“Yo fui proveedor de droga para los patrones bolivianos”
Santa Cruz, Erbol
“Sacha Mono” se hizo conocido en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro como un importante proveedor de pasta básica de cocaína de las mafias de narcotraficantes de Bolivia. Vivió varios años una vida de lujo y excesos, hasta que sus enemigos lo delataron y terminó preso. Al cumplir su condena y recuperar la libertad, nadie lo esperaba. Había perdido todo, incluida su familia.
“Yo comencé desde abajo. A los 12 años dejé el colegio para dedicarme a recolectar las hojas de coca de mayor calidad. Cuando los cultivos están en mayor altura son mejores, cuando están al borde del río no son tan buenos. Con esta chamba sacaba al mes unos US$ 300. También cargaba costales con hojas de coca seca que llevaba hasta las pozas de maceración, donde se produce la pasta básica”, relató “Sacha Mono”, quien aceptó dialogar con La República con la condición de no ser identificado.
Este diario acreditó que había cumplido condena por narcotráfico.
Conforme crecía entre los cultivos de hoja de coca, “Sacha Mono” se dio cuenta de que los cultivadores representaban el último eslabón de la cadena del negocio del narcotráfico y que eran los que menos ganaban. Se enteró de que el dueño de una poza de maceración, por ejemplo, obtenía 6 mil dólares por elaborar 14 kilos de pasta básica cada mes. Por trabajar en la poza “Sacha Mono” y sus siete compañeros recibían por cabeza 400 dólares. El propietario se quedaba con 3 mil 200 dólares.
“Eso me abrió los ojos. Pero tuve que esperar un tiempo hasta juntar el dinero suficiente para poder financiar mi propia poza de maceración”, expresó: “Cuando ya tuve la plata, contraté a mis amigos de la zona y a campesinos como mano de obra. Entonces comencé a ganar 3 mil 200 dólares mensuales. Al año, por la venta de 160 kilos de pasta básica, lograba obtener 40 mil dólares”.
FORTUNA RÁPIDA
“Al principio tenía miedo. Miedo de caer preso y dejar sola a mi mujer y a mis pequeños hijos. Miedo de que mi mujer se convirtiera en lo que se conoce en el Vraem como ‘madre soltera’, que abundan en el valle porque sus esposos están metidos como sardinas en cárceles ayacuchanas. Cuando tuve mi poza, los miedos fueron quedando atrás al ver el dinero que sacaba. Pero no bastaba, quería más. Fue así como me enteré de que los ‘nachos’ (narcotraficantes) ganaban cantidades superiores que yo", dijo “Sacha Mono”.
Se refería a los capos que compran grandes cantidades. “Sacha Mono” buscaba transformarse de productor de pasta en proveedor exclusivo de algún capo que le garantizara compras periódicas. Como conocía el circuito, se contactó con un narco de Bolivia, uno de los “nachos” más respetados y temidos de la frontera.
“Llevaba 100 kilos por viaje. Como yo no podía producir tanto de mi poza de maceración, recurría a otros colegas de la zona o a conocidos en otros distritos. Usaba distintos vehículos para ir hasta la frontera boliviana”, explicó.
“Mi patrón boliviano me pagaba 1,500 dólares por un kilo de pasta básica de cocaína. Pero tenía que pagarle 150 dólares al dueño del carro y 200 al chofer. Lo que me dejaba 1,150 dólares por kilo. Como llevaba 100 kilos por viaje, yo ganaba 115 mil dólares. Al año viajaba por lo menos seis veces, por lo que sacaba 690 mil dólares al año. O sea, 700 mil dólares”, señaló “Sacha Mono”.
TODO TIENE SU FINAL
Por más de tres años el narcotraficante “Sacha Mono” y su familia vivieron el sueño de las casas propias. "Cambiaba de camionetas 4x4 como de camisa. Como magia mi vida cambió. Por más que me advirtieron de ciertos soplones, el temor era algo demasiado lejano para mí", admitió.
Una tarde elaboraba droga en su poza de maceración, cuando escuchó el ruido de unos helicópteros, pero ni siquiera se molestó en mirarlos. Escuchó silbidos de vecinos que le advertían del peligro, pero no los tomó en cuenta.
"Me cayeron un montón de policías y todo se fue al diablo. Estuve preso un buen tiempo. Me quedé más pobre y mi familia desapareció de mi vida", dijo, resignado.
