Nace la primera ciudad para la clase media de una Palestina sin Estado

Un empresario formado en EE UU empieza a entregar las viviendas de Rawabi, un proyecto cercano a Ramala que contará con 40.000 habitantes, a pesar de las dificultades con Israel

Juan Carlos Sanz
Rawabi, El País
El profesor palestino Talal Shahuan, de 47 años, no ha visto el mar desde 2008. Ha venido con su hija quinceañera Rania, que apenas conoce la costa, a visitar su nuevo piso en la primera ciudad de nueva planta erigida en Cisjordania en casi medio siglo de ocupación israelí. “Compré está casa porque creo que contribuye a forjar el futuro Estado palestino, cuesta más barata que una similar en Ramala y además tiene vistas al mar”, explica el decano la Facultad de Química de la cercana Universidad de Birzeit.


Desde el balcón de su casa de 220 metros cuadrados, con cuatro dormitorios y tres baños, por la que ha pagado 125.000 euros se divisan al oeste las torres de apartamentos y oficinas de Tel Aviv, “En los días claros, en el horizonte veremos el Mediterráneo”, promete a su hija con convencimiento. Como la mayoría de los palestinos de Cisjordania, ninguno de los dos dispone del permiso especial que permite atravesar los puestos de control del Ejército israelí a lo largo de 40 kilómetros que separan Rawabi de la playa.

La familia Shahuan es una de las primeras 600 en instalarse en esta nueva ciudad para 40.000 habitantes. Forman parte de la emergente clase media de profesionales y empresarios que se expresan con fluidez en inglés. No han dudado en hipotecarse durante décadas para habitar en su propia tierra, en medio de un paisaje bíblico de viñas y olivos, en la primera ciudad surgida de la planificación y con cable de fibra óptica. Los nuevos vecinos de Rawabi son muestra de un cambio en la sociedad palestina, de familias nucleares que se instalan en pisos en lugar de vivir en casas tradicionales dentro del clan.

Nacida de la nada hace cuatro años en lo alto de un cerro, los bloques de viviendas reflejan ahora un paisaje urbano similar al de los grandes asentamientos judíos. Rawabi (que significa colinas, en árabe), también se asemeja a una plaza fuerte amurallada, aunque casi todo su recinto es peatonal y la recogida de basuras está automatizada en el subsuelo. Situada a apenas 10 minutos en coche de Ramala, la capital administrativa de la Autoridad Palestina, y a 20 de Jerusalén o Nablús, si los controles militares israelíes no están atascados, la nueva ciudad parece ser el sueño de las capas más modernas de la sociedad. Y tal vez la pesadilla de los dirigentes tradicionales.

Una estrecha carretera que enlaza con la vía rápida número 60, que recorre un rosario de asentamientos de colonos judíos de norte a sur, conduce hasta este proyecto urbanístico de 1.075 millones de euros. Su coste se ha disparado por los retrasos en la concesión del suministro de agua y la apertura de los accesos, que dependen en gran medida de la llamada Administración Civil del Ejército israelí, un órgano que gestiona un 60% del territorio de Cisjordania.

Bashar al Masri, nacido en Nablús en 1961, estudió ingeniería y trabajó en Estados Unidos hasta su regreso a Palestina en 1995. Hoy dirige Massar International, el conglomerado de 30 compañías del que depende Rawabi. “Este es el mayor proyecto de la historia moderna de Palestina. Empezamos solos, pero hemos tenido que captar capital de socios de Qatar ante las dificultades”, admite en las oficinas de promoción del proyecto.

“Nadie en su sano juicio invertiría en un proyecto como este solo por intereses económicos”, asegura. ”Pero es nuestra contribución a la construcción del Estado palestino”. En la sociedad palestina se han escuchado también voces de quienes consideran que el que proyecto legitima la ocupación y normaliza la relación con Israel, de quien dependen numerosos permisos. “Respeto las opiniones de los que nos critican, pero nosotros estamos desafiando la ocupación al tomar nuestros asuntos con nuestras propias manos sobre el terreno”, replica Al Basri a sus detractores. “Rawabi va a servir para asentar a los profesionales y evitar la fuga de cerebros, para crear trabajos para palestinos en la construcción, en el parque empresarial que construiremos más adelante…”.

