EE UU y Rusia impulsan coaliciones rivales en la lucha contra el yihadismo

La guerra civil siria es el nuevo territorio donde Obama y Putin miden su influencia

Marc Bassets
Nueva York, El País
De Europa a Oriente Próximo. El pulso entre Estados Unidos y Rusia se traslada a otro tablero. La anexión de la provincia ucrania de Crimea y el conflicto armado en este país enfrentan a las viejas potencias de la Guerra Fría desde hace un año y medio. La guerra civil siria, que desde 2011 ha dejado más de 310.000 muertos, es el nuevo territorio donde el presidente Barack Obama y su homólogo ruso, Vladímir Putin, miden su influencia. Ucrania congeló la relación entre ambos. Como se ha visto esta semana en Nueva York, durante la Asamblea General de la ONU, en Siria todo es más complejo. Washington y Moscú compiten con coaliciones paralelas. Al mismo tiempo, se ven abocados a colaborar para derrotar a los yihadistas.


Estados Unidos y Rusia compiten en el diagnóstico sobre las causas de la guerra en Siria, por ejemplo. Para EE UU, el culpable es el dictador Bachar El Asad y la represión de las protestas que estallaron hace cuatro años y medio al calor de las primaveras árabes. Para Rusia, es la injerencia occidental —desde la invasión de Irak en 2003 hasta las propias primaveras árabes— el origen del caos en la región.

Obama y Putin difieren en la receta para poner fin a la guerra. El estadounidense dice que, sin un nuevo líder en Siria, el Estado Islámico no será derrotado: El Asad debe marcharse. El ruso replica que El Asad es garante de la estabilidad y elogia a sus partidarios porque son quienes se baten con los yihadistas.

Que la estrategia contra los yihadistas pone a ambos presidentes de lados opuestos quedó patente ayer en Nueva York. Obama convocó una cumbre con líderes de los países que integran la coalición, auspiciada por EE UU, contra el EI y el extremismo violento.

Obama puso en pie la coalición hace un año. En aquel momento, los avances del EI en Irak y Siria sembraban la alarma en las capitales occidentales y llevaron a EE UU a iniciar bombardeos en Irak y Siria, desplegar unos 3.000 asesores militares en Irak, y entrenar y armar a rebeldes sirios moderados.

Rusia no pertenece a esta coalición. Sus representantes en Nueva York manifestaron su desacuerdo con la cumbre, parecida a la que se celebró hace un año en la misma ciudad. Argumentaron que, con esta coalición, EE UU intenta usurpar el papel de la ONU. Y se quejaron de que en la reunión participase Kosovo, reconocido por 110 países, pero no por Rusia.

Tras enviar aviones y militares a Siria y acordar con Irán, Irak y el propio régimen de Damasco un plan para compartir inteligencia contra el EI, los rusos proponen su propia coalición. Putin dijo que está a abierto a que otros países participen en el plan para compartir inteligencia. En su discurso, el lunes, ante la Asamblea General de la ONU, el presidente ruso comparó su coalición con la que, liderada por Roosevelt y Stalin, derrotó a Hitler en la Segunda Guerra Mundial.

Las reuniones de Nueva York han escenificado el raro baile diplomático entre Obama y Putin, mezcla de seducción y rechazo, de rivalidad y cooperación.

Ambos llevaban más de dos años, desde antes de estallar la crisis en Ucrania, sin mantener una reunión formal. No esconden el desagrado mutuo. Putin se siente asediado por la expansión de la Unión Europea y de la OTAN. Obama cree que el líder ruso ve un plan occidental de aislarle donde no hay más que una voluntad de hacer cumplir las normas internacionales.
El regreso de Putin

Aislado, sancionado, marginado por Washington y sus aliados por sus acciones en Ucrania, Putin regresa al centro de la ecuación geopolítica. El lugar ya no es Europa, sino Oriente Próximo. Con el envío de ayuda militar al régimen de El Asad en Siria, el presidente ruso se erige en pieza clave en la solución a una guerra sangrienta que ha paralizado a Obama y a los europeos.

Ambos países coinciden en querer mantener la unidad del país y su carácter secular. Para ambos, derrotar al Estado Islámico es una prioridad. Y han iniciado un diálogo entre los responsables militares y diplomáticos. La presencia rusa en Siria y la intervención aérea estadounidense les obliga a coordinarse.

No hay solución sin Rusia, ha sido el mensaje de Putin en la Asamblea General, a la que no acudía desde hace una década. Obama, que llegaba a Nueva York exhibiendo los éxitos de su doctrina multilateral en Irán y Cuba, se ha puesto a la defensiva ante el ímpetu de Putin. Asume que El Asad no se irá inmediatamente. Y acepta la premisa de su homólogo y rival: sin Rusia no hay acuerdo posible en Siria.

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