El Oporto de Casillas saca tres puntos ante un Chelsea irregular
Oporto, As
Brillantes, fuertes, luchadores, imaginativos, el Oporto doblegó al Chelsea en un partido disputado de tú a tú, donde cualquiera pudo ganar o empatar, pero los dragones fueron eso, dragones por músculo, ilusión e ideas.
Lopetegui puso en el campo todos los centímetros de la plantilla. Sustituyó a sus mexicanos por la fortaleza de Martins Indi y Danilo Pereira. La misión era controlar el juego aéreo y el centro del campo, el mismo pensamiento de Mourinho, que dejó a Hazard en el banquillo, en beneficio de Pedro, y a Matic por Ramires, jugadores rompelíneas; pero las estrellas eran los dos 9. El gran Abubakar por parte del Oporto que se las veía con Zuma y Cahill y salía en ventaja, pero sobre todo el 9 del otro área, Diego Costa, un broncas a balón parado, pura seda con el balón en juego. La clase del español era imparable para la defensa del Oporto, que rompía continuamente y la descolocaba para que entraran por detrás Ramires, William, Fábregas o Pedro. Así llegaron las dos grandes ocasiones, la primera de Fábregas que despejó Casillas y la segunda un cara a cara de Pedro con el guardameta madrileño, que despejó con su milagrosa pierna derecha al estilo de la final del mundial.
El inicial dominio del Chelsea fue cediendo gracias al activismo anárquico de Brahimi, el crecimiento de Imbula y correcaminos André André. Y en la primera oportunidad, marcaron. Brahimi rompió la cintura de Ivanovic y el rechazo del portero lo aprovechó André André. Poco duró la alegría pues al borde del descanso, William ejecutó magistralmente una falta por el lado de Casillas, que apostó por defender el otro lado.
El temprano gol de Maicon en la segunda parte convenció a Mourinho que no se imponía ni con músculo ni por calidad, así que se decidió a ir por todo. Quitó a un defensa (Obi Mikel) y sacó a la perla Hazard. Al minuto tuvo la ocasión de empatar tras un gran pase de Pedro, pero se le fue fuera para cabreo de Mourinho. Fue un estertor, pues después el Oporto desplegó un juego arrollador, con Brahimi desbocado e Imbula reinando en el centro del campo, de tal modo que Mourinho ya hizo sus tres cambios en el minuto 72, incapaz de parar la oleada blanquiazul. La defensa era un coladero, si Diego Costa había disparado al larguero, Danilo cabeceó lo hizo al palo de Bedgovic. Solo Diego Costa podía evitar el triunfo, pero Lahoz no vio la mano de Marcano para detener el último ataque del feroz delantero español. Diego Costa lo merecía todo, pero el Oporto también. Fue más equipo y, sobre todo, tuvo más fe.
Brillantes, fuertes, luchadores, imaginativos, el Oporto doblegó al Chelsea en un partido disputado de tú a tú, donde cualquiera pudo ganar o empatar, pero los dragones fueron eso, dragones por músculo, ilusión e ideas.
Lopetegui puso en el campo todos los centímetros de la plantilla. Sustituyó a sus mexicanos por la fortaleza de Martins Indi y Danilo Pereira. La misión era controlar el juego aéreo y el centro del campo, el mismo pensamiento de Mourinho, que dejó a Hazard en el banquillo, en beneficio de Pedro, y a Matic por Ramires, jugadores rompelíneas; pero las estrellas eran los dos 9. El gran Abubakar por parte del Oporto que se las veía con Zuma y Cahill y salía en ventaja, pero sobre todo el 9 del otro área, Diego Costa, un broncas a balón parado, pura seda con el balón en juego. La clase del español era imparable para la defensa del Oporto, que rompía continuamente y la descolocaba para que entraran por detrás Ramires, William, Fábregas o Pedro. Así llegaron las dos grandes ocasiones, la primera de Fábregas que despejó Casillas y la segunda un cara a cara de Pedro con el guardameta madrileño, que despejó con su milagrosa pierna derecha al estilo de la final del mundial.
El inicial dominio del Chelsea fue cediendo gracias al activismo anárquico de Brahimi, el crecimiento de Imbula y correcaminos André André. Y en la primera oportunidad, marcaron. Brahimi rompió la cintura de Ivanovic y el rechazo del portero lo aprovechó André André. Poco duró la alegría pues al borde del descanso, William ejecutó magistralmente una falta por el lado de Casillas, que apostó por defender el otro lado.
El temprano gol de Maicon en la segunda parte convenció a Mourinho que no se imponía ni con músculo ni por calidad, así que se decidió a ir por todo. Quitó a un defensa (Obi Mikel) y sacó a la perla Hazard. Al minuto tuvo la ocasión de empatar tras un gran pase de Pedro, pero se le fue fuera para cabreo de Mourinho. Fue un estertor, pues después el Oporto desplegó un juego arrollador, con Brahimi desbocado e Imbula reinando en el centro del campo, de tal modo que Mourinho ya hizo sus tres cambios en el minuto 72, incapaz de parar la oleada blanquiazul. La defensa era un coladero, si Diego Costa había disparado al larguero, Danilo cabeceó lo hizo al palo de Bedgovic. Solo Diego Costa podía evitar el triunfo, pero Lahoz no vio la mano de Marcano para detener el último ataque del feroz delantero español. Diego Costa lo merecía todo, pero el Oporto también. Fue más equipo y, sobre todo, tuvo más fe.