España fue un gustazo

Baño de la Selección a Eslovaquía que le permite recuperar el liderato del grupo. Silva se erige en el jefe de España. Gran partido de Iniesta y Busquets. Dos buenas paradas de Casillas. Pitos para Piqué.

Madrid, As
Quizá para un día, ojalá para un tiempo, España recuperó su lugar en el mundo y, de paso, el liderato en su grupo camino de Francia, que ahora parece a este lado de los Pirineos. El magnífico trabajo de orfebrería, que tuvo la calidad de los tiempos del imperio, se vio esta vez acompañado de los goles, que a menudo se le olvidaron a La Roja después de partidos elaborados y posesivos. También fue una obra coral, sin más solista que David Silva, la versión nacional de Messi, en ratos de gloria. Lo que vino después fue fantástico de pitón a rabo. Un partido que mereció mejor césped, un lleno al que no llegó Oviedo y un público más amable con Piqué, al que silbó por las mismas razones que lo hizo León (aquella metedura de pata sobre la influencia de Kevin Roldán en los éxitos del Barcelona) pero sin el atenuante de la inmediatez en la presunta ofensa.


El nuevo curso ha traído un Iniesta revitalizado, con mejor físico y mejor ánimo, que disimuló bien la falta del poderoso influjo de Xavi. También emerge la versión más atractiva de Busquets, que hizo desaparecer al centro del campo eslovaco. Silva y Pedro, en cambio, se mostraron como siempre. Bueno, bonito y dominante el primero, que desde la derecha preparó el golpe. Y un tiro el segundo por la izquierda. Todas sus arrancadas fueron de provecho. Y más cuando le dio el relevo el desbordante Jordi Alba, un lateral de alegría contagiosa. Acompañó Cesc, un poquito corto de velocidad, y le volvió a costar a Diego Costa. El suyo con España es un problema de mezcla. A la Selección le resulta más sencillo cambiar de nueve que de estilo. A su juego sólo le da sentido un punta que se mueva en una baldosa y Diego Costa vive del espacio. A él acudió para provocar un penalti (más que discutible) , pero antes y después se vio enjaulado. Fue su séptimo partido, de ocho, sin gol. Pero del Bosque está dispuesto a esperarle hasta que se acople.

El partido, en cualquier caso, fue de una sola dirección. Ramos le regaló a Mak medio gol y el punta eslovaco dejó escapar el tren con un disparo errático. Eran las 20:50. El tren no volvió a pasar. España le preparó a Eslovaquia un partido muy poco confortable, dándole aire al balón, moviéndolo de banda a banda para que no le quedara al adversario lugar en el que refugiarse y esmerándose en la recuperación.

Ayudo mucho el gol a los cinco minutos. Un gol de costumbres, de futbolistas que conocen cada uno de sus tics. Silva esperó el acelerón de Jordi Alba y este se confió a la precisa zurda del canario. Todo acabó en un pase magnífico y un cabezazo sencillo. Luego llegó el penalti, bien aprovechado por Iniesta, dos paradas de Casillas de las de antes de la guerra (la del Bernabéu) y una posesión escandalosa. Oviedo festejó como un gol la entrada de su paisano Cazorla y el escribano Silva echó el borrón de fallar un gol a puerta vacía cuando la victoria ya estaba fuera de peligro. Pecado venial del campeón, que está de vuelta.

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