ENTRAMADO NARCO
Según fuentes policiales a las que accedió La República, la ruta que describió “Sacha Mono” para transportar la droga hacia la frontera con Bolivia, todavía existe.
“Meten la droga en falsos techos, en los tanques de combustible, en los equipajes o escondites del vehículo, y a veces adherida al cuerpo”, explicaron las fuentes.
“Sus rutas son desde Ayacucho las siguientes: Santa Rosa o Palmapampa-Lechemayo-San Antonio-San Miguel-Huamanga-Andahuaylas-Cusco-Puno y, finalmente, Bolivia, donde los narcos convierten la pasta en clorhidrato. Otra ruta desde Ayacucho es: San Francisco-Machente-Huamanga-Andahuaylas-Cusco-Puno y Bolivia.
Desde la zona del Vraem en el Cusco, la ruta es: Pichari- Kimbiri-Lobo-Cielo Punko-Kepashiato-Cusco-Madre de Dios-Puno y Bolivia.
LA FÁBRICA POR DENTRO
“Sacha Mono” hizo para La República una simulación del procesamiento de pasta básica de cocaína en una poza de maceración. “En un día y medio de trabajo se pueden producir 14 kilos de pasta, usando 200 arrobas de hojas de coca”, dijo.
“Se necesita habilitar terrenos planos de 15 metros de largo, 5 de ancho y uno de alto para acondicionar las pozas. Se construyen con palos, tablas y mucho plástico. Las pozas están bien camufladas entre la espesa vegetación de los cultivos de hojas de coca, aunque algunos más arriesgados las construyen a pocos metros de la entrada de sus chacras de cocales”, manifestó.
Entonces “Sacha Mono” comenzó a cocinar la droga. “A la poza principal se vierte agua, ácido sulfúrico, ácido muriático y lejía. Luego se le agregan las 200 arrobas.
Mientras jugamos con los naipes o tomamos cerveza, las hojas se maceran por tres horas. Después golpeamos con mazos de madera la concentración. Hace cinco años esto lo hacíamos con los pies”, siguió.
“Una vez que el agua se torna color chocolate, con baldes trasladamos el líquido a otra poza pequeña que tiene una medida de dos metros de largo por dos de ancho y uno y medio de altura. Echamos cal y gasolina mientras batimos con unas paletas artesanales.
La gasolina es el ingrediente que extrae el alcaloide de cocaína, obteniendo el sulfato de cocaína. Al sulfato de cocaína le vertimos amoniaco. Finalmente ‘cortamos’ la droga lentamente obteniendo la pasta básica de cocaína en forma de bola”, cuenta el narcotraficante descolgado.
“Para terminar esta fase, toda la droga elaborada la metemos en una olla con agua y la hervimos con la finalidad de sacar la grasa. Entonces solo queda el líquido con la droga, se espera a que se enfríe y se obtiene la pasta básica lavada. Luego prensamos y así quedan los clásicos ‘ladrillos’ blancos”, concluyó “Sacha Mono”. Para conseguir más ingresos, muchos campesinos cocaleros también cuentan con una poza de maceración.
“Sacha Mono”, que conoció desde adentro el negocio de la droga, les advierte sin pelos en la lengua: "El narcotráfico es una pesadilla, en algún momento te van a atrapar, tarde o temprano, y tu deseo más fuerte será nunca haber aceptado siquiera cargar una bolsa de hojas de coca".
En cifras
100 kilogramos de pasta básica de cocaína transportaba en cada viaje a la frontera boliviana.
700 mil dólares al año ganaba narcotraficante "Sacha Mono" con solo seis viajes de droga.
Claves
Debido a la presión de las fuerzas antidrogas en las rutas descritas por el narco arrepentido, los narcos bolivianos ahora prefieren recoger los cargamentos de pasta básica mediante avionetas que aterrizan en pistas clandestinas del Vraem, habilitadas especialmente a orillas de los ríos. Suelen llevar 350 kilos de droga por vuelo.
Las pistas más usadas son las que están en los poblados de Santa Rosa y Mayapo, en el distrito de Llochegua (Huanta, Ayacucho), y Boca Mantaro, en el distrito de Pangoa (Satipo, Junín). En esos lugares los pobladores protegen las pistas clandestinas y a los mismos narcos.