Los responsables de la nueva ciudad se quejan de que el Gobierno del presidente Mahmud Abbas no ha cumplido sus promesas de financiar la urbanización y los servicios y suministros. “Lo hemos tenido que asumir todo nosotros, y repercutir una parte en los costes de las viviendas, que se han encarecido hasta un 15%”, precisa Amir Dajani, ingeniero jefe de un proyecto que ha creado entre 8.000 y 10.000 empleos (su empresa se jacta de ser el mayor empleador en el sector privado palestino) durante su construcción, más otros 3.000 o 5.000 puestos de trabajo indirectos.

“La ocupación israelí sigue, pero debe terminar por el bien y la seguridad de los palestinos y de los israelíes”, argumenta Al Masri, a quien su padre envió a estudiar a la universidad estadounidense de Virginia Tech. tras ser detenido por tirar piedras y ondear la entonces prohibida bandera palestina. “Ya sé que se parece a un asentamiento judío”, confiesa, “pero yo prefiero llamarlo ciudad, la primera ciudad con todas de la ley en la historia palestina. Pronto habrá elecciones para elegir al Ayuntamiento”.

Un clase emergente de profesionales y empresarios que se expresan con fluidez en inglés no han dudado en hipotecarse durante décadas para habitar en su propia tierra, en medio de un paisaje bíblico de viñas y olivos

Bloques de piedra que parecen aguardar a ser colocados algún día en una pirámide enmarcan a los pies de Rawabi el mayor anfiteatro de Oriente Próximo, que puede ofrecer espectáculos para hasta 20.000 espectadores. Es el principal emblema de la ambición de modernidad del proyecto. En lo alto de las gradas, entre los carteles con fotos de iconos de la cultura regional, como la estrella egipcia Suad Hosni o el cantante libanés Wadi al Safi, destacan dos grandes imágenes de Elvis Presley y Marilyn Monroe flanqueando a Um Kulzum, la diva legendaria de la música árabe.

Al otro lado del valle sobre el que se alza la urbanización, los 700 colonos de Ateret, el asentamiento situado frente a Rawabi, nunca han sufrido dificultades con el suministro de agua. “No tenemos problemas con ellos, pero el verano pasado arrancaron la bandera palestina gigante que preside la urbanización”, desvela uno de los técnicos del proyecto. “Nosotros estamos aprovechando el agua de lluvia y reciclamos las aguas residuales en nuestra depuradora para reaprovecharla”, agrega. Los palestinos parecen estar aprendiendo de los israelíes a la hora de aprovechar uno de los recursos más escasos de Oriente Próximo. No en vano los colonos judíos de Cisjordania consumen seis veces más agua, como media, que sus vecinos árabes.

En el otro extremo de Rawabi, el que mira hacia hacia el río Jordán, la familia Qawasmi parece sentirse a gusto en su nuevo piso con vistas al estadio de fútbol y a las aldeas palestinas cercanas. Ahmed, de 52 años, empresario de maquinaria agrícola en Ramala, y su esposa Rula, de 42, han venido a ver su nueva casa con dos de sus siete hijos, Ami, de 15 años, y Salma, de 13. “Buscábamos la calma, huir del agobio de Ramala”, explica la madre. ”Esta es la primera ciudad palestina moderna, aquí todo va a ser diferente”. Los Qawasmi visten a la occidental. Parecen felices con su nueva casa.

Tres vehículos blindados israelíes se cruzan en la carreta de salida de Rawabi, situada según los Acuerdos de Oslo en zona A, de administración exclusiva palestina, aunque los accesos, se sitúan en las zonas B y C, que quedan bajo control de las fuerzas de seguridad de Israel. Ante los problemas con la conducción de agua, la unidad de Coordinación de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT) del Ejército asegura a través de su portavoz que “la planificación y ejecución de la conducción permanente de agua de la ciudad Rawabi está a cargo de la Autoridad Palestina”. Como esta conexión, que servirá también a otros pueblos de la zona aún no sido construida, la Administración Civil autorizó “una conexión temporal con 300 metros cúbicos de agua diarios”.

"Sí, ya sé que esto es parecido a un asentamiento judío. ¿Y qué? Por primera vez vamos a tener casas con todas las comodidades, eso es lo que importa”, concluye con una amplia sonrisa Ahmed Qawasmi desde la terraza de su nueva casa en Rawabi.


Entradas populares