Francia se prepara para nuevos ataques yihadistas
El azar y la policía francesa han evitado ya siete desde la matanza de ‘Charlie Hebdo’
Carlos Yárnoz
París, El País
Francia, el país occidental más amenazado por los yihadistas, descubre con espanto que el peligro crece día tras día. Lo asumen las primeras autoridades del país. “Tenemos que prepararnos para nuevos ataques y protegernos”, ha dicho esta semana el presidente François Hollande a sus embajadores. “Desbaratamos atentados a diario”, ha declarado a France Inter el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve. “El nivel de alerta terrorista nunca ha sido tan alto. La amenaza no deja de crecer”, añade el fiscal de París, François Molins, encargado de las causas antiterroristas.
En guerra contra el yihadismo en varios frentes —Malí y vecinos del Sahel, Irak y el propio país—, Francia quedó conmocionada por los ataques que en enero costaron la vida en París a 17 personas en la redacción de la publicación Charlie Hebdo y el supermercado Hiper Cacher, de productos judíos. Los tres terroristas tenían fichas como sospechosos de ser islamistas radicales.
Desde entonces, se ha librado in extremis de siete atentados, al menos dos de ellos programados para causar auténticas matanzas. Entre enero y abril, fue detenida en Lyon una familia que preparaba un atentado. En Niza se localizaron latas de refrescos repletas de explosivos listas para ser usadas y, al norte del país, fue detenido un individuo que escondía armas en un bosque.
El 19 de abril, el argelino Sid Ahmed Ghlam, estudiante de informática, fue detenido tras el frustrado ataque a dos iglesias previstos para ese día durante las misas dominicales. Herido de bala en una pierna cuando intentaba robar el coche a una mujer a la que presuntamente asesinó, él mismo llamó a los servicios de emergencia para que le atendieran y la policía encontró en su poder cuatro fusiles Kaláshnikov, una pistola, un revólver y abundante munición. La policía cree que su acción fue teledirigida desde Siria. Tenía ficha policial como sospechoso radical islamista.
El 26 de junio, el francés Yassine Salhi intentó volar unos depósitos gasísticos en Saint-Quentin-Fallavier tras decapitar a su jefe. Falló y fue retenido por trabajadores y bomberos. Tenía ficha policial como sospechoso de extremismo islamista. El 13 de julio, la policía detuvo a cuatro personas, uno de ellos exmilitar de la Marina, cuando preparaban un atentado contra instalaciones militares. Al día siguiente, fiesta nacional en Francia, Hollande aseguró: “Todas las semanas paramos, evitamos, prevenimos actos terroristas”.
El pasado 21, el marroquí Ayoub El Khazzani intentó una matanza en el tren Thalys que se dirigía a París, al que subió en Bruselas con todo un arsenal. La audacia de tres estadounidenses y un británico evitó la tragedia. El Khazzani tenía ficha policial como sospechoso de vínculos al yidahismo.
Las críticas en Francia ante la escasa eficacia policial han sido muy escasas. La policía recuerda que hay 5.000 fichados por presunto radicalismo y que es imposible seguir a todos 24 horas al día. El fiscal Molins asegura que se vigila a 1.733, y no continuamente. Y destaca la dificultad añadida de que no hay una organización, unas células, una cadena de mando. “Nos enfrentamos a comportamientos individuales, a lobos solitarios”. Desde 2012, 326 personas han sido detenidas por conexiones con actos violentos.
Los retornados de Siria
El caldo de cultivo queda patente cada vez que el Gobierno actualiza las cifras de franceses o residentes en Francia que combaten en Siria o Irak. Estas son las de julio: 1.850 han emprendido el viaje —muchos por Barcelona o Madrid— y 500 empuñan ya las armas. Los aspirantes al combate han aumentado un 212% en lo que va de año. Y el dato más preocupante: de Siria e Irak han regresado “entre 200 y 300”, según Molins, que no descarta un 11-S a la francesa.
El arsenal de nuevas medidas antiterroristas también crece mes tras mes. Desde enero, patrullan las calles entre 7.000 y 10.000 militares. Otros 25.000 policías vigilan 5.000 lugares sensibles. El Gobierno ha sacado adelante una polémica Ley de Servicios Secretos que autoriza la recogida masiva de datos de la red. A la vez, ha aumentado en 736 millones el presupuesto para reclutar expertos y comprar material más moderno.
El mandato de François Hollande (2012-2017) ha quedado ya definitivamente marcado por el terror, como admiten en El Elíseo. El presidente asegura que no cederá un milímetro, ni en el exterior ni en el interior. “Frente al terrorismo, es necesario el recurso a la fuerza”. Y ante la creciente psicosis en la población, el ministro Cazeneuve repite la frase que pronunció en la Asamblea Nacional en julio: “Nada ni nadie impedirá a los franceses vivir como desean: de pie y en libertad”.
