Mourinho y otros entrenadores demagogos

Madrid, FútbolPrimera.es
José Mourinho ha criticado el sueldo de Iker Casillas en el Oporto argumentando que Portugal pasa por un momento económico complicado y el mercado está desorbitado. El portugués no es el único técnico que ha utilizado la demagogia a la hora de analizar algún aspecto de la actualidad.
Puede que no le falte razón a Mourinho cuando habla del sueldo de Iker Casillas y la situación de su país, pero sin duda es algo chocante que sea él, el entrenador mejor pagado del mundo, quien hable en estos términos. Cuando a José se le pregunta sobre las astronómicas cifras que percibe suele hacer referencia a sus títulos y el bagaje cosechado durante su carrera, pero en ningún momento se le escuchó citar la "posible" injusticia de sus honorarios en comparación a la renta per cápita mundial. Si Mourinho es un técnico global y cosmopolita, con capacidad para ganar en cualquier parte del mundo, sería justo que alguna vez comparara su salario a la media mundial. Al menos sus palabras sobre Iker Casillas tendrían algún tipo de fundamento y credibilidad.


Pero la demagogia está instalada en el mundo del fútbol de forma permanente, y no solo en el apartado económico. Hablemos ahora de los dueños de la palabra, aquellos entrenadores que hicieron carrera gracias a su discurso y sus supuestos conocimientos teóricos. Juanma Lillo es el maestro por excelencia de muchos entrenadores, pero su fama no se corresponde con el éxito cosechado en los banquillos, y esta afirmación es algo indiscutible. Lillo parece saberlo todo de los fundamentos teóricos del fútbol, sin duda es un estudioso de la materia y un hombre culto. Pero también es cierto que existen pocos entrenadores tan respetados después de haber cosechado resultados de la magnitud de los suyos; de no haberse rodeado bien, y sin utilizar la demagogia hasta límites insospechados estaríamos hablando de un técnico semidesconocido para el gran público. El Zaragoza de Lillo llegó a perder una eliminatoria de Copa de la UEFA tras haber ganado en el partido de ida 4-1, hay que recordar que los maños tenían una buena plantilla y el rival fue el Wisla Cracovia. Su Almería perdió 0-8 ante el Barça de Guardiola, algo que no debería ser preocupante siempre y cuando el resultado no importe tanto. Lo que no sabemos es si los aficionados de sus equipos opinarían lo mismo.

Es un debate amplio, y lógicamente el mundo del fútbol está cargado de este tipo de ejemplos. El Rayo Vallecano de Paco Jémez perdió 6-1 en el Camp Nou y en los días posteriores muchos medios alabaron su planteamiento suicida. Paco es de los que piensan que es mejor morir con una idea, pero algo así no te convierte en gran entrenador por sistema. Al menos es una cuestión discutible. Paco ha conseguido extraer un aceptable resultado deportivo de sus planteamientos, pero sobre todo se ha ganado el elogio de una parte de la crítica que sin duda desea escuchar lo que él repite cada semana. En alguna ocasión se ha llegado a elogiar que fuera el ganador de la posesión en un partido ante un grande, o ha recibido buenas críticas tras perder una eliminatoria copera tras ir dos goles arriba a falta de pocos minutos. A Paco le va bien siendo así, y evidentemente no es algo criticable ya que es su estrategia. Pero hay que recordar que Jémez también se cabrea, y habla de los árbitros, y protesta montando números que harían pararse ante la televisión al mismísimo Mourinho, e incluso se atreve a criticar a Zidane ¿Qué ocurriría si lo hiciera un técnico menos proclive a la demagogia? Lo sabemos bien, sería inmediatamente crucificado por sus palabras y sus planteamientos deportivos.

Pero vamos a ser justos y a reconocer que la demagogia dialéctica afecta a todos en algún momento de nuestras vidas. Si pensamos en la antítesis de Paco Jémez (al menos en teoría) llegaríamos a Javier Clemente. Para él un 5-5 es un partido calamitoso y nunca se ha situado en la línea de lo que los medios quieren escuchar. Podríamos decir que tiene paralelismos con Mourinho, y curiosamente Clemente también realizó unas manifestaciones en la línea de las pronunciadas por el portugués. Cuando el Real Madrid firmó a Anelka por más de 5.000 millones de las antiguas pesetas, el bueno de Clemente afirmó que le parecía una barbaridad teniendo en cuenta el hambre que había en el mundo. Clemente estaba aburrido ese verano y tenía ganas de que se hablara de él, pero lo peor fue que algunos directivos madridistas entraron al trapo e incluso discutieron con él la cuestión en algún debate radiofónico (Juan Onieva en concreto). Clemente terminó defendiendo argumentos en los que ni él mismo creía, pero alcanzó su objetivo: gracias a la demagogia tuvo minutos en los medios.

Más ejemplos, demagogia con tus propios jugadores. El maestro de esta disciplina fue Claudio Ranieri, capaz de alabar públicamente a todos aquellos jugadores con los que no cuenta. A Romario y Ortega les llamó grandes campeones, y tácticas similares utilizó en otros clubes con futbolistas que pocos meses después ya no estaban a sus órdenes por petición propia. Jorge Valdano fue el rey de la demagogia durante muchos años, pero sin duda se inspiró en la escuela menottista, sus detractores le acusan de vivir de los éxitos cosechados durante el mundial de Argentina 78 y hacer carrera en torno a una concepción discutible del juego. Aquí la barrera entre la demagogia y las apreciaciones que se convierten en dogma es muy escasa. Pero lo mismo ocurre con Bilardo, hombre íntegro para muchos, tramposo y ventajista para otros. Como vemos, pocos entrenadores se libran de haber sido demagogos alguna vez durante su carrera, y es que la prensa es implacable con las palabras.

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