Los indígenas mantienen el pulso de la protesta en Quito
Pese a la retirada de las calles de los sindicatos, los indígenas mantendrán su protesta en la capital por tiempo indefinido
Soraya Constante
Quito, El País
Los indígenas fueron los protagonistas en el segundo día de protestas en Quito, que no contó con la presencia de los sindicatos. La marcha inició con una ceremonia ancestral y el anuncio de que el levantamiento indígena es indefinido. Los caminantes de los pueblos originarios luego dejaron su sitio de acampada, un parque en el centro-norte de la ciudad, y se dirigieron al centro de la ciudad para llevar sus consignas lo más cerca posible de la sede del Gobierno. Al igual que la jornada del jueves, se encontraron con un contingente policial que limitó su paso, pero esta vez no hubo enfrentamientos.
Los guardianes del pueblo sarayaku, los wio, que deben su nombre a una pequeña hormiga que vive en la Amazonía y cuya mordida produce picazón, fiebre y hasta ceguera si la picadura es en los ojos, hicieron un cordón de seguridad y cuidaron que personas ajenas al movimiento frenaran su andar. Había cierta pesadumbre en los dirigentes por las detenciones de sus compañeros, más de 50 en todo el país. Uno de los casos más doloroso es el de Manuela Picq, un periodista y catedrática franco-brasileña, que es pareja de un dirigente indígena. Ella fue agredida y llevada al Hospital de la Policía para un reconocimiento la misma noche del paro nacional, pero luego del alta médica fue trasladada a las oficinas de migración donde le cancelaron su visa y actualmente espera su deportación en un centro de internamiento de extranjeros.
Entre la multitud estaba Nina Pacari, uno de las lideresas históricas del movimiento indígena, que llegó a ser diputada y canciller del Ecuador. “Son ocho años de un gobierno conservador de derecha, que ha usado un lenguaje de izquierda, pero para restar derechos, es un acumulado de ocho años de prepotencia, insultos, agresiones, persecución política y judicial”, dijo y justificó la movilización de los pueblos ancestrales. “El levantamiento de los pueblos es una de las medidas sagradas en el movimiento indígena, que solo tomamos en casos extremos”.
De colofón de la marcha venían ciudadanos con demandas particulares, como los 200 que integran la Asamblea de Quito, organización se formó hace poco para rechazar las medidas antipopulares del Gobierno de Correa. “Nos autoconvocamos por la necesidad del pueblo de Quito de protestar contra esta cuasi dictadura que tenemos aquí, donde quieren perpetuarse eternamente en el poder, y convertirnos en una Venezuela, y eso no vamos a permitir”, dijo Andrés Valdivieso, vocero de la organización que ha atraído a políticos opositores del régimen.
Menos numeroso era el grupo de los migrantes retornados, unos 30, que integran la Asociación Andes y que salieron a las calles para denunciar la falta de apoyo del Gobierno para reinsertarse en la sociedad. “Nosotros queremos que se cumplan nuestros derechos, queremos oportunidades laborales, acceso a crédito, educación para nuestros hijos, becas, etc. “, dijo Jofre Pinzón, que volvió desde España hace tres años. “Nuestro colectivo sufre discriminación por la edad. Tenemos seis asambleístas y un viceministerio de movilidad humana que no hacen nada por nosotros”.
Soraya Constante
Quito, El País
Los indígenas fueron los protagonistas en el segundo día de protestas en Quito, que no contó con la presencia de los sindicatos. La marcha inició con una ceremonia ancestral y el anuncio de que el levantamiento indígena es indefinido. Los caminantes de los pueblos originarios luego dejaron su sitio de acampada, un parque en el centro-norte de la ciudad, y se dirigieron al centro de la ciudad para llevar sus consignas lo más cerca posible de la sede del Gobierno. Al igual que la jornada del jueves, se encontraron con un contingente policial que limitó su paso, pero esta vez no hubo enfrentamientos.
Los guardianes del pueblo sarayaku, los wio, que deben su nombre a una pequeña hormiga que vive en la Amazonía y cuya mordida produce picazón, fiebre y hasta ceguera si la picadura es en los ojos, hicieron un cordón de seguridad y cuidaron que personas ajenas al movimiento frenaran su andar. Había cierta pesadumbre en los dirigentes por las detenciones de sus compañeros, más de 50 en todo el país. Uno de los casos más doloroso es el de Manuela Picq, un periodista y catedrática franco-brasileña, que es pareja de un dirigente indígena. Ella fue agredida y llevada al Hospital de la Policía para un reconocimiento la misma noche del paro nacional, pero luego del alta médica fue trasladada a las oficinas de migración donde le cancelaron su visa y actualmente espera su deportación en un centro de internamiento de extranjeros.
Entre la multitud estaba Nina Pacari, uno de las lideresas históricas del movimiento indígena, que llegó a ser diputada y canciller del Ecuador. “Son ocho años de un gobierno conservador de derecha, que ha usado un lenguaje de izquierda, pero para restar derechos, es un acumulado de ocho años de prepotencia, insultos, agresiones, persecución política y judicial”, dijo y justificó la movilización de los pueblos ancestrales. “El levantamiento de los pueblos es una de las medidas sagradas en el movimiento indígena, que solo tomamos en casos extremos”.
De colofón de la marcha venían ciudadanos con demandas particulares, como los 200 que integran la Asamblea de Quito, organización se formó hace poco para rechazar las medidas antipopulares del Gobierno de Correa. “Nos autoconvocamos por la necesidad del pueblo de Quito de protestar contra esta cuasi dictadura que tenemos aquí, donde quieren perpetuarse eternamente en el poder, y convertirnos en una Venezuela, y eso no vamos a permitir”, dijo Andrés Valdivieso, vocero de la organización que ha atraído a políticos opositores del régimen.
Menos numeroso era el grupo de los migrantes retornados, unos 30, que integran la Asociación Andes y que salieron a las calles para denunciar la falta de apoyo del Gobierno para reinsertarse en la sociedad. “Nosotros queremos que se cumplan nuestros derechos, queremos oportunidades laborales, acceso a crédito, educación para nuestros hijos, becas, etc. “, dijo Jofre Pinzón, que volvió desde España hace tres años. “Nuestro colectivo sufre discriminación por la edad. Tenemos seis asambleístas y un viceministerio de movilidad humana que no hacen nada por nosotros”.