Carlos Yárnoz
París, El País
Francia, el país occidental más amenazado por los yihadistas, descubre con espanto que el peligro crece día tras día. Lo asumen las primeras autoridades del país. “Tenemos que prepararnos para nuevos ataques y protegernos”, ha dicho esta semana el presidente François Hollande a sus embajadores. “Desbaratamos atentados a diario”, ha declarado a France Inter el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve. “El nivel de alerta terrorista nunca ha sido tan alto. La amenaza no deja de crecer”, añade el fiscal de París, François Molins, encargado de las causas antiterroristas.
En guerra contra el yihadismo en varios frentes —Malí y vecinos del Sahel, Irak y el propio país—, Francia quedó conmocionada por los ataques que en enero costaron la vida en París a 17 personas en la redacción de la publicación Charlie Hebdo y el supermercado Hiper Cacher, de productos judíos. Los tres terroristas tenían fichas como sospechosos de ser islamistas radicales.
Desde entonces, se ha librado in extremis de siete atentados, al menos dos de ellos programados para causar auténticas matanzas. Entre enero y abril, fue detenida en Lyon una familia que preparaba un atentado. En Niza se localizaron latas de refrescos repletas de explosivos listas para ser usadas y, al norte del país, fue detenido un individuo que escondía armas en un bosque.
El 19 de abril, el argelino Sid Ahmed Ghlam, estudiante de informática, fue detenido tras el frustrado ataque a dos iglesias previstos para ese día durante las misas dominicales. Herido de bala en una pierna cuando intentaba robar el coche a una mujer a la que presuntamente asesinó, él mismo llamó a los servicios de emergencia para que le atendieran y la policía encontró en su poder cuatro fusiles Kaláshnikov, una pistola, un revólver y abundante munición. La policía cree que su acción fue teledirigida desde Siria. Tenía ficha policial como sospechoso radical islamista.
El 26 de junio, el francés Yassine Salhi intentó volar unos depósitos gasísticos en Saint-Quentin-Fallavier tras decapitar a su jefe. Falló y fue retenido por trabajadores y bomberos. Tenía ficha policial como sospechoso de extremismo islamista. El 13 de julio, la policía detuvo a cuatro personas, uno de ellos exmilitar de la Marina, cuando preparaban un atentado contra instalaciones militares. Al día siguiente, fiesta nacional en Francia, Hollande aseguró: “Todas las semanas paramos, evitamos, prevenimos actos terroristas”.
El pasado 21, el marroquí Ayoub El Khazzani intentó una matanza en el tren Thalys que se dirigía a París, al que subió en Bruselas con todo un arsenal. La audacia de tres estadounidenses y un británico evitó la tragedia. El Khazzani tenía ficha policial como sospechoso de vínculos al yidahismo.
Las críticas en Francia ante la escasa eficacia policial han sido muy escasas. La policía recuerda que hay 5.000 fichados por presunto radicalismo y que es imposible seguir a todos 24 horas al día. El fiscal Molins asegura que se vigila a 1.733, y no continuamente. Y destaca la dificultad añadida de que no hay una organización, unas células, una cadena de mando. “Nos enfrentamos a comportamientos individuales, a lobos solitarios”. Desde 2012, 326 personas han sido detenidas por conexiones con actos violentos.
Los retornados de Siria
El caldo de cultivo queda patente cada vez que el Gobierno actualiza las cifras de franceses o residentes en Francia que combaten en Siria o Irak. Estas son las de julio: 1.850 han emprendido el viaje —muchos por Barcelona o Madrid— y 500 empuñan ya las armas. Los aspirantes al combate han aumentado un 212% en lo que va de año. Y el dato más preocupante: de Siria e Irak han regresado “entre 200 y 300”, según Molins, que no descarta un 11-S a la francesa.
El arsenal de nuevas medidas antiterroristas también crece mes tras mes. Desde enero, patrullan las calles entre 7.000 y 10.000 militares. Otros 25.000 policías vigilan 5.000 lugares sensibles. El Gobierno ha sacado adelante una polémica Ley de Servicios Secretos que autoriza la recogida masiva de datos de la red. A la vez, ha aumentado en 736 millones el presupuesto para reclutar expertos y comprar material más moderno.
El mandato de François Hollande (2012-2017) ha quedado ya definitivamente marcado por el terror, como admiten en El Elíseo. El presidente asegura que no cederá un milímetro, ni en el exterior ni en el interior. “Frente al terrorismo, es necesario el recurso a la fuerza”. Y ante la creciente psicosis en la población, el ministro Cazeneuve repite la frase que pronunció en la Asamblea Nacional en julio: “Nada ni nadie impedirá a los franceses vivir como desean: de pie y en libertad”.