Argentina como ejemplo para el conflicto arabe-israelí
Barenboim, Felipe González y líderes de las tres religiones claman en Buenos Aires por una convivencia similar en Palestina
Carlos Cue
Buenos Aires, El País
Argentina, uno de los países más pacíficamente multiculturales del planeta, vivió un encuentro particular en la noche del sábado, protagonizado por el músico argentino-israeli Daniel Barenboim, el expresidente español Felipe González y tres representantes de las tres religiones monoteístas más importantes. La cita, en el Teatro Colón, pretendía ser un ejemplo para el conflicto árabe-israelí, que pese a estar en el otro laso del mundo preocupa mucho a un país en el que la cultura judía y la musulmana tienen una fuerte presencia. "No he conocido otro país donde sea tan perfectamente natural tener múltiples identidades como Argentina", explicó Barenboim, que nació y vivió en Buenos Aires hasta los 10 años. "No es así en EEUU o en Europa. Estamos acostumbrados al lado autodestructivo de este país, a veces con razón, pero tiene cosas positivas. En Argentina se puede ser judío o árabe y por eso no menos patriota argentino. No hay otro país donde eso sea tan natural" insistió el músico, que estos días precisamente toca en su tierra con la orquesta de árabes y judíos que creó con Edward Said. Con ellos, la East-Western Divan, y con la pianista Martha Argerich, también argentina como él y estrella mundial, Barenboim ha triunfado estos días en el Teatro Colón, con un público que los ha aclamado como representantes de lo mejor de este país.
"Lo que pasó en Argentina fue un aporte de la escuela pública, donde convivían con normalidad italianos, turcos, rusos, que no discutían por la religión sino por el fútbol" explicó el cura católico Guillermo Marcó, amigo del papa Francisco. "Muchos periodistas internacionales me preguntan por él y yo les digo que no se puede entender al Papa sin comprender la cultura de convivencia religiosa en Argentina y en especial en Buenos Aires". Marcó, el rabino Daniel Goldman y el dirigente islámico Omar Abboud, que dirigen el Instituto para el Diálogo Interreligioso en Argentina, dieron una lección de cercanía en el escenario, en un acto moderado por el empresario Hugo Sigman, y mostraron su rechazo absoluto a la violencia en el conflicto arabe-israelí. Por si hubiera dudas, fue el rabino quien leyó una carta de condena expresa en nombre de los tres por el asesínato de un niño palestino en Gaza esta misma semana Abboud, también amigo del Papa Francisco -lo acompañó en su viaje a Israel y Palestina- pidió utilizar el ejemplo de Argentina para tratar de encontrar una solución al conflicto entre judíos y musulmanes.
"El ser humano ha aceptado la riqueza de la biodiversidad animal mucho mejor que la diversidad de percepciones culturales", se lamentó González, que viajó a Argentina para este evento. "Nos empeñamos en construir naciones homogéneas porque creemos que lo diverso nos debilita, ese es el gran desafío del nacionalismo", insistió. González, pesimista sobre la situación de "empate infinito" en la que ha entrado el conflicto, cree que Oriente Próximo puede entrar "en una nueva guerra de los 30 años" si no se desbloquea pronto la situación. "Hay una enorme falta de curiosidad por el otro", resumió Barenboim. "Este no es un conflicto político, es humano, dos pueblos están convencidos de tener derecho a vivir sobre el mismo pedazo de tierra sin el otro", se lamentó.
Buenos Aires es efectivamente un ejemplo de convivencia pacífica de las tres grandes religiones monoteístas, una especie de Toledo moderna. Con la trágica excepción del terrible atentado de la AMIA, la asociación judía, en 1994, que dejó 85 muertos y ha vuelto al primer plano con la muerte del fiscal que lo investigaba, Alberto Nisman, en la capital argentina no hay noticia de tensiones raciales o religiosas. En este país y en especial en su capital conviven creencias, orígenes lingüísticos, apellidos que evidencian la mezcla que dejó la inmigración. Hay barrios más claramente judíos, como el de Once, pero la mezcla es total en todas partes y se puede ver a los niños con la kipa en su cabeza salir de una escuela judía en el barrio de Belgrano frente a una embajada de Emiratos Árabes con total normalidad.
Buenos Aires tiene una de las comunidades judías más importantes del mundo pero a la vez la presencia musulmana es muy importante, con una gran emigración libanesa y siria, como evidencia una enorme mezquita en el barrio de Palermo.
La política argentina, donde se mezclan apellidos alemanes, ingleses, franceses italianos y españoles con otros de claro origen judío o árabe, es otra muestra. El actual ministro de Asuntos Exteriores, Héctor Timerman, por ejemplo, es un miembro destacado de la comunidad judía argentina, a la que ahora se encuentra enfrentado precisamente por los coletazos del caso Nisman. Pero a la vez Argentina ha tenido un presidente de origen sirio como Carlos Saúl Menem. La mezcla y la convivencia pacífica forma parte de la esencia de este país de inmigrantes.
