Torres y Correa: conexión letal
Eibar, As
Llevaba treinta y tres segundos Correa sobre el césped y ya había decidido un partido que se le había puesto feo para el Atlético. Porque había salido el Eibar como el año pasado en el Calderón, planteando un partido intenso, táctico e incómodo que dio lugar a muchas imprecisiones. No es casualidad que sean quintos, con siete puntos en tres jornadas: en este partido volvió a comprobarse. Los de Mendilibar le jugaban de tú a tú al Atlético sostenidos en tres pilares: su centro del campo, muy sólido, con Dani y Escalona, sus bandas, con Berjón y Keko volviendo locos a Juanfran y Filipe, y Enrich, que hacía lo propio con Giménez y Godín. Sólo le faltó el gol para que el destrozo fuera completo.
No se encontraba el Atlético en esa primera parte. Con el balón se hizo en el minuto 15, pero no con el juego. Ni Filipe, ni Juanfran, ni Koke tenían su día y, cuando eso pasa, el Atlético lo paga. En el Atleti, parecía, sólo estaba Griezmann que, una vez más, lo acaparó todo. Si Griezmann tenía el balón en los pies se abrían los espacios, como las aguas de Moises. Sacaba córners, filtraba pases, acechaba el área de Riesgo con peligro. Pero estaba demasiado solo. Vietto y Jackson aún no hablan su mismo idioma. Se vio en el minuto 27’: el francés filtraba un pase entre líneas genial, medio gol, a Jackson, pero el colombiano estuvo demasiado lento en la definición y el balón lo recuperaba Capa. Y Vietto no estuvo mucho mejor. Se ofrecían mucho los dos, remataban, pero siempre blandos, sin peligro.
Simeone fue el primero que lo vio y él era el único que podía cambiarlo. Para eso tiene fondo de armario. Tras el descanso Torres y Óliver salieron por Jackson y Vietto. Y, al principio, no funcionó. Los rojiblancos perdieron el control del partido. Lo tomó el Eibar, que se echó a la espalda un exrojiblanco, Keko, que a punto estuvo de marcar en el minuto 52’. Fue entonces cuando Simeone volvió a mirar al banquillo y vio la luz. Ángel Correa.
El argentino salió y en 33’ lo decidió todo, casi como el día que debutó con Argentina. Combinó con Torres y, entre los dos, fabricaron el gol: El Niño se desembarazó de la defensa vasca y se la puso a Correa, que marcó después de un desmarque enorme, con amago para el golpeo del balón. Y esta sociedad funciona. La sociedad del gol. Quince minutos después se intercambiaron los papeles. Si antes la había puesto Torres para que marcar Correa, ahora la ponía Correa para que marcara Fernando. Fue otro golazo: el argentino metió un buen balón en el área para que Torres, en carrera, y ante la salida de Riesgo, la picara justo en el único hueco que había dejado el portero. Un gol que recordaba a aquel que marcó en la Eurocopa de 2008 y al mejor Torres. Ahora ha encontrado un compañero ideal. Correa, que pide, a gritos, más minutos en este Atleti.
Llevaba treinta y tres segundos Correa sobre el césped y ya había decidido un partido que se le había puesto feo para el Atlético. Porque había salido el Eibar como el año pasado en el Calderón, planteando un partido intenso, táctico e incómodo que dio lugar a muchas imprecisiones. No es casualidad que sean quintos, con siete puntos en tres jornadas: en este partido volvió a comprobarse. Los de Mendilibar le jugaban de tú a tú al Atlético sostenidos en tres pilares: su centro del campo, muy sólido, con Dani y Escalona, sus bandas, con Berjón y Keko volviendo locos a Juanfran y Filipe, y Enrich, que hacía lo propio con Giménez y Godín. Sólo le faltó el gol para que el destrozo fuera completo.
No se encontraba el Atlético en esa primera parte. Con el balón se hizo en el minuto 15, pero no con el juego. Ni Filipe, ni Juanfran, ni Koke tenían su día y, cuando eso pasa, el Atlético lo paga. En el Atleti, parecía, sólo estaba Griezmann que, una vez más, lo acaparó todo. Si Griezmann tenía el balón en los pies se abrían los espacios, como las aguas de Moises. Sacaba córners, filtraba pases, acechaba el área de Riesgo con peligro. Pero estaba demasiado solo. Vietto y Jackson aún no hablan su mismo idioma. Se vio en el minuto 27’: el francés filtraba un pase entre líneas genial, medio gol, a Jackson, pero el colombiano estuvo demasiado lento en la definición y el balón lo recuperaba Capa. Y Vietto no estuvo mucho mejor. Se ofrecían mucho los dos, remataban, pero siempre blandos, sin peligro.
Simeone fue el primero que lo vio y él era el único que podía cambiarlo. Para eso tiene fondo de armario. Tras el descanso Torres y Óliver salieron por Jackson y Vietto. Y, al principio, no funcionó. Los rojiblancos perdieron el control del partido. Lo tomó el Eibar, que se echó a la espalda un exrojiblanco, Keko, que a punto estuvo de marcar en el minuto 52’. Fue entonces cuando Simeone volvió a mirar al banquillo y vio la luz. Ángel Correa.
El argentino salió y en 33’ lo decidió todo, casi como el día que debutó con Argentina. Combinó con Torres y, entre los dos, fabricaron el gol: El Niño se desembarazó de la defensa vasca y se la puso a Correa, que marcó después de un desmarque enorme, con amago para el golpeo del balón. Y esta sociedad funciona. La sociedad del gol. Quince minutos después se intercambiaron los papeles. Si antes la había puesto Torres para que marcar Correa, ahora la ponía Correa para que marcara Fernando. Fue otro golazo: el argentino metió un buen balón en el área para que Torres, en carrera, y ante la salida de Riesgo, la picara justo en el único hueco que había dejado el portero. Un gol que recordaba a aquel que marcó en la Eurocopa de 2008 y al mejor Torres. Ahora ha encontrado un compañero ideal. Correa, que pide, a gritos, más minutos en este Atleti.