ANÁLISIS / La importancia de saber frenar a tiempo ante Estados Unidos
La estrategia de Netanyahu para sabotear el acuerdo nuclear con Irán se estrella en el Congreso a pesar de las advertencias de líderes israelíes sobre el deterioro de la relación
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
La demonización a ultranza de la República Islámica de Irán, como Estado al que acusa de promover el terrorismo y perseguir la aniquilación de Israel, ha sido el eje de la política exterior de Benjamín Netanyahu durante sus nueve años consecutivos como primer ministro. Precisamente la campaña para revalidar el cargo en la actual legislatura tuvo su cénit el pasado 3 de marzo en el Congreso de Estados Unidos, dos semanas antes de la jornada electoral en Israel. El líder del Likud se dirigió a los legisladores para pedirles que bloquearan la negociación del acuerdo nuclear con Irán emprendida por la Administración del presidente Barack Obama y otros cinco países (Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania).
Netanyahu ganó los comicios y volvió a formar Gobierno, pero cuatro meses después EE UU y las grandes potencias sellaron un pacto con Teherán para controlar el programa atómico iraní. Han pasado otros dos meses y la pelota ha vuelto al Capitolio, donde la estrategia del primer ministro israelí para sabotear el acuerdo nuclear se ha estrellado este jueves en el Senado, aunque por un ajustado margen de dos votos, contra el muro del Partido Demócrata, que suele concentrar el voto de los judíos estadounidenses. En una semana se cerrará el plazo para que los republicanos vuelvan intentar un improbable bloqueo de la iniciativa diplomática estelar de la presidencia de Obama. Pero la suerte parece estar echada en favor del mandatario.
En Israel ya había sido alertado del peligro de rumbo de colisión con el principal aliado militar y económico del Estado judío si proseguía su política de acoso y derribo al acuerdo nuclear con Irán. El líder de la oposición, el laborista Isaac Herzog, no ha desaprovechado ocasión para criticarle por ello. Incluso el presidente israelí, el moderado dirigente del Likud Reuven Rivlin, ha revelado esta misma semana que Netanyahu había dejado escapar varias oportunidades de reconducir las relaciones con Estados Unidos, muy deterioradas por las negociaciones con Irán.
La prensa israelí se pregunta ahora por qué el primer ministro no ha sabido frenar a tiempo para evitar un impacto que parecía inevitable. Sus detractores interpretan que solo ha buscado consolidar su hegemonía en la política doméstica israelí, donde más de un 60% de los ciudadanos rechazan en las encuestas el pacto de las grandes potencias con Irán. Sus partidarios destacan, sin embargo, que la estrategia de rechazo frontal contribuirá a ampliar las compensaciones militares y económicas que Washington ha prometido a Israel tras la firma del acuerdo con Irán.
En medio del enfriamiento de la relación del Gobierno de Netanyahu con la Administración de Obama, el diario Yedioth Ahronoth ha aireado oportunamente el contenido de varios correos electrónicos dirigidos a Hillary Clinton, en su etapa al frente de la Secretaría de Estado, que la aspirante a la candidatura presidencial demócrata se ha visto obligada a hacer públicos. En uno de ellos, el exasesor de Seguridad Nacional Martin Berger le advertía en 2010 de que Netanyahu no pone nunca de manifiesto sus intenciones “porque no siente la necesidad de alcanzar acuerdos y parece estar satisfecho con el statu quo”. En otro correo electrónico, el exembajador de EE UU en Israel Martin Indyk iba más allá al afirmar sobre el jefe del Gobierno israelí: “Se cree que es un gran negociador en el gran bazar de Oriente Próximo, así que exagera sus exigencias por encima de lo razonable par intentar conseguir el mejor precio”. Todo ello va unido, según Indyk, a “su legendario miedo a hacer el primo ante su propia gente”.
A finales de mes, en el marco de la sesión anual de Naciones Unidas, se verá si la estrategia de Netanyahu con Obama acaba pasándole factura a Israel. Dependerá de si finalmente es sometida a voto la propuesta francesa para reanudar las negociaciones entre israelíes y palestinos. Esta vez vendría acompañada de una previsible fecha de caducidad que acarrearía, en caso de falta de acuerdo con su término, el reconocimiento internacional del Estado Palestino. Y dependerá sobre todo de si la iniciativa sale adelante porque EE UU se abstiene de vetarla en el Consejo de Seguridad. Netanyahu no se verán hasta dentro de dos meses, a comienzos de noviembre en la Casa Blanca.