Carlos Cue
Buenos Aires, El País
Argentina, uno de los países más pacíficamente multiculturales del planeta, vivió un encuentro particular en la noche del sábado, protagonizado por el músico argentino-israeli Daniel Barenboim, el expresidente español Felipe González y tres representantes de las tres religiones monoteístas más importantes. La cita, en el Teatro Colón, pretendía ser un ejemplo para el conflicto árabe-israelí, que pese a estar en el otro laso del mundo preocupa mucho a un país en el que la cultura judía y la musulmana tienen una fuerte presencia. "No he conocido otro país donde sea tan perfectamente natural tener múltiples identidades como Argentina", explicó Barenboim, que nació y vivió en Buenos Aires hasta los 10 años. "No es así en EEUU o en Europa. Estamos acostumbrados al lado autodestructivo de este país, a veces con razón, pero tiene cosas positivas. En Argentina se puede ser judío o árabe y por eso no menos patriota argentino. No hay otro país donde eso sea tan natural" insistió el músico, que estos días precisamente toca en su tierra con la orquesta de árabes y judíos que creó con Edward Said. Con ellos, la East-Western Divan, y con la pianista Martha Argerich, también argentina como él y estrella mundial, Barenboim ha triunfado estos días en el Teatro Colón, con un público que los ha aclamado como representantes de lo mejor de este país.
"Lo que pasó en Argentina fue un aporte de la escuela pública, donde convivían con normalidad italianos, turcos, rusos, que no discutían por la religión sino por el fútbol" explicó el cura católico Guillermo Marcó, amigo del papa Francisco. "Muchos periodistas internacionales me preguntan por él y yo les digo que no se puede entender al Papa sin comprender la cultura de convivencia religiosa en Argentina y en especial en Buenos Aires". Marcó, el rabino Daniel Goldman y el dirigente islámico Omar Abboud, que dirigen el Instituto para el Diálogo Interreligioso en Argentina, dieron una lección de cercanía en el escenario, en un acto moderado por el empresario Hugo Sigman, y mostraron su rechazo absoluto a la violencia en el conflicto arabe-israelí. Por si hubiera dudas, fue el rabino quien leyó una carta de condena expresa en nombre de los tres por el asesínato de un niño palestino en Gaza esta misma semana Abboud, también amigo del Papa Francisco -lo acompañó en su viaje a Israel y Palestina- pidió utilizar el ejemplo de Argentina para tratar de encontrar una solución al conflicto entre judíos y musulmanes.
"El ser humano ha aceptado la riqueza de la biodiversidad animal mucho mejor que la diversidad de percepciones culturales", se lamentó González, que viajó a Argentina para este evento. "Nos empeñamos en construir naciones homogéneas porque creemos que lo diverso nos debilita, ese es el gran desafío del nacionalismo", insistió. González, pesimista sobre la situación de "empate infinito" en la que ha entrado el conflicto, cree que Oriente Próximo puede entrar "en una nueva guerra de los 30 años" si no se desbloquea pronto la situación. "Hay una enorme falta de curiosidad por el otro", resumió Barenboim. "Este no es un conflicto político, es humano, dos pueblos están convencidos de tener derecho a vivir sobre el mismo pedazo de tierra sin el otro", se lamentó.
Buenos Aires es efectivamente un ejemplo de convivencia pacífica de las tres grandes religiones monoteístas, una especie de Toledo moderna. Con la trágica excepción del terrible atentado de la AMIA, la asociación judía, en 1994, que dejó 85 muertos y ha vuelto al primer plano con la muerte del fiscal que lo investigaba, Alberto Nisman, en la capital argentina no hay noticia de tensiones raciales o religiosas. En este país y en especial en su capital conviven creencias, orígenes lingüísticos, apellidos que evidencian la mezcla que dejó la inmigración. Hay barrios más claramente judíos, como el de Once, pero la mezcla es total en todas partes y se puede ver a los niños con la kipa en su cabeza salir de una escuela judía en el barrio de Belgrano frente a una embajada de Emiratos Árabes con total normalidad.
Buenos Aires tiene una de las comunidades judías más importantes del mundo pero a la vez la presencia musulmana es muy importante, con una gran emigración libanesa y siria, como evidencia una enorme mezquita en el barrio de Palermo.
La política argentina, donde se mezclan apellidos alemanes, ingleses, franceses italianos y españoles con otros de claro origen judío o árabe, es otra muestra. El actual ministro de Asuntos Exteriores, Héctor Timerman, por ejemplo, es un miembro destacado de la comunidad judía argentina, a la que ahora se encuentra enfrentado precisamente por los coletazos del caso Nisman. Pero a la vez Argentina ha tenido un presidente de origen sirio como Carlos Saúl Menem. La mezcla y la convivencia pacífica forma parte de la esencia de este país de inmigrantes.