“Sacha Mono” se hizo conocido en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro como un importante proveedor de pasta básica de cocaína de las mafias de narcotraficantes de Bolivia. Vivió varios años una vida de lujo y excesos, hasta que sus enemigos lo delataron y terminó preso. Al cumplir su condena y recuperar la libertad, nadie lo esperaba. Había perdido todo, incluida su familia.
“Yo comencé desde abajo. A los 12 años dejé el colegio para dedicarme a recolectar las hojas de coca de mayor calidad. Cuando los cultivos están en mayor altura son mejores, cuando están al borde del río no son tan buenos. Con esta chamba sacaba al mes unos US$ 300. También cargaba costales con hojas de coca seca que llevaba hasta las pozas de maceración, donde se produce la pasta básica”, relató “Sacha Mono”, quien aceptó dialogar con La República con la condición de no ser identificado.
Este diario acreditó que había cumplido condena por narcotráfico.
Conforme crecía entre los cultivos de hoja de coca, “Sacha Mono” se dio cuenta de que los cultivadores representaban el último eslabón de la cadena del negocio del narcotráfico y que eran los que menos ganaban. Se enteró de que el dueño de una poza de maceración, por ejemplo, obtenía 6 mil dólares por elaborar 14 kilos de pasta básica cada mes. Por trabajar en la poza “Sacha Mono” y sus siete compañeros recibían por cabeza 400 dólares. El propietario se quedaba con 3 mil 200 dólares.
“Eso me abrió los ojos. Pero tuve que esperar un tiempo hasta juntar el dinero suficiente para poder financiar mi propia poza de maceración”, expresó: “Cuando ya tuve la plata, contraté a mis amigos de la zona y a campesinos como mano de obra. Entonces comencé a ganar 3 mil 200 dólares mensuales. Al año, por la venta de 160 kilos de pasta básica, lograba obtener 40 mil dólares”.
FORTUNA RÁPIDA
“Al principio tenía miedo. Miedo de caer preso y dejar sola a mi mujer y a mis pequeños hijos. Miedo de que mi mujer se convirtiera en lo que se conoce en el Vraem como ‘madre soltera’, que abundan en el valle porque sus esposos están metidos como sardinas en cárceles ayacuchanas. Cuando tuve mi poza, los miedos fueron quedando atrás al ver el dinero que sacaba. Pero no bastaba, quería más. Fue así como me enteré de que los ‘nachos’ (narcotraficantes) ganaban cantidades superiores que yo", dijo “Sacha Mono”.
Se refería a los capos que compran grandes cantidades. “Sacha Mono” buscaba transformarse de productor de pasta en proveedor exclusivo de algún capo que le garantizara compras periódicas. Como conocía el circuito, se contactó con un narco de Bolivia, uno de los “nachos” más respetados y temidos de la frontera.
“Llevaba 100 kilos por viaje. Como yo no podía producir tanto de mi poza de maceración, recurría a otros colegas de la zona o a conocidos en otros distritos. Usaba distintos vehículos para ir hasta la frontera boliviana”, explicó.
“Mi patrón boliviano me pagaba 1,500 dólares por un kilo de pasta básica de cocaína. Pero tenía que pagarle 150 dólares al dueño del carro y 200 al chofer. Lo que me dejaba 1,150 dólares por kilo. Como llevaba 100 kilos por viaje, yo ganaba 115 mil dólares. Al año viajaba por lo menos seis veces, por lo que sacaba 690 mil dólares al año. O sea, 700 mil dólares”, señaló “Sacha Mono”.
TODO TIENE SU FINAL
Por más de tres años el narcotraficante “Sacha Mono” y su familia vivieron el sueño de las casas propias. "Cambiaba de camionetas 4x4 como de camisa. Como magia mi vida cambió. Por más que me advirtieron de ciertos soplones, el temor era algo demasiado lejano para mí", admitió.
Una tarde elaboraba droga en su poza de maceración, cuando escuchó el ruido de unos helicópteros, pero ni siquiera se molestó en mirarlos. Escuchó silbidos de vecinos que le advertían del peligro, pero no los tomó en cuenta.
"Me cayeron un montón de policías y todo se fue al diablo. Estuve preso un buen tiempo. Me quedé más pobre y mi familia desapareció de mi vida", dijo, resignado.
