Merkel se enfrenta a la oposición interna por dar paso a los refugiados
La conservadora CSU considera la decisión de la canciller "una señal totalmente errónea"
Luis Doncel
Berlín, El País
La reunión celebrada ayer en la Cancillería de Berlín fue una de las más tensas que se recuerdan entre los tres socios que gobiernan Alemania. Los socialcristianos bávaros de la CSU —partido hermano, pero independiente, de los democristianos de la CDU— arremetieron antes del encuentro contra la canciller, Angela Merkel, por permitir en la noche del viernes el paso de miles de refugiados que se agolpaban en Hungría. El sector más conservador de la CDU tampoco ve con buenos ojos una decisión que, creen, puede tener efecto llamada. Apoyan a la canciller la gran mayoría de su partido y los socialdemócratas del SPD.
Al mismo tiempo que una multitud recibía en Múnich, la capital de Baviera, con aplausos y carteles de bienvenida a los miles de refugiados que iban llegando a la estación de ferrocarriles, los líderes de la CSU, el partido que gobierna este Estado federal desde 1957, se lanzaban contra la persona que permitió la llegada de esos trenes.
“El permiso para viajar a Alemania concedido a los refugiados de Hungría es una señal completamente errónea que es necesario corregir”, dijo el ministro del Interior bávaro, Joachim Herrmann. “Hay que parar la afluencia masiva de refugiados que solo van a Alemania”, añadía el secretario general de la CSU, Andreas Scheuer. En un comunicado hecho público en la tarde del sábado, Merkel recalcó que el permiso para viajar había sido tan solo “una excepción” con motivo de la situación de emergencia que vivían los solicitantes de asilo.
Es habitual que la CSU, un partido más conservador que sus hermanos democristianos del resto del país, se exprese en términos duros sobre asuntos conflictivos, ya sea la crisis griega o la integración de los extranjeros. El pasado diciembre, por ejemplo, propusieron que se obligara a los inmigrantes a hablar alemán en sus casas. Ante la oleada de críticas, dieron marcha atrás. Pero la actual indignación de los socialcristianos no se explica solo por motivos ideológicos. También influye la geografía. La mayoría de refugiados procedentes del este entran en Alemania por la frontera austriaca, limítrofe con Baviera. La mitad de las más de 13.000 personas que llegaron el fin de semana a Múnich se quedarán en Baviera, mientras que el resto se distribuirá por otros Estados alemanes.
El reparto de refugiados dentro del país se hace a través de un sistema de cuotas que tiene en cuenta la población y los ingresos fiscales de los 16 Estados federados. Como resultado de este sistema, conocido como la fórmula de Königstein, el Estado que más solicitantes de asilo acoge es Renania del Norte-Westfalia, el más poblado de Alemania, seguido por Baviera, al que este año le corresponde una cuota en torno al 15%.
Además de la polémica del fin de semana, los líderes de los tres partidos de la gran coalición gobernante abordaron en la reunión de ayer en Berlín distintos aspectos de la crisis migratoria, como el camino para lograr que todos los recién llegados tengan un alojamiento adecuado antes de que llegue el invierno o la financiación suplementaria que van a requerir los Estados. Según los cálculos de la edición dominical del Frankfurter Allgemeine Zeitung, los costes relacionados con los refugiados ascenderán este año a 10.000 millones de euros.
El Gobierno de Merkel está preocupado tratando de evitar que la extremadamente difícil situación se les vaya de las manos. Temen que si empieza a haber problemas se venga abajo el ambiente favorable con el que la mayoría de ciudadanos está recibiendo la oleada migratoria. Pese a las peleas entre los socios de coalición, la CDU confía en que el encuentro de los tres partidos sirva para buscar soluciones. “La situación es demasiado grave para perder el tiempo en peleas internas. Estoy seguro de que la reunión concluirá con un acuerdo”, señalaba a EL PAÍS el diputado Wolfgang Bosbach en la tarde de ayer.
