Francisco, la voz de la esperanza para los indocumentados en EE UU

Los sin papeles esperan que el papa haga suyo su mensaje ante el Congreso

Silvia Ayuso
Washington, El País
María Galleta suspiraba aliviada mientras una compañera le masajeaba los pies, hinchados tras las largas jornadas de marcha. Al igual que en otros puntos de su periplo, varios baldes de agua fresca aguardaban listos la noche del lunes para recibir otros pies cansados en el pabellón de la iglesia St Camillus en Silver Spring, Maryland, penúltima estación del peregrinaje de un centenar de mujeres hasta Washington. Bajo el lema “cien mujeres, cien millas”, peregrinas de todas las edades y lugares de Estados Unidos partieron de Nueva York el 15 de septiembre rumbo a la capital, a la que llegaron este martes con una única misión: ser escuchadas por el papa Francisco con la esperanza de que él pueda interceder a favor de los más de 11 millones de indocumentados que viven e EE UU.


Todas ellas son inmigrantes, algunas legales, otras sin papeles. Pero cada una tiene una historia de separación familiar por deportación o de lucha por sobrevivir en las sombras.

María Galleta, californiana, ayuda a veteranos de guerra que han sido deportados a México por no saber cómo regularizarse tras cumplir el servicio militar, algunos en Irak o Afganistán. Alejandra Sánchez es una indocumentada de Arizona. De sus cinco hijos, uno es estadounidense y otros cuatro dreamers. Vive bajo el miedo permanente de ser deportada a su México natal junto con su marido, que tampoco tiene papeles, y que sus hijos se queden solos en EE UU. Eso es lo que le pasó al marido de Yethel Franco, que lleva cinco años en México sin poder regresar con su esposa y su hijo de nueve años, que sufre graves episodios de epilepsia por el trauma de la separación de su padre.

Francisco, la voz de los sin voz

Las tres, así como el resto de las “peregrinas”, han desafiado el calor de los últimos días del verano, las primeras lluvias del otoño y los más de 160 kilómetros de distancia caminados para que el papa pueda oír de su boca sus historias e interceda para que los políticos, tanto los candidatos presidenciales como los legisladores en el Congreso, apoyen y aprueben, de una vez, la reforma migratoria que se les viene negando desde hace años y hasta décadas.

“Esperamos que el papa sea nuestro portavoz, que pueda tocar el corazón de esas personas en cuyas manos está nuestro futuro”, explicaba Yethel Franco. Ella presenciará en el Capitolio, invitada por su congresista, el demócrata Juan Vargas, el momento en el que Jorge Bergoglio se convierta el jueves en el primer papa que habla ante el Congreso de EE UU. En primera fila estará el presidente de la cámara baja, el republicano -y católico- John Boehner, artífice de la inédita invitación papal y uno de los responsables de que fracasara en 2014 una propuesta de reforma migratoria que ya había sido aprobada por el Senado.

“Tenemos la esperanza de que el papa pueda cambiarle un poco la mentalidad a John Boehner, puede ser un intermediario para que lo nuestro salga”, confiaba Alejandra Sánchez, que también ha sido invitada al Congreso por su congresista, Rubén Gallegos.

El papa “les va a dar los tirones de orejas que se merecen” a los políticos que se oponen a un camino para regularizar a los indocumentados, “porque no es justo que los inmigrantes estén pasando por esto”, aseveró otra de las caminantes, Ale Saucedo, argentina como Francisco y fundadora de Dreamer’s Moms, una organización de madres de los jóvenes indocumentados, los “dreamers”, que pudieron acogerse al programa de regularización establecido por el presidente Barack Obama en 2012. Saucedo no irá al Congreso, pero sí formará parte de los 15.000 invitados a los jardines de la Casa Blanca cuando el miércoles el papa se reúna con el presidente demócrata en el Despacho Oval.

Una avalancha de inmigrantes para ver al papa

Las “peregrinas” no son las únicas inmigrantes que centran sus esperanzas en el papa Francisco. Hasta Washington han llegado en los últimos días y horas centenares de activistas de todo el país que esperan de Jorge Bergoglio si no un milagro, que pueda al menos aliviar el ambiente hostil hacia los inmigrantes, reavivado por la agresiva campaña electoral y los duros mensajes en esta materia de los aspirantes presidenciales republicanos.

Veinticinco inmigrantes -entre ellos varios niños cuyos padres han sido deportados- de California viajaron hasta Washington este martes con la esperanza de que “la legalización sea la bendición del papa” a su paso por EE UU. Los ocho inmigrantes hondureños mutilados por La Bestia, el tren sobre el que millares de inmigrantes centroamericanos atraviesan México para llegar a EE UU y que llevan desde junio intentando ser recibidos por Obama o por el papa, también han logrado entrar en el Congreso.

Otros, como Guillermina Castellanos, activista de San Francisco y que también ha participado en la caminata de las mujeres, se conformarán con ver desde la calle el paso del pontífice en el que han centrado tantas esperanzas. ¿Demasiadas? No, afirma Castellanos. “El papa ha llegado a Cuba, algo histórico. Y ha hablado bien de la comundiad gay, algo que nunca se había escuchado. Tenemos mucha fe en que va a hacer cambios en la vida del inmigrante”.

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