ENTRAMADO NARCO
Según fuentes policiales a las que accedió La República, la ruta que describió “Sacha Mono” para transportar la droga hacia la frontera con Bolivia, todavía existe.
“Meten la droga en falsos techos, en los tanques de combustible, en los equipajes o escondites del vehículo, y a veces adherida al cuerpo”, explicaron las fuentes.
“Sus rutas son desde Ayacucho las siguientes: Santa Rosa o Palmapampa-Lechemayo-San Antonio-San Miguel-Huamanga-Andahuaylas-Cusco-Puno y, finalmente, Bolivia, donde los narcos convierten la pasta en clorhidrato. Otra ruta desde Ayacucho es: San Francisco-Machente-Huamanga-Andahuaylas-Cusco-Puno y Bolivia.
Desde la zona del Vraem en el Cusco, la ruta es: Pichari- Kimbiri-Lobo-Cielo Punko-Kepashiato-Cusco-Madre de Dios-Puno y Bolivia.
LA FÁBRICA POR DENTRO
“Sacha Mono” hizo para La República una simulación del procesamiento de pasta básica de cocaína en una poza de maceración. “En un día y medio de trabajo se pueden producir 14 kilos de pasta, usando 200 arrobas de hojas de coca”, dijo.
“Se necesita habilitar terrenos planos de 15 metros de largo, 5 de ancho y uno de alto para acondicionar las pozas. Se construyen con palos, tablas y mucho plástico. Las pozas están bien camufladas entre la espesa vegetación de los cultivos de hojas de coca, aunque algunos más arriesgados las construyen a pocos metros de la entrada de sus chacras de cocales”, manifestó.
Entonces “Sacha Mono” comenzó a cocinar la droga. “A la poza principal se vierte agua, ácido sulfúrico, ácido muriático y lejía. Luego se le agregan las 200 arrobas.
Mientras jugamos con los naipes o tomamos cerveza, las hojas se maceran por tres horas. Después golpeamos con mazos de madera la concentración. Hace cinco años esto lo hacíamos con los pies”, siguió.
“Una vez que el agua se torna color chocolate, con baldes trasladamos el líquido a otra poza pequeña que tiene una medida de dos metros de largo por dos de ancho y uno y medio de altura. Echamos cal y gasolina mientras batimos con unas paletas artesanales.
La gasolina es el ingrediente que extrae el alcaloide de cocaína, obteniendo el sulfato de cocaína. Al sulfato de cocaína le vertimos amoniaco. Finalmente ‘cortamos’ la droga lentamente obteniendo la pasta básica de cocaína en forma de bola”, cuenta el narcotraficante descolgado.
“Para terminar esta fase, toda la droga elaborada la metemos en una olla con agua y la hervimos con la finalidad de sacar la grasa. Entonces solo queda el líquido con la droga, se espera a que se enfríe y se obtiene la pasta básica lavada. Luego prensamos y así quedan los clásicos ‘ladrillos’ blancos”, concluyó “Sacha Mono”. Para conseguir más ingresos, muchos campesinos cocaleros también cuentan con una poza de maceración.
“Sacha Mono”, que conoció desde adentro el negocio de la droga, les advierte sin pelos en la lengua: "El narcotráfico es una pesadilla, en algún momento te van a atrapar, tarde o temprano, y tu deseo más fuerte será nunca haber aceptado siquiera cargar una bolsa de hojas de coca".
En cifras
100 kilogramos de pasta básica de cocaína transportaba en cada viaje a la frontera boliviana.
700 mil dólares al año ganaba narcotraficante "Sacha Mono" con solo seis viajes de droga.
Claves
Debido a la presión de las fuerzas antidrogas en las rutas descritas por el narco arrepentido, los narcos bolivianos ahora prefieren recoger los cargamentos de pasta básica mediante avionetas que aterrizan en pistas clandestinas del Vraem, habilitadas especialmente a orillas de los ríos. Suelen llevar 350 kilos de droga por vuelo.
Las pistas más usadas son las que están en los poblados de Santa Rosa y Mayapo, en el distrito de Llochegua (Huanta, Ayacucho), y Boca Mantaro, en el distrito de Pangoa (Satipo, Junín). En esos lugares los pobladores protegen las pistas clandestinas y a los mismos narcos.