Baptistao hace un roto al Atleti
Se llama la teoría del ex y dice así: “Siempre que te enfrentes a un equipo donde juegue alguien que vistió tu camiseta, ése, precisamente ése, será el que más daño te haga”. La norma no es categórica, pero sí habitual, sobre todo en fútbol. Que se lo pregunten al Atlético: de sus ex por Vila-real ayer sólo uno podía jugar, Leo Baptistao, cedido para más inri, pero sin cláusula miedo. Y, claro, ya saben quién le hizo el destrozo a los del Cholo. La teoría del ex cumplida a rajatabla, letra a letra.
En la primera parte, el Atlético fue un muñeco de trapo en las manos del Villarreal. Ya salían los de Marcelino sabiendo que el Madrid había pinchado y que, si ganaban, eran líderes. Eso les dio un punto más de intensidad, como si no tuvieran ya suficiente. El Atlético sólo estuvo al principio, presionando, intentando tener el balón, pero en la primera que tuvo el Villarreal lo pulverizó. Y fue Baptistao, claro, que uno cuando sabe que va a ver a un ex siempre se pone más guapo por si acaso: Leo batió a Oblak tras un pase descomunal de Trigueros y una pared con Soldado. Es el tercer gol que le meten esta temporada al esloveno. Y gracias que no fueron más. Porque Baptistao recibía, tocaba y salía rapidísimo entre Tiago y la defensa rojiblanca, incapaces de frenarle, sobrepasados. Pero así andaba todo el Atleti, que no sabía ni por dónde le venía el viento. La defensa estaba perdida, el centro hacía aguas y Óliver no encontraba hueco. Los rojiblancos sólo veían pasar a su lado jugadores amarillos rapidísimos; por la derecha, por la izquierda y por el centro. Todo era un despropósito, sobre todo arriba, de drama.
Bailly se pegó a Griezmann como una sombra para no dejarle pensar ni un milímetro y a Jackson no le llegaban los centros y, cuando lo hacían, perdía la pelota una y otra vez. A veces con Griezmann. A veces con Óliver. A veces él solito. No cuaja, no encaja y, lo peor no es eso, lo peor es que ya van ocho partidos (ninguno completo) y se acaban las excusas. Ayer, directamente no viajó a Vila-real y, si por El Madrigal vieron a alguien parecido al colombiano, no se confundan. Era un primo. Y lejano.
La primera y única ocasión real del Atlético llegó al filo del descanso, después de que Baptistao y Castillejo casi marcaran el segundo. Víctor Ruiz falló y dejó solo a Griezmann ante Areola. El francés intentó colársela entre las piernas, pero el portero la paró. Y es que Griezmann aún no sabe lo que es marcarle al Villarreal: el de ayer era su undécimo partido, pero deberá esperar al siguiente. Tampoco ayer era el día.
Simeone, como viene siendo habitual últimamente, no esperó ni un segundo más allá del descanso para enderezar el desaguisado y sacó a Torres y a Vietto. A ver si pasaba lo de Eibar. O, sino, a ver si a él también le salía eso de la teoría del ex. Pero nada cambió demasiado. Al menos no esta vez. Ni siquiera cuando entró Correa, siempre un verso libre y ayer chico nuevo por la plaza. Sus 25 minutos fueron lo mejor del Atlético en El Madrigal y a punto estuvo de hacer el empate, en el 90’, tras combinar con Griezmann, pero su disparo a bocajarro lo paró Areola. El portero fue un muro todo el tiempo, muy en la línea de un Villarreal compacto, solidario y sin fisuras que ayer jugó a ser el Atlético y le salió. Y en su vestuario se celebró la victoria (y el liderato) con queso, vino y jamón mientras el otro Atleti, el de verdad, se iba pensando que no hubiera ganado este partido ni aunque todavía lo estuviera jugando. Ay, malditos ex.