Un nuevo impuesto distancia a Rousseff de su vicepresidente
En plena crisis, Michel Temer ha salido a condenar en público decisiones de Rousseff
Carla Jiménez
São Paulo, El País
La vida de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, no ha sido fácil este año. Cuando un problema parece resuelto, aparece otro. Ahora, cuando la presión por su destitución parece amainar, su vicepresidente, Michel Temer, ha salido a condenar en público algunas decisiones de Rousseff. Este lunes, Temer, miembro del Partido del Movimiento Brasileño Democrático (PMDB), que ha sido el brazo derecho e izquierdo de Rousseff durante la crisis política, criticó el proyecto de creación de un nuevo impuesto, defendido por el Gobierno la semana pasada. “La sociedad no aplaude la vuelta repentina de un impuesto”, dijo Temer, en un encuentro de empresarios y directivos en São Paulo.
El Gobierno presentó este lunes una propuesta para el presupuesto de 2016 en la que admitía un déficit de 7.340 millones de euros, algo que no sucedía desde hace décadas en Brasil. Un déficit “extremamente preocupante”, en palabras del vicepresidente.
Temer reconoció, sin embargo, que es también una demostración de transparencia —algo que faltó al primer Gobierno de Rousseff— frente al excesivo gasto público gestionado con maniobras (y bautizado como de “maquillaje” financiero por la prensa brasileña) que hoy pueden llevar al impeachment de la presidenta. “Está anunciado un déficit para registrar la transparencia absoluta en los temas de presupuesto. Es decir, no hay maquillaje en las cuentas”, dijo.
También subrayó que el Ejecutivo ha cometido errores, pero los ha reconocido. “Creo que cuando uno se equivoca lo mejor es confesar el error”, afirmó una semana después de que la presidenta admitiese que tardó en darse cuenta de la gravedad de la crisis económica que ha puesto al país en recesión.
Protagonismo
El vicepresidente, que ostenta el cargo desde 2010, ha ganado un protagonismo inédito con la baja popularidad de la mandataria, apoyada por solamente el 8% de los brasileños, y las turbulencias sin precedentes en el ámbito político de los últimos años.
Ponderado y discreto, todos sus pasos son seguidos con atención por los brasileños, y principalmente por el mercado financiero, pues se ha convertido en un referente de confianza en el seno de un Gobierno débil. Su partido, el PMDB, tiene una alianza con el de Rousseff, pero presentará candidato propio a las elecciones de 2018.
Carla Jiménez
São Paulo, El País
La vida de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, no ha sido fácil este año. Cuando un problema parece resuelto, aparece otro. Ahora, cuando la presión por su destitución parece amainar, su vicepresidente, Michel Temer, ha salido a condenar en público algunas decisiones de Rousseff. Este lunes, Temer, miembro del Partido del Movimiento Brasileño Democrático (PMDB), que ha sido el brazo derecho e izquierdo de Rousseff durante la crisis política, criticó el proyecto de creación de un nuevo impuesto, defendido por el Gobierno la semana pasada. “La sociedad no aplaude la vuelta repentina de un impuesto”, dijo Temer, en un encuentro de empresarios y directivos en São Paulo.
El Gobierno presentó este lunes una propuesta para el presupuesto de 2016 en la que admitía un déficit de 7.340 millones de euros, algo que no sucedía desde hace décadas en Brasil. Un déficit “extremamente preocupante”, en palabras del vicepresidente.
Temer reconoció, sin embargo, que es también una demostración de transparencia —algo que faltó al primer Gobierno de Rousseff— frente al excesivo gasto público gestionado con maniobras (y bautizado como de “maquillaje” financiero por la prensa brasileña) que hoy pueden llevar al impeachment de la presidenta. “Está anunciado un déficit para registrar la transparencia absoluta en los temas de presupuesto. Es decir, no hay maquillaje en las cuentas”, dijo.
También subrayó que el Ejecutivo ha cometido errores, pero los ha reconocido. “Creo que cuando uno se equivoca lo mejor es confesar el error”, afirmó una semana después de que la presidenta admitiese que tardó en darse cuenta de la gravedad de la crisis económica que ha puesto al país en recesión.
Protagonismo
El vicepresidente, que ostenta el cargo desde 2010, ha ganado un protagonismo inédito con la baja popularidad de la mandataria, apoyada por solamente el 8% de los brasileños, y las turbulencias sin precedentes en el ámbito político de los últimos años.
Ponderado y discreto, todos sus pasos son seguidos con atención por los brasileños, y principalmente por el mercado financiero, pues se ha convertido en un referente de confianza en el seno de un Gobierno débil. Su partido, el PMDB, tiene una alianza con el de Rousseff, pero presentará candidato propio a las elecciones de 2018.