Novak Djokovic contra Roger Federer, el no va más en la final de Nueva York

Djokovic aplasta a Cilic (6-0, 6-1 y 6-2 en una hora y 25 minutos) y Federer reduce a Wawrinka (6-4, 6-3 y 6-1 tras hora y 32 minutos) para citarse en la final del domingo

Alejandro Ciriza
Madrid, El País
En la final masculina de Nueva York, el no va más: Novak Djokovic contra Roger Federer, Federer contra Djokovic. Es decir, el jugador más sólido del momento, el todopoderoso hombre a batir, frente a la leyenda, el tenista reinventado a los 34 años. Cartel de lujo. Ambos resolvieron sus respectivos compromisos de las semifinales (el serbio vapuleó a Marin Cilic por 6-0, 6-1 y 6-2 y el suizo no le dio opción alguna a su compatriota Stanislas Wawrinka, con un 6-4, 6-3 y 6-1) y lucharán en la noche del domingo por el título del último grande de la temporada.


Si el Djokovic-Cilic era a priori apetitoso, el enfrentamiento entre Federer y Wawrinka concentraba aún un punto más de interés. Y es que el de Lausana, ganador de dos majors (Australia 2014 y París 2015), uno de los jugadores en mejor estado de forma este curso, suponía la piedra de toque perfecta para calibrar las opciones reales del de Basilea. A tenor de lo visto, estas son muchas. Muchísimas. Al menos, un porcentaje de posibilidades muy similar al de Djokovic.

Resolvió Federer en una hora y 32 minutos, por la vía rápida. Volvió a sacar a pasear la derecha (29 winners, por 25 del otro lado) y a cortar con el revés, fino y demoledor, esta vez más que el de Wawrinka, que tiene un fusil en sus giros de muñeca. Lo intentó por todos los medios Stan, que ya se ha asegurado su presencia en la próxima Copa de Maestros, pero encontró todas la vías tapiadas.

Federer estuvo una noche más inconmensurable. Probó su última virguería al resto y, por encima de todo, demostró que su bola de crucero carbura, que su aceleración sigue intacta y que sus piernas están finas. Se movió con vigor y elegancia, como si estuviera sobre un escenario de Broadway y encarnase al mismísimo Fred Astaire. Otra vez, de nuevo, un recital, traducido también en números: mantuvo sus niveles de servicio (80% de primeros y 63% de segundos), redujo los de Wawrinka (58% y 50%) y atacó con fiereza la red (22 de 28, un 79%).

Previamente, Djokovic se había encontrado un duelo a pedir de boca frente a Cilic (6-0, 6-1 y 6-2 en una hora y 25 minutos). "La verdad, no esperaba un partido tan fácil, pero siempre es bueno no hacer el mayor esfuerzo en una semifinal", admitía Nole, que despachó al campeón de la edición de 2014 mediante un ejercicio de suficiencia, en el que el croata no ofreció en ningún momento la sensación de discutirle el pase a la final. Inexpresivo y frío, pareció que Cilic se conformaba con haberse colado entre los cuatro mejores. No más.

Mientras, Djokovic, exigido y desgastado en la escalada hasta las semifinales, optó esta vez por la vía rápida. Como un autómata, dominó en todas las facetas del juego y anuló los zambombazos de Cilic (solo cuatro aces, cuando es el sacador más poderoso del torneo con un total de 115) con restos cortados y profundos. Activó el mecanismo ofensivo y pulió el defensivo. Falló muy poco (13 errores no forzados), pegó lo necesario (16 ganadores) y castigó los segundos servicios de su rival, que en este sentido solo pudo retener el 22% de los puntos.

En el box de Cilic, la cara de pocos amigos de Goran Ivanisevic, su tutor; y en el de Nole, las risas de su esposa Jelena y la complacencia de Boris Becker. Ganador en Australia y Wimbledon, trabado en París por Wawrinka, el de Belgrado camina firme ahora en Nueva York. En Flushing Meadows solo ha podido levantar un trofeo, el de 2011, y encima tiene clavada la espina de las finales cedidas en 2007, 2010, 2012 y 2013. Cuidado.

En su 18ª final de un Grand Slam (las mismas que Sampras, a una de Ivan Lendl y dos menos que Rafael Nadal), el serbio chocará con Federer, artillería pesada donde las haya. Con el suizo, un balance de 21-20 en contra. Recientemente, el de Basilea ya demostró en Cincinatti que es capaz de vencer al número uno sobre pista rapida. La noche del domingo, por tanto, espectáculo garantizado.

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