El crimen aumenta en las ciudades en EE UU tras dos décadas de caída

Una de las posibles causas es la mayor cautela de la policía tras el caso de Ferguson

Joan Faus
Washington, El País
El aumento del crimen en grandes ciudades de Estados Unidos inquieta a la policía. La ola de muertes violentas en lo que va de año frena la tendencia a la baja registrada en las últimas dos décadas y media. Las autoridades no encuentran una explicación. Se esgrimen, como posibles motivos, la proliferación de armas de fuego y drogas, y una mayor contención de la policía por el impacto del caso de Ferguson.


La muerte hace un año en esa localidad de Michael Brown, un joven negro desarmado, por disparos de un agente blanco ha propiciado un debate nacional sobre el trato de las fuerzas de seguridad a los afroamericanos. La confianza en la policía en EE UU se situó en junio en su nivel más bajo desde 1993, según una encuesta de Gallup.

Las cifras son inquietantes. En Milwaukee, el número de muertes violentas en la primera mitad de este año duplicó el del mismo periodo de 2014. En San Luis, aumentó un 60%; en Nueva Orleans, un 30%; y en Nueva York, un 11%, según cifras recopiladas por el semanario The Economist.

En Baltimore, hubo 45 crímenes mortales en julio, el mes más violento de la ciudad desde 1972, cuando la población era casi el doble. En Washington, hasta el pasado domingo la tasa de homicidios se había disparado un 29% con relación a 2014 y lo más preocupante es que no se limitan a una zona ni barrio concreto de la capital estadounidense.

Algunas de estas ciudades acumulan un legado de tensión racial y alta criminalidad, que parecían haber encauzado. Washington era un modelo de éxito por el acercamiento de la policía a la ciudadanía. San Luis —en cuyo extrarradio se ubica Ferguson— y Baltimore han sido escenario de protestas en el último año tras las muertes de jóvenes negros desarmados a manos de la policía. En Baltimore, hay indicios de que la muerte de Freddie Gray, en mayo por una lesión cervical tras ser detenido, ha derivado en una mayor cautela policial: el número de arrestos se ha desplomado desde entonces.

El paisaje no es uniforme. Otras grandes urbes, como Los Ángeles, Phoenix y San Diego han experimentado descensos de crímenes en la primera mitad del año. Es pronto para dirimir si es un problema nacional o local. Las cifras quedan lejos de la oleada violenta de finales de los años ochenta en EE UU por la irrupción del crack. Entre 1990 y 2012, las muertes violentas cayeron un 45% en el país, según datos de Brookings Institution. Aun así, de los países desarrollados, EE UU era en 2013 el cuarto con mayor ratio (3,82) de homicidios por cada 100.000 personas, según la ONU.

Tras el repunte del crimen en los ochenta, se impuso el mantra de ley y orden, de mano dura con los criminales, lo que disparó la población carcelaria. Desde hace unos años, ese planteamiento se cuestiona por sus consecuencias destructivas en núcleos familiares. No hay un consenso claro sobre qué propició esa caída del crimen. Se baraja desde el impacto de la inmigración, el envejecimiento de la población hasta una mezcla socioeconómica y racial más heterogénea en las ciudades.

Tampoco existe ahora consenso para explicar las raíces del auge del crimen. En una cumbre a principios de agosto en Washington de jefes policiales de grandes ciudades, no se llegó a ninguna conclusión concreta, más allá de recomendar un mayor control en la venta de armas de fuego y drogas.

Eugene O'Donnell, profesor en la Escuela de Justicia Criminal John Jay de Nueva York, atribuye el incremento a tres posibles causas: la proliferación de las armas en EE UU (hay unas 270 millones de uso privado en un país de 321 millones de habitantes), la presencia de “jóvenes muy alienados” que buscan en la violencia una forma de reconocimiento social, y el mayor escrutinio a las prácticas policiales propiciado por Ferguson y la reiteración de casos similares.

De las tres causas, la última, señala el profesor, es la única nueva respecto a años anteriores. “Existe la sensación ahora de que la policía tiene que ser extremadamente cauta porque corre el riesgo de ser duramente criticada si algo acaba mal aunque no haya hecho nada malo”, dice O'Donnell en una entrevista telefónica. “Puede que haya cierta sensación de que la policía tiene menos el control de las calles, que lo ha cedido más a los chicos malos”.

Esa posibilidad, agrega, se sostiene en el hecho de que algunos de los crímenes en las ciudades afectadas destacan por su crudeza. O'Donnell advierte de que “hay señales preocupantes”, pero a su vez sostiene que es pronto para saber si es un repunte puntual o sostenido.

No hay duda que desde el caso de Ferguson el pasado agosto, los métodos policiales son objeto de un mayor control de la opinión pública, políticos y fiscales. Los sindicatos policiales lo denuncian. Un sondeo de junio de la policía de Nueva York reveló que casi la mitad de los agentes tiene un sentimiento negativo de su trabajo por el miedo a la opinión externa y que un 85% teme ser demasiado proactivo en las calles ante posibles quejas.

La tensión entre la policía y la alcaldía de la ciudad se disparó tras la muerte de dos agentes a finales del año pasado. Desde Ferguson, los cuerpos piden someter el mismo escrutinio a las muertes de policías.

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