Los enfrentamientos de los mineros en Bolivia se intensifican
Cientos de trabajadores de las minas que llevan varios días acampados en La Paz atacan con dinamita a la policía
Fernando Molina
La Paz, El País
Cientos de mineros que acampan en La Paz desde hace varios días para respaldar la huelga regional de Potosí se enfrentaron a dinamitazos con la Policía en dos barrios residenciales de la capital boliviana. Los enfrentamientos arrojaron un número hasta ahora indeterminado de heridos leves y de detenidos, pequeños fuegos y vidrieras rotas en domicilios y tiendas. Los ataques, reprimidos con gases lacrimógenos, se produjeron poco después de que se frustrara el diálogo entre el gobierno y los dirigentes del movimiento que tiene paralizada a esta región del sur del país desde hace 17 días, en demanda de inversiones de infraestructura que palien la caída de los precios de los minerales.
El comité potosino de huelga abandonó una reunión en el Ministerio de Gobierno pocos minutos después de que comenzara, a mediodía, porque, según dijo su líder, Johnny Llally, no había "condiciones adecuadas" y los seis ministros que representaban a Evo Morales no tenían "verdadera voluntad" de negociar. Poco después de la salida de los dirigentes del edificio de este ministerio, donde aún se hallaban las autoridades, se produjo un ataque con explosiones de dinamita. Los responsables fueron los miembros de las cooperativas dedicadas a la minería de subsistencia que abundan en Potosí. La Policía respondió y se produjeron pequeñas batallas en diversos lugares del barrio de Sopocachi y en El Prado, ambos de clase media. Los dinamitazos rompieron ventanas y encendieron pequeños fuegos, uno de ellos en la valla de pinos de la embajada de Alemania en La Paz.
La Ministra de Comunicación, Marianela Paco, dijo que la respuesta de la dirigencia de Potosí a la oferta de diálogo del gobierno había sido "un atentado dinamitero que ha puesto en riesgo la vida de ministros, de periodistas y de la ciudadanía".
Los potosinos habían aceptado negociar con los ministros, luego de dos semanas de rechazar esta posibilidad, pues exigían una reunión con el presidente Evo Morales. Sin embargo, aclararon previamente que antes de conversar verificarían si se cumplían las condiciones que habían puesto, una de las cuales era la transmisión del diálogo por los medios estatales, lo que solo se cumplió parcialmente en el breve tiempo que duró la frustrada reunión; y otra era la presentación de un compromiso de que Morales firmaría los acuerdos a los que arribara la comisión de ministros, lo que esta rechazó por razones legales. Así que los huelguistas decidieron cortar el esfuerzo de concertación apenas comenzado y radicalizar sus protestas, lo que condujo a las explosiones y los enfrentamientos.
La huelga es un efecto de la caída de los precios de los minerales de los cuales Potosí vive desde la época colonial. Esta situación y el malestar causado por el retraso del gobierno en el cumplimiento de las promesas que hizo a esta región durante la anterior crisis minera, en 2010, generaron el clima político para el surgimiento de un movimiento regional independiente que exige reivindicaciones como la construcción de un aeropuerto internacional, una hidroeléctrica y fábricas de cemento y vidrio, consideradas claves para un "desarrollo integral" por los potosinos, pero inatendibles por el gobierno.
Los huelguistas afirman que los ministros ocultan lo que realmente ocurre en Potosí al presidente Evo Morales. Por eso hasta ahora habían exigido entrevistarse con él, lo que el presidente rechazó con distintos argumentos. Carlos Romero, ministro de Gobierno, señaló que esto se debe a que el movimiento es "político", una hipótesis en la que ha insistido después de los choques de hoy.
En Potosí todas las actividades se hallan paralizadas; faltan víveres y, sobre todo, medicinas. Los cajeros automáticos ya no cuentan con efectivo. Pese al gran compromiso con su causa que ha mostrado, la población está cansada, y esto presiona a los dirigentes que se hallan en La Paz, una parte de los cuales quiere negociar de una vez, mientras que otra parte quiere asegurarse, incluso con un gran sacrificio, que las promesas que les hagan esta vez se cumplan.
