Migrantes resisten a la miseria en campamentos de Calais
Calais, AP
Tras huir de sus hogares en lugares como Sudán y Afganistán, los migrantes que se agolpan en la ciudad portuaria de Calais, en el norte de Francia, sobreviven a otro tipo de miseria en un gran y sórdido asentamiento improvisado o en puestos dispersos al aire libre.
Cada noche, intentan completar los últimos 50 kilómetros (31 millas) de su viaje colándose para intentar cruzar el túnel del canal de la Mancha y llegar a Gran Bretaña.
La principal "jungla", el nombre con el que se conoce a los campamentos, está en una zona de monte bajo barrida por el viento y rodeada de dunas de arena, donde viven en pequeñas tiendas o bajo lonas sostenidas por palos. Las comodidades son casi inexistentes.
Al anochecer, los migrantes se reúnen en campos o autopistas en un intento por superar a las redes de seguridad del eurotúnel, cortando agujeros en las vallas o trepando sobre ellas, e intentando burlar a los vigilantes. Como sombras, caminan por las vías de tres que llevan a la boca del túnel.
"Lo planeamos como soldados", dijo Jan Tarajil, natural de Afganistán. Pero al final reconoce que "todo es cuestión de suerte".
Tras huir de sus hogares en lugares como Sudán y Afganistán, los migrantes que se agolpan en la ciudad portuaria de Calais, en el norte de Francia, sobreviven a otro tipo de miseria en un gran y sórdido asentamiento improvisado o en puestos dispersos al aire libre.
Cada noche, intentan completar los últimos 50 kilómetros (31 millas) de su viaje colándose para intentar cruzar el túnel del canal de la Mancha y llegar a Gran Bretaña.
La principal "jungla", el nombre con el que se conoce a los campamentos, está en una zona de monte bajo barrida por el viento y rodeada de dunas de arena, donde viven en pequeñas tiendas o bajo lonas sostenidas por palos. Las comodidades son casi inexistentes.
Al anochecer, los migrantes se reúnen en campos o autopistas en un intento por superar a las redes de seguridad del eurotúnel, cortando agujeros en las vallas o trepando sobre ellas, e intentando burlar a los vigilantes. Como sombras, caminan por las vías de tres que llevan a la boca del túnel.
"Lo planeamos como soldados", dijo Jan Tarajil, natural de Afganistán. Pero al final reconoce que "todo es cuestión de suerte".