El temblor en América Latina

¿Qué pasará con Brasil, con Ecuador y todas las infraestructuras donde invirtieron los chinos?

Antonio Navalón, El País
Pasado lo peor de la crisis, conviene recordar que todo lo que es bueno para General Motors lo es para Estados Unidos. Y todo lo que es bueno para Washington puede ser malo para Pekín. Los dos dinosaurios mundiales han chocado. No ha sido directamente. Desde la primavera árabe, los chinos entendieron que eran la primera economía del mundo con un PIB que en 2014 alcanzó los 17,6 billones de dólares, dejando atrás a Estados Unidos con 17,4 billones, pero, al mismo tiempo que iban cayendo dictadores en Oriente Próximo, comprendieron que no estaban preparados para ser una potencia mundial.


Una cosa es invadir un país donde pueden vivir 15 personas en una habitación y alimentarse con dos puñados de arroz. Y otra, muy distinta, tener la fuerza política, diplomática y militar para instaurar el orden. A partir de ahí, China se concentró en su situación interna, se tomó un laxante contra la corrupción —que ya era demasiada— y comenzó a jugar en el tablero para dominar Asia.

Por eso, Obama en su primer —y fallido— mandato, solo hizo un movimiento geopolítico relevante: abandonar el Mediterráneo y trasladar sus flotas a Australia y al Mar de China. ¿Por qué? Porque la siguiente guerra podría estallar entre Estados Unidos y China. Y así es como el temblor nos estremecerá a todos. ¿Usted se imagina lo que representa la crisis china? Sobre todo, cuando ese país ha incrementado las calorías que ingieren cada uno de sus 1.370 millones de habitantes gracias al consumo de la soja milagrosa.

Imagine entonces lo que significa la caída de la actividad de China y la pérdida de ese mercado gigantesco y tan dinámico con América Latina, con un comercio de bienes por más de 260.000 millones de dólares. Y que registra una IED en la región superior a los 9.600 millones. Siendo así, ¿qué pasará con Brasil, con Ecuador y con todas las infraestructuras en las Américas donde invirtieron los chinos? Por ejemplo, en Argentina ¿qué ocurrirá con las centrales hidroeléctricas y las líneas ferroviarias?, o en Bolivia ¿qué pasará con los trenes?

Y así podemos seguir y seguir. Porque el sismo generado en China —que mantiene la estabilidad económica mundial a través de una de las monedas más fuertes, el yuan— afecta al equilibrio geopolítico de América Latina.

Primero, porque desaparece el gran comprador y el que los podía proteger de los abusos del Tío Sam. Segundo, porque el imperio del norte permanece intacto y sin ninguna obligación moral. Mientras, acuerdan con los cubanos qué harán con Venezuela y qué beneficios obtendrán. Tercero, porque la geopolítica actual se configura con armas de destrucción masiva y, en algunos lugares del mundo, con fanáticos vestidos de negro que portan siglas del Estado Islámico.

América Latina tiembla porque lo que se está viviendo afecta a todos sus países, ya que la quiebra va desde la Bolsa de Shanghái hasta la de Wall Street. Porque los máximos poseedores de la deuda pública estadounidense son los chinos con 1,27 billones de dólares, más del 20% del total.

¿Qué está pasando? Es sencillo, cada uno debe tener conciencia de sus limitaciones y la de China es que, independientemente de no estar preparada para ser una potencia mundial, tampoco es capaz de lidiar con problemas militares o con las caídas de regímenes. Y a pesar de que tenga el dinero, las ganas y la tecnología, no tiene el hábito ni la estructura para poder disputar al otro gran coloso su patio trasero y su derecho natural. América para los americanos y Asia para los chinos.

Seguiremos atentos a este pulso en septiembre, cuando esta columna vuelva a reencontrarse con sus lectores.

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