Fernando Molina
La Paz, El País
Cientos de mineros que acampan en La Paz desde hace varios días para respaldar la huelga regional de Potosí se enfrentaron a dinamitazos con la Policía en dos barrios residenciales de la capital boliviana. Los enfrentamientos arrojaron un número hasta ahora indeterminado de heridos leves y de detenidos, pequeños fuegos y vidrieras rotas en domicilios y tiendas. Los ataques, reprimidos con gases lacrimógenos, se produjeron poco después de que se frustrara el diálogo entre el gobierno y los dirigentes del movimiento que tiene paralizada a esta región del sur del país desde hace 17 días, en demanda de inversiones de infraestructura que palien la caída de los precios de los minerales.
El comité potosino de huelga abandonó una reunión en el Ministerio de Gobierno pocos minutos después de que comenzara, a mediodía, porque, según dijo su líder, Johnny Llally, no había "condiciones adecuadas" y los seis ministros que representaban a Evo Morales no tenían "verdadera voluntad" de negociar. Poco después de la salida de los dirigentes del edificio de este ministerio, donde aún se hallaban las autoridades, se produjo un ataque con explosiones de dinamita. Los responsables fueron los miembros de las cooperativas dedicadas a la minería de subsistencia que abundan en Potosí. La Policía respondió y se produjeron pequeñas batallas en diversos lugares del barrio de Sopocachi y en El Prado, ambos de clase media. Los dinamitazos rompieron ventanas y encendieron pequeños fuegos, uno de ellos en la valla de pinos de la embajada de Alemania en La Paz.
La Ministra de Comunicación, Marianela Paco, dijo que la respuesta de la dirigencia de Potosí a la oferta de diálogo del gobierno había sido "un atentado dinamitero que ha puesto en riesgo la vida de ministros, de periodistas y de la ciudadanía".
Los potosinos habían aceptado negociar con los ministros, luego de dos semanas de rechazar esta posibilidad, pues exigían una reunión con el presidente Evo Morales. Sin embargo, aclararon previamente que antes de conversar verificarían si se cumplían las condiciones que habían puesto, una de las cuales era la transmisión del diálogo por los medios estatales, lo que solo se cumplió parcialmente en el breve tiempo que duró la frustrada reunión; y otra era la presentación de un compromiso de que Morales firmaría los acuerdos a los que arribara la comisión de ministros, lo que esta rechazó por razones legales. Así que los huelguistas decidieron cortar el esfuerzo de concertación apenas comenzado y radicalizar sus protestas, lo que condujo a las explosiones y los enfrentamientos.
La huelga es un efecto de la caída de los precios de los minerales de los cuales Potosí vive desde la época colonial. Esta situación y el malestar causado por el retraso del gobierno en el cumplimiento de las promesas que hizo a esta región durante la anterior crisis minera, en 2010, generaron el clima político para el surgimiento de un movimiento regional independiente que exige reivindicaciones como la construcción de un aeropuerto internacional, una hidroeléctrica y fábricas de cemento y vidrio, consideradas claves para un "desarrollo integral" por los potosinos, pero inatendibles por el gobierno.
Los huelguistas afirman que los ministros ocultan lo que realmente ocurre en Potosí al presidente Evo Morales. Por eso hasta ahora habían exigido entrevistarse con él, lo que el presidente rechazó con distintos argumentos. Carlos Romero, ministro de Gobierno, señaló que esto se debe a que el movimiento es "político", una hipótesis en la que ha insistido después de los choques de hoy.
En Potosí todas las actividades se hallan paralizadas; faltan víveres y, sobre todo, medicinas. Los cajeros automáticos ya no cuentan con efectivo. Pese al gran compromiso con su causa que ha mostrado, la población está cansada, y esto presiona a los dirigentes que se hallan en La Paz, una parte de los cuales quiere negociar de una vez, mientras que otra parte quiere asegurarse, incluso con un gran sacrificio, que las promesas que les hagan esta vez se cumplan.