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
La demonización a ultranza de la República Islámica de Irán, como Estado al que acusa de promover el terrorismo y perseguir la aniquilación de Israel, ha sido el eje de la política exterior de Benjamín Netanyahu durante sus nueve años consecutivos como primer ministro. Precisamente la campaña para revalidar el cargo en la actual legislatura tuvo su cénit el pasado 3 de marzo en el Congreso de Estados Unidos, dos semanas antes de la jornada electoral en Israel. El líder del Likud se dirigió a los legisladores para pedirles que bloquearan la negociación del acuerdo nuclear con Irán emprendida por la Administración del presidente Barack Obama y otros cinco países (Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania).
Netanyahu ganó los comicios y volvió a formar Gobierno, pero cuatro meses después EE UU y las grandes potencias sellaron un pacto con Teherán para controlar el programa atómico iraní. Han pasado otros dos meses y la pelota ha vuelto al Capitolio, donde la estrategia del primer ministro israelí para sabotear el acuerdo nuclear se ha estrellado este jueves en el Senado, aunque por un ajustado margen de dos votos, contra el muro del Partido Demócrata, que suele concentrar el voto de los judíos estadounidenses. En una semana se cerrará el plazo para que los republicanos vuelvan intentar un improbable bloqueo de la iniciativa diplomática estelar de la presidencia de Obama. Pero la suerte parece estar echada en favor del mandatario.
En Israel ya había sido alertado del peligro de rumbo de colisión con el principal aliado militar y económico del Estado judío si proseguía su política de acoso y derribo al acuerdo nuclear con Irán. El líder de la oposición, el laborista Isaac Herzog, no ha desaprovechado ocasión para criticarle por ello. Incluso el presidente israelí, el moderado dirigente del Likud Reuven Rivlin, ha revelado esta misma semana que Netanyahu había dejado escapar varias oportunidades de reconducir las relaciones con Estados Unidos, muy deterioradas por las negociaciones con Irán.
La prensa israelí se pregunta ahora por qué el primer ministro no ha sabido frenar a tiempo para evitar un impacto que parecía inevitable. Sus detractores interpretan que solo ha buscado consolidar su hegemonía en la política doméstica israelí, donde más de un 60% de los ciudadanos rechazan en las encuestas el pacto de las grandes potencias con Irán. Sus partidarios destacan, sin embargo, que la estrategia de rechazo frontal contribuirá a ampliar las compensaciones militares y económicas que Washington ha prometido a Israel tras la firma del acuerdo con Irán.
En medio del enfriamiento de la relación del Gobierno de Netanyahu con la Administración de Obama, el diario Yedioth Ahronoth ha aireado oportunamente el contenido de varios correos electrónicos dirigidos a Hillary Clinton, en su etapa al frente de la Secretaría de Estado, que la aspirante a la candidatura presidencial demócrata se ha visto obligada a hacer públicos. En uno de ellos, el exasesor de Seguridad Nacional Martin Berger le advertía en 2010 de que Netanyahu no pone nunca de manifiesto sus intenciones “porque no siente la necesidad de alcanzar acuerdos y parece estar satisfecho con el statu quo”. En otro correo electrónico, el exembajador de EE UU en Israel Martin Indyk iba más allá al afirmar sobre el jefe del Gobierno israelí: “Se cree que es un gran negociador en el gran bazar de Oriente Próximo, así que exagera sus exigencias por encima de lo razonable par intentar conseguir el mejor precio”. Todo ello va unido, según Indyk, a “su legendario miedo a hacer el primo ante su propia gente”.
A finales de mes, en el marco de la sesión anual de Naciones Unidas, se verá si la estrategia de Netanyahu con Obama acaba pasándole factura a Israel. Dependerá de si finalmente es sometida a voto la propuesta francesa para reanudar las negociaciones entre israelíes y palestinos. Esta vez vendría acompañada de una previsible fecha de caducidad que acarrearía, en caso de falta de acuerdo con su término, el reconocimiento internacional del Estado Palestino. Y dependerá sobre todo de si la iniciativa sale adelante porque EE UU se abstiene de vetarla en el Consejo de Seguridad. Netanyahu no se verán hasta dentro de dos meses, a comienzos de noviembre en la Casa Blanca.