kirchnerismo llegara al poder, con un 57% de pobreza y un 25% de desempleo.
Esa buena imagen de Cristina Fernández de Kirchner, sumada a una economía en crisis pero que gracias a una gran inyección de liquidez y de gasto público este año no llega a hundirse, llevaba a todos los encuestadores y analistas políticos presumir en las últimas semanas que Scioli lograría ganar en la primera vuelta. Esos mismos análisis señalaban que Macri, aspirante liberal e hijo de uno de los empresarios más ricos del país y con imagen de liberal, tenía un techo de voto que le impedía superar el 30% que necesitaba para forzar una segunda vuelta. La resistencia de Sergio Massa, el peronista disidente que ha llegado con mucha fuerza hasta el día de las elecciones, hacía pensar que Scioli ganaría en primera vuelta. Sin embargo, los datos oficiales han aplastado esas previsiones y han dejado a las encuestas en muy mal lugar.
Scioli, un candidato mucho más de centro que los Kirchner, que en teoría debería cubrir un espacio mayor que ellos, se quedó así lejísimos del resultado esperado.
“Estamos votando en un país normal”, había destacado la presidenta Fernández de Kirchner después emitir su sufragio en Santa Cruz, la provincia donde empezó el kirchnerismo y donde ayer logró conservar el poder con Alicia Kirchner, la hermana de Néstor, como candidata a gobernadora. La victoria de su cuñada y de su hijo, que era el candidato a diputado, es un premio de consolación en un día de malas noticias para la presidenta, que tiene intenciones de refugiarse en el sur.
Efectivamente, a diferencia de las primarias de voto obligatorio de agosto pasado, esta vez prácticamente no hubo denuncias de irregularidades. En aquella oportunidad en algunas escuelas la oposición se quejó del robo de papeletas en las cabinas de votación. Esta vez no ocurrió nada de eso. Las elecciones se habían definido como “las más controladas de la historia”, y los partidos habían desplegado un ejército de interventores para evitar cualquier tipo de fraude.
Era un día de votación especial porque jugaban Los Pumas, la selección de rugby, que finalmente perdieron frente a Australia, y los dos principales candidatos trataron de apuntarse a esa ola del deporte. Scioli expresó su deseo de que su país fuera reflejo del espíritu de Los Pumas. “Los Pumas son una expresión de lo que debe ser el país. Contagiémonos el espíritu Puma. Yo lo digo como deportista. Yo creo en esos valores. ¿Vieron cuánta expectativa hay por los Pumas? Esa es la garra que tenemos que poner”.
Macri también se sumó a esa idea. “Veo mucha alegría en la calle, hoy puede ser algo histórico. Los argentinos votan por seguir igual o cambiar, esperemos que votemos por el cambio”, dijo Macri para relatar que iba a ver el partido en familia. “Ellos son un ejemplo, es la Argentina que queremos, todos unidos y mirando para adelante”, remató.
Sergio Massa, que logró resistir a las llamadas al voto útil que había lanzado Macri para arrebatarle apoyos, también aparecía eufórico: “Más allá del resultado, más allá de las cuestiones políticas, ojalá que empiece una etapa nueva en la Argentina a partir de la decisión de la gente”.
Más de 32 millones de argentinos estaban convocados a las urnas para elegir al presidente que los gobernará hasta 2019. Votaron el 79%. En este país es obligatorio el voto de los ciudadanos de 18 a 69 años y optativo para los de 16, 17 y mayores de 70. Los argentinos también elegían 45 diputados del Parlamento de Mercosur (Parlasur) y la mitad de la Cámara de Diputados. En ocho provincias se renovaba un tercio del Senado nacional. En 11 se votaba al gobernador, legisladores provinciales, alcaldes y concejales.