Modi, el genio de la imagen

Soltero y activo tuitero, el primer ministro indio prometía ser una revolución que no acaba de llegar. Sus críticos le conceden méritos en economía y política exterior

Ana Gabriela
Rojas, El País
Narendra Modi es un genio de la imagen. Consciente del efecto cautivador que esta tiene en la gente, no ha dudado en convertirse en un holograma para dar mítines en decenas de ciudades a la vez, pronunciar un discurso ante miles de indios americanos en el Madison Square Garden de Nueva York cuatro meses después de convertirse en el primer ministro de India, en mayo de 2014, o hacer yoga junto a una multitud en Nueva Delhi en una foto que dio en junio la vuelta al mundo. Un año después de su arrolladora victoria —en la que él y su partido, el BJP, consiguieron una mayoría absoluta inédita en los últimos 30 años— hasta sus críticos reconocen su capacidad para gobernar con decisión. Los grandes retos de India, sin embargo, siguen pendientes.


Gran parte de la población, especialmente la más joven, le ve como un líder fuerte que ha sabido tomar las riendas, por fin, después de varios años de debilidad protagonizados por su antecesor, Manmohan Singh, del Partido del Congreso. En los últimos meses, Modi se ha centrado en acciones que han hecho que los indios se sientan orgullosos de sus habilidades y de su herencia. No ha parado hasta lograr que la ONU instituyera un Día Internacional del Yoga y ha lanzado un programa, Hazlo en India, que pretende dar un empujón a la industria manufacturera nacional, haciendo al país menos dependiente de las importaciones en sectores estratégicos como defensa, informática, ferrocarriles, aviación y puertos.

Como en la película Slumdog millionaire, la subida de Modi al poder ha sido casi milagrosa. Nació en 1950 en el seno de una familia pobre en Vadnagar, en el Estado de Gujarat, al oeste de India. De niño ayudaba a su padre a vender té en las estaciones de trenes. En la escuela no era de los mejores estudiantes, pero tenía mucho talento para el teatro y los debates. Habilidades que le han ayudado mucho en su carrera política: quienes le han escuchado en sus mítines dicen quedar hipnotizados. Con ocho años, ingresó en la organización fundamentalista hinduista Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS) y llegó a ser el coordinador regional, uno de los puestos principales de esta organización. En 1988 se unió a la política y en 2002 se convirtió en el jefe del Gobierno de Gujarat. En sus 13 años de mandato lideró la revolución industrial del Estado y la economía mantuvo un crecimiento de más del 10% durante más de una década.

Con la promesa de replicar ese modelo en todo el país, Modi arrasó en las elecciones, ayudado por una campaña personalista y con el apoyo de las grandes empresas. Aunque lanzó su candidatura desde Varanasi, la ciudad más sagrada del hinduismo, haciendo un guiño a la mayoría religiosa, se ha asegurado de no parecer fundamentalista y poner el desarrollo y la industrialización como los ejes de su agenda.

Su carrera está llena de controversias. Ha sido acusado de no hacer lo suficiente para frenar los enfrentamientos por motivos religiosos que en 2002 estallaron en Gujarat y que dejaron un millar de muertos, la mayoría musulmanes. Él lo ha negado. Antes de ser primer ministro, se ganó la fama de tener un enfado fácil, sobre todo, cuando le preguntaban por el episodio de 2002. Una vez salió hecho una furia de una entrevista de televisión. Más tarde, cuando dos dirigentes empresariales le preguntaron por la seguridad en Gujarat, Modi respondió con una campaña para boicotear a la Confederación de la Industria India. Sus detractores también destacan que el gran boom económico de Gujarat no benefició a todos los sectores sociales.

Modi nunca ha sido visto con una pareja sentimental. Es un vegetariano estricto y dice ser un serio practicante de yoga. También cuenta que solo duerme cuatro o cinco horas cada día. Es muy activo en Twitter. Desde allí condena los atentados terroristas, envía condolencias o informa a la nación de sus nuevos programas. También tiene un programa de radio con el que quiere llegar a mayores audiencias, en un país que todavía es mayoritariamente rural.

Su victoria prometía ser una revolución para India. Ha levantado tantas expectativas con sus planes para modernizar el país que, tras el primer año, muchos analistas consideran que el saldo es positivo, pero menos espectacular de lo esperado. La economía sigue tirando. Otro punto fuerte es su interés por mejorar las relaciones de su país con el mundo, en especial con Estados Unidos, China, Rusia y Japón.

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