Tensiones externas
Las tensiones de Merkel con sus socios de la CSU se unen a las que ha tenido con otros líderes de la UE en su pelea por lograr un reparto más equitativo de los refugiados que llegan a Europa. En el Gobierno alemán también se oyen críticas contra la Comisión Europea por haber reaccionado demasiado tarde y con poca energía a la crisis migratoria.
El organismo del Gobierno alemán responsable de la emigración y refugiados generó a finales de agosto aún más problemas al conocerse el contenido de un documento interno que anunciaba que los demandantes de asilo procedentes de Siria no serían devueltos al país por el que entraron en la UE, como establece la norma, sino que podrían quedarse en Alemania.
Una iniciativa pensada para ahorrar costes y acelerar los procesos se convirtió en un conflicto diplomático cuando Gobiernos como el de Austria y Hungría achacaron a Alemania haber lanzado una invitación formal a todos los sirios a refugiarse en el país. Fuentes del Gobierno alemán admiten el error que supuso infravalorar el contenido de un documento no pensado para hacerse público. “No estamos ante un problema europeo, sino ante un problema de alemán”, dijo el jueves en Bruselas el primer ministro húngaro: unas declaraciones que en Berlín se interpretaron como una puñalada.
Apoyo ciudadano a la política de asilo alemana
La mayoría de los alemanes está a favor de seguir acogiendo por lo menos a tantos refugiados como hasta ahora. Una reciente encuesta de la televisión pública ARD mostró que un 37% de los consultados está a favor de mantener el número de asilados políticos; y un 22% preferiría conceder más. En cambio, un 33% considera que Alemania debe restringir su derecho de asilo político.
Además, seis de cada 10 ciudadanos dicen no sentir miedo ante las llegadas cada vez más numerosas de refugiados. Los recelos son mayores en la parte oriental del país: el 46% de los ciudadanos del este dice tener miedo, frente a un 36% en el oeste. El Gobierno prevé recibir este año a 800.000 refugiados, el máximo histórico. Solo en agosto llegaron más de 100.000.
Luis Doncel
Berlín, El País
La reunión celebrada ayer en la Cancillería de Berlín fue una de las más tensas que se recuerdan entre los tres socios que gobiernan Alemania. Los socialcristianos bávaros de la CSU —partido hermano, pero independiente, de los democristianos de la CDU— arremetieron antes del encuentro contra la canciller, Angela Merkel, por permitir en la noche del viernes el paso de miles de refugiados que se agolpaban en Hungría. El sector más conservador de la CDU tampoco ve con buenos ojos una decisión que, creen, puede tener efecto llamada. Apoyan a la canciller la gran mayoría de su partido y los socialdemócratas del SPD.
Al mismo tiempo que una multitud recibía en Múnich, la capital de Baviera, con aplausos y carteles de bienvenida a los miles de refugiados que iban llegando a la estación de ferrocarriles, los líderes de la CSU, el partido que gobierna este Estado federal desde 1957, se lanzaban contra la persona que permitió la llegada de esos trenes.
“El permiso para viajar a Alemania concedido a los refugiados de Hungría es una señal completamente errónea que es necesario corregir”, dijo el ministro del Interior bávaro, Joachim Herrmann. “Hay que parar la afluencia masiva de refugiados que solo van a Alemania”, añadía el secretario general de la CSU, Andreas Scheuer. En un comunicado hecho público en la tarde del sábado, Merkel recalcó que el permiso para viajar había sido tan solo “una excepción” con motivo de la situación de emergencia que vivían los solicitantes de asilo.
Es habitual que la CSU, un partido más conservador que sus hermanos democristianos del resto del país, se exprese en términos duros sobre asuntos conflictivos, ya sea la crisis griega o la integración de los extranjeros. El pasado diciembre, por ejemplo, propusieron que se obligara a los inmigrantes a hablar alemán en sus casas. Ante la oleada de críticas, dieron marcha atrás. Pero la actual indignación de los socialcristianos no se explica solo por motivos ideológicos. También influye la geografía. La mayoría de refugiados procedentes del este entran en Alemania por la frontera austriaca, limítrofe con Baviera. La mitad de las más de 13.000 personas que llegaron el fin de semana a Múnich se quedarán en Baviera, mientras que el resto se distribuirá por otros Estados alemanes.
