Orgullo e inquietud en las calles griegas tras el ‘no’ en la consulta
La satisfacción de muchos griegos por el resultado se mezcla con la incertidumbre
Andrés Mourenza
Atenas, El País
La victoria del no en el referéndum griego se ha producido en un país que cumple su octavo día de corralito, la puntilla para una Grecia sumida en la depresión económica tras cinco años de medidas de austeridad. Aun así, muchos atenienses defienden su decisión de rechazar la última propuesta europea como un acto de desafío a lo que consideran “imposiciones” de Alemania, mientras que otros viven la situación sumidos en la incertidumbre.
“Nuestro futuro está en manos de Dios”, se lamenta el propietario de un quiosco de Atenas. Durante la última semana apenas ha vendido periódicos o chocolatinas. Sólo tabaco. “¿Cómo voy a vender, si nadie tiene dinero? Sólo se compra lo básico”.
La situación es la inversa en el cercano Mercado Central: “No hemos parado de trabajar en toda la semana, porque los canales de televisión amedrentaron a la gente y muchos venían a acopiar comida”, relata el carnicero Vangelis, que se muestra contento con el resultado del referéndum: “Hemos hablado como pueblo y dicho basta a las medidas de austeridad. Ahora la UE tendrá que cerrar un nuevo acuerdo, porque si nos vamos del euro, detrás vendrán Portugal, España e Italia. No estamos locos, sólo queremos que se nos trate con respeto”.
Las presiones de líderes europeos a favor del sí han tocado la fibra de un país muy nacionalista: “Si a los griegos se nos quiere imponer algo, nosotros nos ponemos en contra, y por eso hemos dicho no, igual que Metaxas”. En 1940, el dictador heleno Ioannis Metaxas se negó a que sus socios fascistas ocupasen Grecia, lo que a la postre resultó en una declaración de guerra de Italia y Alemania y una cruel ocupación. “Pero al final echamos al mar a los alemanes. Y ahora hemos vuelto a demostrar que no les tememos”.
Un lustro de crisis ha dejado las calles de la lonja en estado cochambroso, pero aún es una animada plaza para el debate. En uno de los laterales del mercado, Panayotis conversa con otros dos parados y el ocioso empleado de un local de quinielas. “Este no es un sí a quedarnos en Europa, pero con mejores condiciones. Hasta ahora estábamos en una situación de esclavitud y este no nos hace libres”, apunta uno de los contertulios. No temen que se fuerce a Grecia de dejar la eurozona. “¿No es la UE una familia? A un hijo no se le echa de casa así como así. El problema es que abandonamos nuestros dracmas, pesetas, liras o florines para tener una moneda alemana, pero sin que haya una Constitución o un Gobierno que la dirija”, se queja Panayotis. “La eurozona no es democrática, la gobiernan Alemania y los bancos”, zanja.
Otros, como Dimitris, propietario de una tienda de ropa infantil y votante del sí, están muy preocupados por la incertidumbre tras el referéndum. “No tenemos ni idea de lo que sucederá. Y la situación para nosotros es muy dura: en las últimas semanas no vendemos nada”. “La situación no es mala, es trágica”, añade Yorgos Andakis: “Hay días que cerramos caja sin haber hecho un solo euro”. Sin embargo, apunta este comerciante textil, “no se debe sólo al corralito, es porque tras años de crisis, la gente no tiene dinero”. Unos pocos, como Yorgos, propietario de un puesto de baratijas, apuestan por medidas contundentes: “Hay que salirse del euro. La Unión Europa es una gran mentira”.
Andrés Mourenza
Atenas, El País
La victoria del no en el referéndum griego se ha producido en un país que cumple su octavo día de corralito, la puntilla para una Grecia sumida en la depresión económica tras cinco años de medidas de austeridad. Aun así, muchos atenienses defienden su decisión de rechazar la última propuesta europea como un acto de desafío a lo que consideran “imposiciones” de Alemania, mientras que otros viven la situación sumidos en la incertidumbre.
“Nuestro futuro está en manos de Dios”, se lamenta el propietario de un quiosco de Atenas. Durante la última semana apenas ha vendido periódicos o chocolatinas. Sólo tabaco. “¿Cómo voy a vender, si nadie tiene dinero? Sólo se compra lo básico”.
La situación es la inversa en el cercano Mercado Central: “No hemos parado de trabajar en toda la semana, porque los canales de televisión amedrentaron a la gente y muchos venían a acopiar comida”, relata el carnicero Vangelis, que se muestra contento con el resultado del referéndum: “Hemos hablado como pueblo y dicho basta a las medidas de austeridad. Ahora la UE tendrá que cerrar un nuevo acuerdo, porque si nos vamos del euro, detrás vendrán Portugal, España e Italia. No estamos locos, sólo queremos que se nos trate con respeto”.
Las presiones de líderes europeos a favor del sí han tocado la fibra de un país muy nacionalista: “Si a los griegos se nos quiere imponer algo, nosotros nos ponemos en contra, y por eso hemos dicho no, igual que Metaxas”. En 1940, el dictador heleno Ioannis Metaxas se negó a que sus socios fascistas ocupasen Grecia, lo que a la postre resultó en una declaración de guerra de Italia y Alemania y una cruel ocupación. “Pero al final echamos al mar a los alemanes. Y ahora hemos vuelto a demostrar que no les tememos”.
Un lustro de crisis ha dejado las calles de la lonja en estado cochambroso, pero aún es una animada plaza para el debate. En uno de los laterales del mercado, Panayotis conversa con otros dos parados y el ocioso empleado de un local de quinielas. “Este no es un sí a quedarnos en Europa, pero con mejores condiciones. Hasta ahora estábamos en una situación de esclavitud y este no nos hace libres”, apunta uno de los contertulios. No temen que se fuerce a Grecia de dejar la eurozona. “¿No es la UE una familia? A un hijo no se le echa de casa así como así. El problema es que abandonamos nuestros dracmas, pesetas, liras o florines para tener una moneda alemana, pero sin que haya una Constitución o un Gobierno que la dirija”, se queja Panayotis. “La eurozona no es democrática, la gobiernan Alemania y los bancos”, zanja.
Otros, como Dimitris, propietario de una tienda de ropa infantil y votante del sí, están muy preocupados por la incertidumbre tras el referéndum. “No tenemos ni idea de lo que sucederá. Y la situación para nosotros es muy dura: en las últimas semanas no vendemos nada”. “La situación no es mala, es trágica”, añade Yorgos Andakis: “Hay días que cerramos caja sin haber hecho un solo euro”. Sin embargo, apunta este comerciante textil, “no se debe sólo al corralito, es porque tras años de crisis, la gente no tiene dinero”. Unos pocos, como Yorgos, propietario de un puesto de baratijas, apuestan por medidas contundentes: “Hay que salirse del euro. La Unión Europa es una gran mentira”.