Griezmann suma y sigue
Pues, un verano después, casi todo sigue igual por el Calderón. Sí, volvía Filipe. Y Óliver. Y se estrenaba Jackson. Y el Atlético quiere más el balón, combina. Pero al final tiró de clásicos (Griezmann y el balón parado) para ganar un partido en el que Las Palmas plantó más cara que peligro.
Paco Herrera no quería una goleada. Lo había dejado claro en la sala de prensa. Y ayer en la alineación. Y por eso sembró el campo de defensas. Salió con cinco. Presión alta. No dejar combinar al Atlético. Esa era la orden. Que no le amargaran a Las Palmas el regreso a Primera (13 años después) ni el cumpleaños. Hacía 66 y le había tocado soplar velas en el Calderón. Un trago. Pero el plan le duró exactamente 16:02 minutos. Hasta que apareció Griezmann para marcar uno de los goles de su vida.
Y es que Griezmann siempre suma. El francés está como en mayo. O mejor. Ya se vio en el minuto 2. Se inventó un tirazo de malabarista, con la izquierda, cayendo al suelo, que quiso pillar a Raúl adelantado. El balón se fue fuera. Pero era su primer aviso. En el segundo no perdonó. Volvamos al 16:02. Araujo le hizo una falta casi en la frontal del área y Griezmann le pidió el balón a Koke. Era suya. Porque el francés tenía ya goles de todas clases. Con la izquierda, la derecha, de cabeza y de espuela. Pero le faltaba uno. El de falta directa. Ya no: cogió la pelota y la dio con la izquierda, fuerte, al centro. El balón tocó en la barrera y despistó a Raúl, que cuando quiso darse cuenta lo tenía encima.
La grada y Godín. El gol descolocó a Las Palmas. Viera y Araujo se buscaban, pero sin molestar a Oblak, que podría haber estado perfectamente en la playa. Nadie se habría dado cuenta: los canarios no remataron a puerta ni una vez en la primera parte. Y, mientras, el Atlético jugaba sus mejores minutos, con un Óliver muy participativo y un Gabi que se parece mucho, mucho al de hace dos años. Gran noticia para el Cholo. Y para la grada, que se divertía. Y le cantaba a Godín. Casi todo el tiempo. Era su manera de darle las gracias por ser uno de los suyos. Por preferir los colores al dinero.
Pero tras el descanso comenzó otro partido. Mucho más trabado. Las Palmas tenía más el balón (aunque sin remate) y Simeone, un problema: Jackson. El colombiano no fue ayer el hombre de los 94 goles en Oporto. Y eso que Óliver le buscó mucho, como allí. Pero Jackson jugó más de espaldas que de cara a portería. No se encontró. Estuvo impreciso. Descolocado. Sólo remató una vez un centro de Filipe. Y le costó. Fue el primer cambio el Cholo. Era el 59’. Entraba Torres. Cinco minutos después lo hacía Correa. Simeone buscaba verticalidad, rapidez y mordiente. Acertó en los cambios.
La luz la puso Correa. Rapidísimo y descarado en el regate, atrevido. Pide sitio en este Atleti. Y, ojo, ya está por delante de Vietto (que no jugó). Filipe también mejoró en la segunda parte, pero el Atlético, superior, no remataba el partido. Y eso en fútbol es caminar sobre alambre. En el 72’, defendió mal una falta lateral de Las Palmas y casi llega el castigo. Pero ahí estaba Oblak, otro clásico, para sacar una mano milagrosa. Al final, Herrera dejaba a Valerón en el banco para chasco de la grada y Koke estrellaba otro balón de falta en la escuadra. Otra vez el balón parado. Y es que podrán pasar los veranos, y los jugadores, y el tiempo, y lo que sea, pero hay algo que no cambia en el Atlético del Cholo: que el balón parado es su valor seguro. Como Griezmann. Un jugador superlativo.