El reparto de refugiados dentro del país se hace a través de un sistema de cuotas que tiene en cuenta la población y los ingresos fiscales de los 16 Estados federados. Como resultado de este sistema, conocido como la fórmula de Königstein, el Estado que más solicitantes de asilo acoge es Renania del Norte-Westfalia, el más poblado de Alemania, seguido por Baviera, al que este año le corresponde una cuota en torno al 15%.
Además de la polémica del fin de semana, los líderes de los tres partidos de la gran coalición gobernante abordaron en la reunión de ayer en Berlín distintos aspectos de la crisis migratoria, como el camino para lograr que todos los recién llegados tengan un alojamiento adecuado antes de que llegue el invierno o la financiación suplementaria que van a requerir los Estados. Según los cálculos de la edición dominical del Frankfurter Allgemeine Zeitung, los costes relacionados con los refugiados ascenderán este año a 10.000 millones de euros.
El Gobierno de Merkel está preocupado tratando de evitar que la extremadamente difícil situación se les vaya de las manos. Temen que si empieza a haber problemas se venga abajo el ambiente favorable con el que la mayoría de ciudadanos está recibiendo la oleada migratoria. Pese a las peleas entre los socios de coalición, la CDU confía en que el encuentro de los tres partidos sirva para buscar soluciones. “La situación es demasiado grave para perder el tiempo en peleas internas. Estoy seguro de que la reunión concluirá con un acuerdo”, señalaba a EL PAÍS el diputado Wolfgang Bosbach en la tarde de ayer.
Tensiones externas
Las tensiones de Merkel con sus socios de la CSU se unen a las que ha tenido con otros líderes de la UE en su pelea por lograr un reparto más equitativo de los refugiados que llegan a Europa. En el Gobierno alemán también se oyen críticas contra la Comisión Europea por haber reaccionado demasiado tarde y con poca energía a la crisis migratoria.
El organismo del Gobierno alemán responsable de la emigración y refugiados generó a finales de agosto aún más problemas al conocerse el contenido de un documento interno que anunciaba que los demandantes de asilo procedentes de Siria no serían devueltos al país por el que entraron en la UE, como establece la norma, sino que podrían quedarse en Alemania.
Una iniciativa pensada para ahorrar costes y acelerar los procesos se convirtió en un conflicto diplomático cuando Gobiernos como el de Austria y Hungría achacaron a Alemania haber lanzado una invitación formal a todos los sirios a refugiarse en el país. Fuentes del Gobierno alemán admiten el error que supuso infravalorar el contenido de un documento no pensado para hacerse público. “No estamos ante un problema europeo, sino ante un problema de alemán”, dijo el jueves en Bruselas el primer ministro húngaro: unas declaraciones que en Berlín se interpretaron como una puñalada.
Apoyo ciudadano a la política de asilo alemana
La mayoría de los alemanes está a favor de seguir acogiendo por lo menos a tantos refugiados como hasta ahora. Una reciente encuesta de la televisión pública ARD mostró que un 37% de los consultados está a favor de mantener el número de asilados políticos; y un 22% preferiría conceder más. En cambio, un 33% considera que Alemania debe restringir su derecho de asilo político.
Además, seis de cada 10 ciudadanos dicen no sentir miedo ante las llegadas cada vez más numerosas de refugiados. Los recelos son mayores en la parte oriental del país: el 46% de los ciudadanos del este dice tener miedo, frente a un 36% en el oeste. El Gobierno prevé recibir este año a 800.000 refugiados, el máximo histórico. Solo en agosto llegaron más de 100.000.