Actividad minera causa masivo desastre ambiental en Teoponte

Teoponte, Erbol
Después que la norteamericana South American Placer Inc. (SAPI) y la COMSUR dejaran Teoponte en medio de montañas de piedra y aguas turbias, allá por la década del 70 y 80, esta población vuelve a sufrir una masiva destrucción ecológica, esta vez en manos de cooperativistas auríferos, que no dudan en “devorar” cerros enteros y perforar el área urbana, en busca del metal precioso.
Una visita realizada el pasado fin de semana por la red ERBOL, permitió conocer que las cooperativas Relámpago, Unión Teoponte, Lecos, Esperanza, Comunitaria Sitahuara y Mariscal de Zepita, tienen virtualmente loteado el radio urbano y suburbano, bajo consentimiento de la Gobernación de La Paz, Comibol y la Autoridad Regional Jurisdiccional Administrativa Minera (ARJAM).


La devastación ambiental es grandiosa desde el ingreso a la población, donde se observa inmensos cortes de tierra y al medio, maquinaria pesada en pleno funcionamiento.

Las cooperativas no respetaron áreas deportivas y coparon la pista, donde en los años 60 operaban aviones para transportar piezas de la draga que surcó los ríos Teoponte, Challana y Guanay ubicadas en la provincia Larecaja, al norte de La Paz.

La pista aérea es por ahora un gigante campamento minero, donde las cooperativas auríferas relavan colas y desmontes dejadas por la exCOMSUR, previo compromiso de reconstruirla.

En forma paralela, palas mecánicas derriban cerros y echan tierra para que otras carguen a volquetas de alto tonelaje que llevan a las cribas instaladas en la pista, aprovechando las aguas del rio.

Algunas voces del pueblo pidieron que las cooperativas dejen de operar cuando la intensa explotación minera rompió el estanque y dejó sin agua, y sin luz eléctrica por haber volteado los postes de luz instalados en el radio urbano.

En otros predios hay inmensos hoyos que se convirtieron en focos de infección, por la presencia de criaderos de mosquitos por agua estancada. Lo extraño es que los protagonistas son los mismos lugareños que explotan sin tregua y sin cumplir los requisitos de la consulta, ni acreditar manifiesto ambiental.

Descuartizaron una reliquia

Los teoponteños tenían como pieza de museo a un avión tipo Hércules de la trasnacional SAPI, que ya no pudo despegar por falta de repuestos.

Cuentan que hasta el año pasado se lo veía parado sobre sus llantas y con alas completas; hoy los inversionistas lo desarmaron para dejarlo abandonado a los pies de un cerro que amenaza con desplomarse por la filtración de agua.

Sin embargo, los pobladores consideran que el culpable mayor es la COMSUR que vendió sus terrenos a la constructora Bartos S.A. de propiedad de Luis Chamón y ésta dio vía libre para que los cooperativistas traigan inversiones, a cambio de un alto porcentaje de participación en sus ganancias.

Hasta el año 2009 sólo existían seis cooperativas, pero la “fiebre del oro” hizo que se conformaran 72, todas afiliadas a la Central de Cooperativas Mineras Auríferas Teoponte. Su presidente, Oscar Apuri Alfaro, confirmó el auge del sector debido a los altos precios del metal precioso.

Los cooperativistas son recelosos de la información pero por otras fuentes se conoció que a la población llegaron siete “operadores” (inversionistas) entre bolivianos y extranjeros. Cada cooperativa tiene un promedio de 35 socios, produce un alza semanal de entre 4 a 5 kilos de oro, de los cuales un llamativo porcentaje (10 a 25%) se llevan los inversionistas sin pagar las regalías a la población.

El dirigente Apuri admite que fue un error aceptar las condiciones de los operadores, pero atribuye a la falta de tecnología de las cooperativas para determinar el potencial de los yacimientos concedidos, y confiar en que los operadores lo hagan mediante técnicas modernas y sobre datos ciertos, negociar los porcentajes.

Sin embargo, “también hay militares en servicio pasivo y activo que a través de terceros ofician de inversionistas, explotando oro. El “coronel” es uno de ellos que opera en las cuadrículas de Relámpago, la mayor productora de oro, que el 26 de julio de 2013, provocó un enfrentamiento interno”.

Junto a la “fiebre del oro”, creció la inseguridad ciudadana producto de la circulación de droga, alcohol y consiguientemente la delincuencia, que provoca pérdida de vidas humanas, como el reciente atraco a tres personas en la ruta Teoponte-Guanay. La presencia de la Policía es casi nula en esta población que vive a la voluntad y libre albedrio de los buscadores de oro.

No hay vestigios sobre la presencia de una autoridad de gobierno para catalogar el daño ambiental, y sólo existe un letrero cubierto de polvo con el nombre del presidente Evo Morales sobre el proyecto de “Mi Agua II” con logos del Ministerio de Agua y Medio Ambiente, FPS y la CAF.

La Gobernación de La Paz intentó medir el impacto ambiental hace dos años, y mandó a un funcionario, quien ante la amenaza de los cooperativistas salió corriendo por preservar su vida y nunca se conoció los efectos de su visita.

ERBOL buscó al alcalde Eddy Mejía (MAS), candidato de los cooperativistas mineros pero no pudo encontrarlo porque en ese día (1 agosto) se encontraba asistiendo a un taller de capacitación POA en la localidad de Caranavi.

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