Los conservadores rechazan que el acuerdo cambie el régimen islámico

Varios miles de personas corean "¡Muerte a América!" en la marcha del Día de Jerusalén

Ángeles Espinosa
Teherán, El País
Irán ha vuelto a ofrecer este viernes su imagen más estereotipada y antipática. Hombres con barba de tres días y mujeres con chador han coreado “¡Muerte a América!” y “¡Muerte a Israel!”, mientras el provocador de turno quemaba las respectivas banderas. La manifestación por el Día de Jerusalén ha dado una ventana mediática a los sectores más renuentes al cambio. Tanto los eslóganes como los discursos han dejado claro que los guardianes de las esencias de la revolución rechazan que el eventual acuerdo nuclear abra las puertas a una transformación del régimen islámico.


“Estados Unidos dice que Irán tiene que cambiar de comportamiento; a veces se refieren a la estructura del sistema, a veces a los derechos humanos. Quieren quitarnos el islam, nuestras creencias que tienen su base en la revolución”, ha asegurado el presidente del Parlamento, Ali Lariyaní, tras la marcha. Lariyaní, que entre 2005 y 2007 dirigió el equipo negociador nuclear, se refería a unas palabras de Hillary Clinton quien siendo secretaria de Estado anunció que su país no buscaba el cambio de régimen en Irán, sino un cambio de comportamiento. Estos días, ese objetivo es recordado con frecuencia por los conservadores.

Durante toda la semana, los medios estatales han promovido la participación en el Día de Jerusalén asociándola con el rechazo al Estado Islámico, el grupo extremista suní que controla territorio en Irak y Siria. Apenas unos miles de personas han respondido sin embargo a la convocatoria en una ciudad de 15 millones de habitantes, en contraste con la concurrida de 2009. Además, llamaba la atención la elevada edad media de los manifestantes. Para un país en el que dos tercios de la población tienen menos de 35 años, había pocas caras jóvenes.

“No hemos reconocido, no reconocemos y no vamos a reconocer a Israel”, ha subrayado el ayatolá Ahmad Jatamí para alborozo de los fieles que, tras la manifestación, han asistido al rezo del mediodía en la Universidad de Teherán.

Era previsible. Esta jornada de apoyo a los palestinos, establecida por el ayatolá Jomeiní el último viernes antes del final de Ramadán, constituye cada año un ejercicio de negación de Israel y de denuncia del imperialismo de las “potencias arrogantes” (Estados Unidos y sus aliados, en la retórica revolucionaria). Pero en la recta final de las negociaciones nucleares con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, China, Rusia, Reino Unido y Francia) más Alemania (P5+1), la cita constituía una oportunidad de oro para dejar clara su postura también en este asunto.

“Nuestra resistencia ha enviado el mensaje al P5+1 de que se enfrenta a un pueblo unido, que no da un paso atrás en su empeño”, ha manifestado Jatamí, un clérigo ultraconservador sin relación con el expresidente reformista del mismo nombre. Luego ha insistido en la unidad de todos los poderes iraníes con el líder supremo en el apoyo a “un acuerdo bueno”, para a continuación dar un tirón de orejas a “los dueños de la pluma”, en especial en las webs, que “hablan de una sociedad polarizada”.

“En este país nadie quiere sanciones; es falso decir que algunos las buscan”, ha defendido antes de admitir que su retirada ayudaría a resolver “casi el 50% de los problemas económicos” del país. Resulta un giro sorprendente para una de las voces que hasta hace poco minimizaba el efecto de esas medidas.

Asumido que el acuerdo está a punto de ser una realidad, los conservadores parecen concentrarse ahora en frenar sus posibles consecuencias sobre un sistema de gobierno que ya hace mucho que no responde al dinamismo de su sociedad. “Vamos a mantener la resistencia, el odio a la arrogancia no se enfría con el tiempo, los iraníes no nos dejamos oprimir”, ha insistido desafiante Jatamí ante los gritos cada vez más apagados de “¡Muerte a Israel!”. El calor empezaba a hacer mella entre los congregados después de cuatro horas al sol y sin poder beber por el ayuno de Ramadán.

“Obedecemos al líder supremo porque él es quien dirige la revolución. Apoyamos las negociaciones y si el acuerdo respeta la soberanía y los derechos de Irán, será bueno para nuestro país tal como ha dicho el líder supremo”, explicaba a EL PAÍS el hoyatoleslam Hosein Vaiollahi poco antes de que se iniciaran los discursos oficiales. (Mientras respondía, Vaiollahi ignoró la admonición de un clérigo de mayor edad que le afeó hasta tres veces que hablara con “una mujer mal velada”, esta corresponsal).

¿Y no resulta contradictorio estar negociando con representantes de EEUU en Viena a la vez que se corea “¡Muerte a América!”?

“No, no lo es; porque no significa ninguna enemistad con el pueblo estadounidense, sino [que estamos] en contra de las políticas inhumanas de EEUU y nos oponemos a su apoyo incondicional a Israel frente a los palestinos”, justifica Fatemeh Mahmudi, una joven que se identifica como agente social. “EEUU dice que defiende los derechos humanos, pero es su principal violador cuando se refiere a los palestinos”, subraya en apariencia inmune a los 39ºC que marca el termómetro bajo el tupido chador que la cubre de la cabeza a los pies.

Pero muchos no resisten el esfuerzo y empiezan a marcharse antes de que acabe el rezo. Otros se refugian bajo los árboles de la avenida de la Revolución (Enghelab). Algunos hasta meten los pies en los yubs, las acequias que bordean muchas calles en Teherán. Dos camiones de bomberos refrescan con sus mangueras a los más tenaces.

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