Merkel, o cómo el referéndum griego ha aumentado aún más su influencia

El órdago de Tsipras ha reforzado la posición de la canciller alemana en su propio país y en el seno de la Unión Europea

Robin Alexander
Berlín, El País
Para Angela Merkel todo ha cambiado con el sorpresivo anuncio de la celebración del referéndum que hizo el Gobierno griego hace una semana. En primer lugar, el abandono de las negociaciones por parte de los representantes helenos ha librado a la canciller de una situación política interna extremadamente delicada.


Y es que el resultado de las negociaciones tendría que haber sido ratificado por el Parlamento alemán. Sin lugar a dudas, habría obtenido mayoría, pero no en el grupo parlamentario de Merkel. De los 311 diputados, solo 29 rechazaron las últimas ayudas a Grecia. No obstante, más de 100 dejaron claro en una “declaración de carácter personal” que era la última vez que votaban a favor.

Asímismo, un acuerdo en Bruselas habría puesto en aprietos a la canciller, ya que, en caso de que se hubiese aprobado una quita de la deuda o un tercer rescate, posiblemente habría tenido que plantear una moción de confianza, tradicionalmente el último recurso de un primer ministro alemán para forzar la lealtad.

Su homólogo griego, Alexis Tsipras, también ha salvado a la mandataria del pulso con sus propios diputados. Más bien ha suscitado una oleada de aquiescencia con ella: aunque la insolvencia griega suponga el fracaso de cinco años de una política de austeridad en cuyo diseño Merkel tuvo una intervención decisiva, apenas se le ha hecho alguna crítica. Al contrario: en torno a la canciller hacen piña no solo su propia gente, sino también los socios de coalición socialdemócratas.

Sigmar Gabriel, vicecanciller y presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), tuvo para Grecia palabras mucho más duras que la primera ministra. En cambio, Merkel hizo hincapié inteligentemente en que, en el plano personal, seguía teniendo con Tsipras la misma relación cordial de siempre, y que, entre ellos, el diálogo se restablecía de inmediato. Al mismo tiempo, los alemanes han tenido buen cuidado de que no se negocie con los griegos hasta que se haya celebrado el referéndum.

Wolfgang Schäuble está en la cumbre de su popularidad. Mientras que en Grecia, el ministro de Hacienda alemán se ha convertido en la imagen del enemigo –su rostro adorna los carteles de la campaña por el no–, en Berlín se le aclama. El lunes, en la fiesta de celebración del 70º aniversario de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Schäuble recibió el aplauso más caluroso, incluso por encima de Merkel y del recuerdo para Helmut Kohl, el “canciller de la unidad”, ausente a causa de una grave dolencia. Asimismo, el miércoles, en el Parlamento, el discurso que pronunció el ministro de Hacienda fue el que despertó mayor interés. En él reprochó al Gobierno griego su forma de “negociar sin pies ni cabeza”.

Schäuble anunció que, después del referéndum, se seguirá buscando una solución, pero que esta será “mucho más básica”. De hecho, solo cabe esperar más ayuda alemana a Grecia si en Atenas hay un nuevo Gobierno, ya que la ampliación del rescate estaría sujeta a las condiciones del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), y, en Alemania, la decisión le corresponde al Parlamento. En efecto, Angela Merkel no puede ni siquiera empezar a negociar sobre un tercer paquete de ayudas sin la aprobación del Bundestag [ParlamentoFederal]. Cada resultado se tiene que someter a votación.

Desde el punto de vista alemán, el referéndum tiene una consecuencia irónica; desde la perspectiva griega, posiblemente sea más bien trágica: la receta alemana de austeridad forzosa se ha quedado prácticamente sin partidarios en Europa. Desde el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, hasta los propios socios de coalición de Merkel, pasando por el presidente francés y el primer ministro italiano, muchos de los involucrados estaban dispuestos a socorrer a los griegos con más dinero y con condiciones socialmente más equilibradas. En cambio, con su decisión, Tsipras ha vuelto a convertir a Merkel en la jefa extraoficial de Europa.

Precisamente ahora, la canciller ha cambiado de puesto al que quizá fuese su colaborador más importante: Uwe Corsepius se ha convertido en el nuevo director del departamento de Europa de la Cancillería en sustitución de Nikolaus Meyer-Landruth, que se marcha como embajador a Francia. Corsepius ya había sido el asesor principal de Merkel para Europa entre 2006 y 2011. En cuanto a los contenidos, también era necesario un cambio de rumbo. En lugar del viejo debate sobre si en Europa se debe “profundizar” o “ampliar”, ahora en Berlín se oye hablar con frecuencia de una “Europa robusta”: una comunidad de Estados capaz de defenderse no solo militarmente, sino también económicamente, del agresor ruso, que haga cumplir las reglas, incluso, si es necesario, contra un Estado miembro que pretenda quebrantarlas, y ese es Grecia.

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